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Rajoy se deja coleta

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"¿Qué cafeterías frecuentan ustedes?", preguntaba Pedro Sánchez a la bancada popular desde la tribuna del Congreso en su estreno en el debate sobre el estado de la nación. En primera fila, Soraya Sáenz de Santamaría, Fátima Báñez, Alfonso Alonso y José Luis Ayllón, que acaban de llegar de comer junto a otros 'sorayos' de pata negra como Álvaro Nadal, Jaime Pérez Renovales o Miri Barreira, podrían haberle contestado que hoy en concreto han estado en el japonés Donzoko, un clásico al lado del Parlamento donde, entre unos pocos clientes japoneses y extranjeros, podían comentar tranquilamente el discurso electoralista de su presidente, que se debía haber quedado en la zona de Gobierno peinándose la coleta después de anunciar la autoenmienda que ha hecho a su política de austeridad. "Ahora van a venir a saltar la valla en masa los europeos porque aquí se vive mejor que en toda Europa", comentaba con sorna un diputado al final del discurso de Rajoy. Sin embargo, estaban tan sorprendidos de la soltura con que defendía el neófito sus argumentos que les habrá costado digerir el sushi en la sobremesa.

Pedro Sánchez se ha batido con eficacia contra el presidente; gente bregada como Rubalcaba o José Enrique Serrano estaban detrás de sus palabras. "El esqueleto del discurso lo ha hecho él sólo y luego hemos ido aportando varias personas", reconocía un miembro de la Ejecutiva, quien señalaba que "le ha faltado aprenderse la réplica en lugar de leerla, como le habíamos recomendado". Un fallo que ha dado pie al presidente a tildarle de "patético". En cambio, Rajoy se ha batido más con los rivales que amenazan con pegarle un buen mordisco a los votos que le dieron el poder que contra Sánchez. A Pablo Iglesias y a Albert Rivera se les veía detrás de eximir de cotización los contratos, del fomento del crédito o de segunda oportunidad.

Su fama de avezado parlamentario se ha tambaleado ante un jefe de la oposición que ha dado la talla a pesar de la etiqueta de flojo que traía de serie. No tanto porque le acusara de mentir rebatiendo las cifras de creación de empleo o le responsabilizara de amparar la corrupción en su partido, sino porque se negaba a entrar en su juego de introducir en el debate a Pablo Iglesias, al que ha citado en dos ocasiones, tal y como había hecho él mismo por la mañana dedicándo al economista Luis Garicano varios mensajes que sólo unos pocos, y el interesado, comprendían. Este era uno de ellos: "Esos que glosaban las ventajas del rescate pero no dedicaban una palabra a valorar sus contrapartidas sociales".

La batalla interna con la ley de Segunda Oportunidad

"Se ve que Arriola, que últimamente no habla más que de la amenaza de Ciudadanos, ha logrado meter su pulla. Absurdo, porque da protagonismo a un economista al que nosotros no quisimos tener dentro y reconoce que teme el avance de Albert Rivera", reflexiona un diputado del área económica popular. En la presentación la semana pasada del programa económico de Ciudadanos, Garicano y Conthe propusieron una ley de Segunda Oportunidad. ¿La misma que ha presentado el Gobierno? "La nuestra es una ley, irá el viernes al Consejo de Ministros. Por lo tanto es una realidad, que además va mucho más allá, pues incluye la dación en pago en ciertos casos. Es la misma que ya funciona para grandes empresas pero ampliada a autónomos, PYMES y familias", puntualiza Luis de Guindos en el pasillo. ¿Y se condonará la deuda de Hacienda y la Seguridad Social a los beneficiados? "No", responde el ministro de Economía.

Y es que esa ha sido la pelea interna que se ha traído entre manos con Montoro. El ministro de Hacienda se negaba a que la ley perdonara las deudas con el Estado "porque no vamos a pagar todos los contribuyentes los fracasos empresariales de otros", como esgrime una fuente próxima a Montoro, mientras Guindos pretendía eximirles del pago pendiente. A Guindos lo que le apetecía hoy no era hablar de asuntos locales, porque su cabeza está en Bruselas como supuesto futuro jefe del Eurogrupo. Vender el papel esencial que ha jugado en el acuerdo con Grecia era su objetivo. Después de contar que Varufakis, su homólogo griego, era del Atlético de Madrid como él, ha dado a entender que, si Alemania y España no llegan a dar luz verde, a Grecia no se le habría dado un balón de oxígeno. Tan optimista como su jefe.

En ese clima tan eufórico, Alberto Garzón, que se estrenaba como candidato a la presidencia del Gobierno, interesaba poco al Gobierno, en vista de la desgana con que le ha respondido Rajoy. La defensa de demandas que los votantes sienten más propias de Podemos que de IU no beneficiaba a Garzón, ni tampoco coincidir en las acusaciones de mentir, de no pisar la calle o de proteger a Bárcenas, que previamente había hecho Pedro Sánchez. Algunas de sus intervenciones anteriores, esas con miles de visionados en Youtube, tenían más garra. Claro, que entonces Pablo Iglesias no era famoso. Sin embargo, Garzón ha logrado dejar a Rajoy en evidencia ante su negativa a afrontar la corrupción y pasar por encima de un problema que indigna a una parte de sus votantes, por enésima vez.

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