Vocean desde el PP: ¡Baja el paro registrado en 13.500, se crean 96.000 empleos! Febrero histórico, alardea un Mariano Rajoy eufórico, que sigue pensando -pese a los consejos de los suyos de atender más a las medidas sociales- que el despegue económico bastará para dejarle otros cuatro años en La Moncloa. Es un hecho que la calidad de esos nuevos contratos es mala, engordan la precariedad y los trabajos indefinidos pasan a ser un milagro. Pero es menos conocido cuáles son los métodos del Gobierno central y los autonómicos para desanimar al personal, agotarle hasta "caerse" de las listas del paro registrado y el ambiente que rodea una oficina del INEM el día después del febrero triunfal.
Provincia de Cáceres, en uno de sus más grandes y nobles pueblos, presumen sus habitantes. La oficina de paro del INEM -dependiente del Ministerio de Trabajo y encargada de controlar a las personas que cobran un subsidio o el desempleo- está al lado de la de la el SEXPE, la oficina del paro dependiente de la Junta de Extremadura. Se encarga de fiscalizar a los parados que cobran subsidios como el RAI para los mayores y de larga duración y los subsidios agrarios de la Junta de Extremadura.
El bar más cercano a ambas oficinas lo regenta Choni. Últimamente está acostumbrada a dar charla a clientela durante horas. Una de ellas, una mujer rubia que se pasa medio día o más -desde primera hasta última hora de la mañana- sentada al pie de la barra, con un botellín o un agua. "Es que vive en las afueras del pueblo, a tres kilómetros. Si tiene que ir y volver andando a firmar el paro más de una vez en el mismo día, no le da tiempo". Queda aclarada la primera impresión del visitante. La mujer ni es alcohólica ni adicta a alguna maquinita de juego. Lo único que sucede es que su subsidio depende del SERPEX, que utiliza formas de control curiosas. El método es el siguiente: avisan a los desempleados por carta certificada de que tienen que presentarse la semana X, el martes a las 10, a las 12 y a las 2; el jueves a las 9, a las 11 y a las 12; el viernes a las 11 a las 12 y a las 2. Es un caso real y una forma de desincentivar a quienes llevan años apuntados al paro, pero ya no cobran ningún subsidio. "La gente acaba por no ir, porque encima que no consiguen trabajo a través de Serpex ni les pagan nada, les hacen perder el día lejos de sus casas y de sus quehaceres cotidianos. "El sistema establece que cuando no acuden, les dan de baja durante un mes la primera vez y luego definitivamente" explica uno de los empleados con responsabilidad en el INEM de la zona.
Choni tiene como clientes otros casos, está vez hombres que van al INEM. Repiten el esquema de la mujer rubia, son de mediana edad y más jóvenes, de larga duración. A veces están citados por el INEM y por el Serpex. O en días alternos. Pasan por el bar antes de entrar en la oficina para firmar el mes, la semana, lo que les exijan. Y van directos al baño, aunque no son tan viejos como para tener -todos- problemas de próstata. Choni lo aclara: "Llegan con la ropa sucia porque tienen un huerto o una tierra que están sembrando o ayudan a algún familiar. Les da miedo entrar a firmar con la ropa manchada de barro o de tierra, no sea que piensen los de la oficina que tienen un trabajo en negro". Lo que acaba de suceder es "el pan nuestro de cada día aquí". Muchos viven en pueblos de alrededor y es un incordio desplazarse. Les aburren y no se vuelven a apuntar. En breve, sus nombres no estarán en las listas de parados.
OTRO ESCENARIO EL DÍA DESPUÉS
Miércoles, 4 de febrero, el día después del día D, el de la victoria de Rajoy contra el paro en febrero. Poco antes de las doce de la mañana, en la oficina del INEM de Atocha-Méndez Álvaro se respiran diferentes ánimos, entre el escepticismo, la resignación y mucho cabreo.
Lo primero que se detecta es el sentimiento de frustración. ¿Es usted parado de larga duración? "Aún no, no llego a los dos años. Y también soy uno de los gilipollas que no está entre los 13.000 afortunados que los periodistas contáis que han salido del desempleo. No tengo ganas de hablar. Todos mentís, el primero Rajoy". Dispara las palabras con rabia a la puerta de la oficina y se cabrea cuando ve tomar notas. Se larga. No tendrá más de 40 años.
