En esta sociedad de inmediatez y exceso informativo, resulta curioso observar cómo las noticias que encontramos en los medios digitales tienden a ser cada vez más breves, sintéticas y superficiales. Es decir, a pesar de que ahora disponemos de mayor cantidad de información, parece que los contenidos se han vuelto menos sustanciosos. En medio de la avalancha de noticias que recibimos diariamente, tratamos de asimilar como podemos los titulares que nos parecen más relevantes, los ojeamos de manera fugaz y dispersa en nuestros dispositivos móviles e intentamos economizar al máximo el tiempo invertido en procesarlos, sin permitirnos, en muchas ocasiones, contrastar todo lo que leemos. Debido a la imposibilidad de filtrar y retener toda la fast-information que gobierna en esta sociedad líquida, nuestro cerebro se ve forzado a digerir rápidamente todo lo que encuentra en los medios para procesarlo e inmediatamente vomitarlo, liberando espacio para la cabida de nueva información.
Ante la continua demanda de primicias rápidas y atractivas, los grandes medios de comunicación compiten en busca de nuevas exclusivas que logren cautivar a nuevos lectores. En esta guerra de medios, donde suele primar la novedad sobre la rigurosidad, parece que resulta rentable publicar una exclusiva todavía por confirmar, si con ello se consigue aumentar las ventas o contentar a determinadas influencias políticas que se esconden detrás de los medios, y rectificar posteriormente con una nota a pie de página que no dañe la credibilidad del periódico. Últimamente, hemos presenciado algunos casos en los que medios de tirada nacional se han visto obligados a rectificar sobre noticias que han ocupado las portadas durante varios días, como El Mundo sobre el caso Cuadrifolio, La Razón sobre el padre de Tania Sánchez o El País sobre el currículum de Monedero.
El pasado mes vimos cómo el banco Santander, en una clara demostración de poder, fue capaz de comprar las portadas de los principales periódicos españoles en un mismo día. Una semana más tarde, las portadas de estos diarios ignoraban o apenas daban relevancia a la noticia de la lista Falciani, que revelaba que la familia Botín ocultaba cerca de 2000 millones de euros en paraísos fiscales. Esta aparente coincidencia no deja de ser fruto de la profunda crisis, tanto económica como de credibilidad, que está sufriendo buena parte de la prensa tradicional en España, probablemente asociada con el descenso del número de ventas en los últimos años. Cuando un medio percibe la mayor parte de su financiación a través de la publicidad, la libertad de un periódico y la capacidad de realizar investigaciones independientes de intereses empresariales o políticos pueden verse mermadas por las presiones internas de aquellas empresas privadas que proporcionan sus principales ingresos publicitarios. Como confesaba Iñaki Gabilondo en su entrevista con Pablo Iglesias, «cuando un periódico entra en bolsa, se suicida». Si, por ejemplo, un periódico está en manos de una empresa cuyos principales accionistas son los bancos, puede que no le interese dejar en buen lugar a opciones políticas que estén en contra de los intereses de estos bancos. La alternativa, en estos últimos tiempos, a la decadencia de la prensa tradicional se constituye en nuevos proyectos de periodismo profesional e independiente que intentan minimizar la dependencia económica de la publicidad como Eldiario.es, Infolibre, la revista Alternativas económicas o La Marea, y espacios donde los ciudadanos de a pie pueden expresar sus opiniones, como el ofrecido por El Huffington Post.