Los de Cultura están muertos. Nadie hablará ya de ellos. José María D.C., dos años y medio en el paro, tampoco se cree las cifras del Gobierno. "Soy Director de Arte, estoy aquí porque aunque ya no cobro ninguna prestación, necesito un certificado de que sigo en el paro para que no me suban el alquiler. Que cuenten lo que quieran, pero todo son medias mentiras y medias verdades. Claro que salen trabajos, te voy a explicar cuáles. El último para mí. Me llaman para que colabore en un proyecto de una ópera, lo hago -como he hecho tantos otros- para presentarlo, pero se queda en eso, en proyecto. Es bueno, pero no encuentra financiación. Es brutal lo que han hecho con la cultura estos tíos (los del PP), es imposible que salga adelante después de cómo nos han dejado. Costará décadas. Ese es mi pan de cada día, y ya estoy harto de trabajar gratis. Es desesperante. Tengo un amigo, actor secundario que fue famosísimo y que no te voy a dar el nombre, pero seguro que lo conoces por las series en que ha participado, que hace unas semanas se cortó las venas. Tiene más de sesenta años y ya no puede ni comer. Se salvó de milagro, por otros amigos. Esa es la otra realidad".
Los parados sí se mueven. Dejan atrás lo que haga falta por encontrar cualquier cosa. Miguel Salina Guajardo -"no me importa dar los dos apellidos"- tiene 45 años y acaba de llegar de Cambrils. "Era, soy, camarero y me he venido solo, sin mi familia, a buscar trabajo porque parece que hay alguna oportunidad. Vivo cerca de El Barrio de las Letras, una zona en la que hay muchos locales de copas y comidas. Espero encontrar algo. He acabado mi paro, estoy en la oficina para solicitar el Plan Prepara". El Gobierno lo prorrogó seis meses hace dos semanas y, con familia, son 450 euros al mes. Miguel es chileno y tiene nacionalidad española, porque lleva 24 años aquí. "En Cataluña lo podía hacer todo por internet, pero tenía compañeros y amigos, residentes sin nacionalidad, a los que hacían ir a firmar físicamente. No sé si por ser residentes no españoles. He hecho dos cursos, uno de Electroneumática -eso de abrir y cerrar las puertas automáticas- en una empresa. Me gustó, pero era una empresa familiar y tenían allí a los hijos, los primos, los sobrinos. Y otro curso de refrigeración industrial. No me ha salido nada, vuelvo a camarero, si puedo".
Contrato temporal pero aristocrático. Ignacio Beibe tiene veintipocos años. Podría hacer publicidad -es guapo- pero estudió producción visual. Menudo, rubio y ojos azules, está en la oficina del INEM porque viene a solicitar el subsidio. Se le ha acabado el contrato. Trabajaba en El Corte Inglés, en la franquicia Escalpers, del Duque de Feria: "una firma de ropa muy sevillana. Es mi primer subsidio. ¿Que por qué no me han renovado? Scalpers solo hace contratos por un año y yo ya lo he cumplido".
Son españoles. A la salida, charlando con otra parada que ya se iba, una de las trabajadoras del INEM sale para ir a tomar café. Se para para informarnos. "Sin nombres ¿eh? Y sin apuntar en el cuaderno. He oído comentar con un señor que son los que hay ahí dentro son casi todos españoles. Los extranjeros hace tiempo que no reciben prestación alguna y ya no vienen por aquí. Son minoría, hemos logrado que se aburrieran. Trabajar aquí también da asco". Cruza al hotel de enfrente, donde la espera otra compañera.
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Provincia de Cáceres, en uno de sus más grandes y nobles pueblos, presumen sus habitantes. La oficina de paro del INEM -dependiente del Ministerio de Trabajo y encargada de controlar a las personas que cobran un subsidio o el desempleo- está al lado de la de la el SEXPE, la oficina del paro dependiente de la Junta de Extremadura. Se encarga de fiscalizar a los parados que cobran subsidios como el RAI para los mayores y de larga duración y los subsidios agrarios de la Junta de Extremadura.
El bar más cercano a ambas oficinas lo regenta Choni. Últimamente está acostumbrada a dar charla a clientela durante horas. Una de ellas, una mujer rubia que se pasa medio día o más -desde primera hasta última hora de la mañana- sentada al pie de la barra, con un botellín o un agua. "Es que vive en las afueras del pueblo, a tres kilómetros. Si tiene que ir y volver andando a firmar el paro más de una vez en el mismo día, no le da tiempo". Queda aclarada la primera impresión del visitante. La mujer ni es alcohólica ni adicta a alguna maquinita de juego. Lo único que sucede es que su subsidio depende del SERPEX, que utiliza formas de control curiosas. El método es el siguiente: avisan a los desempleados por carta certificada de que tienen que presentarse la semana X, el martes a las 10, a las 12 y a las 2; el jueves a las 9, a las 11 y a las 12; el viernes a las 11 a las 12 y a las 2. Es un caso real y una forma de desincentivar a quienes llevan años apuntados al paro, pero ya no cobran ningún subsidio. "La gente acaba por no ir, porque encima que no consiguen trabajo a través de Serpex ni les pagan nada, les hacen perder el día lejos de sus casas y de sus quehaceres cotidianos. "El sistema establece que cuando no acuden, les dan de baja durante un mes la primera vez y luego definitivamente" explica uno de los empleados con responsabilidad en el INEM de la zona.