En una sociedad tan dependiente de la información, es indiscutible que los medios de comunicación tendrán un papel decisivo en este año electoral. Es por ello por lo que debemos permanecer alerta ante cualquier tipo de manipulación informativa y tratar siempre de filtrar, contrastar y retener cualquier noticia que llegue a nuestros oídos. Recordemos que la manipulación no se limita únicamente al contenido que se incluye o excluye en la noticia, sino que concierne también a la visibilidad que se le da en función de su relevancia. Por otra parte, desde el punto de vista de la ética periodística, la aparición de nuevos medios libres e independientes y de espacios de periodismo ciudadano que garanticen una información contrastada, plural y sin censura, además de transparencia en sus formas de financiación, es hoy más necesaria que nunca. El futuro del periodismo en España se intuye incierto a la espera de una revolución en los medios. Puede que, al igual que está sucediendo con los partidos políticos, a los medios de comunicación les viniese bien un buen lavado de cara.
www.reaccionando.org
Ante la continua demanda de primicias rápidas y atractivas, los grandes medios de comunicación compiten en busca de nuevas exclusivas que logren cautivar a nuevos lectores. En esta guerra de medios, donde suele primar la novedad sobre la rigurosidad, parece que resulta rentable publicar una exclusiva todavía por confirmar, si con ello se consigue aumentar las ventas o contentar a determinadas influencias políticas que se esconden detrás de los medios, y rectificar posteriormente con una nota a pie de página que no dañe la credibilidad del periódico. Últimamente, hemos presenciado algunos casos en los que medios de tirada nacional se han visto obligados a rectificar sobre noticias que han ocupado las portadas durante varios días, como El Mundo sobre el caso Cuadrifolio, La Razón sobre el padre de Tania Sánchez o El País sobre el currículum de Monedero.
El pasado mes vimos cómo el banco Santander, en una clara demostración de poder, fue capaz de comprar las portadas de los principales periódicos españoles en un mismo día. Una semana más tarde, las portadas de estos diarios ignoraban o apenas daban relevancia a la noticia de la lista Falciani, que revelaba que la familia Botín ocultaba cerca de 2000 millones de euros en paraísos fiscales. Esta aparente coincidencia no deja de ser fruto de la profunda crisis, tanto económica como de credibilidad, que está sufriendo buena parte de la prensa tradicional en España, probablemente asociada con el descenso del número de ventas en los últimos años. Cuando un medio percibe la mayor parte de su financiación a través de la publicidad, la libertad de un periódico y la capacidad de realizar investigaciones independientes de intereses empresariales o políticos pueden verse mermadas por las presiones internas de aquellas empresas privadas que proporcionan sus principales ingresos publicitarios. Como confesaba Iñaki Gabilondo en su entrevista con Pablo Iglesias, «cuando un periódico entra en bolsa, se suicida». Si, por ejemplo, un periódico está en manos de una empresa cuyos principales accionistas son los bancos, puede que no le interese dejar en buen lugar a opciones políticas que estén en contra de los intereses de estos bancos. La alternativa, en estos últimos tiempos, a la decadencia de la prensa tradicional se constituye en nuevos proyectos de periodismo profesional e independiente que intentan minimizar la dependencia económica de la publicidad como Eldiario.es, Infolibre, la revista Alternativas económicas o La Marea, y espacios donde los ciudadanos de a pie pueden expresar sus opiniones, como el ofrecido por El Huffington Post.
En una sociedad tan dependiente de la información, es indiscutible que los medios de comunicación tendrán un papel decisivo en este año electoral. Es por ello por lo que debemos permanecer alerta ante cualquier tipo de manipulación informativa y tratar siempre de filtrar, contrastar y retener cualquier noticia que llegue a nuestros oídos. Recordemos que la manipulación no se limita únicamente al contenido que se incluye o excluye en la noticia, sino que concierne también a la visibilidad que se le da en función de su relevancia. Por otra parte, desde el punto de vista de la ética periodística, la aparición de nuevos medios libres e independientes y de espacios de periodismo ciudadano que garanticen una información contrastada, plural y sin censura, además de transparencia en sus formas de financiación, es hoy más necesaria que nunca. El futuro del periodismo en España se intuye incierto a la espera de una revolución en los medios. Puede que, al igual que está sucediendo con los partidos políticos, a los medios de comunicación les viniese bien un buen lavado de cara.
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