Choni tiene como clientes otros casos, está vez hombres que van al INEM. Repiten el esquema de la mujer rubia, son de mediana edad y más jóvenes, de larga duración. A veces están citados por el INEM y por el Serpex. O en días alternos. Pasan por el bar antes de entrar en la oficina para firmar el mes, la semana, lo que les exijan. Y van directos al baño, aunque no son tan viejos como para tener -todos- problemas de próstata. Choni lo aclara: "Llegan con la ropa sucia porque tienen un huerto o una tierra que están sembrando o ayudan a algún familiar. Les da miedo entrar a firmar con la ropa manchada de barro o de tierra, no sea que piensen los de la oficina que tienen un trabajo en negro". Lo que acaba de suceder es "el pan nuestro de cada día aquí". Muchos viven en pueblos de alrededor y es un incordio desplazarse. Les aburren y no se vuelven a apuntar. En breve, sus nombres no estarán en las listas de parados.
OTRO ESCENARIO EL DÍA DESPUÉS
Miércoles, 4 de febrero, el día después del día D, el de la victoria de Rajoy contra el paro en febrero. Poco antes de las doce de la mañana, en la oficina del INEM de Atocha-Méndez Álvaro se respiran diferentes ánimos, entre el escepticismo, la resignación y mucho cabreo.
Lo primero que se detecta es el sentimiento de frustración. ¿Es usted parado de larga duración? "Aún no, no llego a los dos años. Y también soy uno de los gilipollas que no está entre los 13.000 afortunados que los periodistas contáis que han salido del desempleo. No tengo ganas de hablar. Todos mentís, el primero Rajoy". Dispara las palabras con rabia a la puerta de la oficina y se cabrea cuando ve tomar notas. Se larga. No tendrá más de 40 años.
Los de Cultura están muertos. Nadie hablará ya de ellos. José María D.C., dos años y medio en el paro, tampoco se cree las cifras del Gobierno. "Soy Director de Arte, estoy aquí porque aunque ya no cobro ninguna prestación, necesito un certificado de que sigo en el paro para que no me suban el alquiler. Que cuenten lo que quieran, pero todo son medias mentiras y medias verdades. Claro que salen trabajos, te voy a explicar cuáles. El último para mí. Me llaman para que colabore en un proyecto de una ópera, lo hago -como he hecho tantos otros- para presentarlo, pero se queda en eso, en proyecto. Es bueno, pero no encuentra financiación. Es brutal lo que han hecho con la cultura estos tíos (los del PP), es imposible que salga adelante después de cómo nos han dejado. Costará décadas. Ese es mi pan de cada día, y ya estoy harto de trabajar gratis. Es desesperante. Tengo un amigo, actor secundario que fue famosísimo y que no te voy a dar el nombre, pero seguro que lo conoces por las series en que ha participado, que hace unas semanas se cortó las venas. Tiene más de sesenta años y ya no puede ni comer. Se salvó de milagro, por otros amigos. Esa es la otra realidad".
Los parados sí se mueven. Dejan atrás lo que haga falta por encontrar cualquier cosa. Miguel Salina Guajardo -"no me importa dar los dos apellidos"- tiene 45 años y acaba de llegar de Cambrils. "Era, soy, camarero y me he venido solo, sin mi familia, a buscar trabajo porque parece que hay alguna oportunidad. Vivo cerca de El Barrio de las Letras, una zona en la que hay muchos locales de copas y comidas. Espero encontrar algo. He acabado mi paro, estoy en la oficina para solicitar el Plan Prepara". El Gobierno lo prorrogó seis meses hace dos semanas y, con familia, son 450 euros al mes. Miguel es chileno y tiene nacionalidad española, porque lleva 24 años aquí. "En Cataluña lo podía hacer todo por internet, pero tenía compañeros y amigos, residentes sin nacionalidad, a los que hacían ir a firmar físicamente. No sé si por ser residentes no españoles. He hecho dos cursos, uno de Electroneumática -eso de abrir y cerrar las puertas automáticas- en una empresa. Me gustó, pero era una empresa familiar y tenían allí a los hijos, los primos, los sobrinos. Y otro curso de refrigeración industrial. No me ha salido nada, vuelvo a camarero, si puedo".
Contrato temporal pero aristocrático. Ignacio Beibe tiene veintipocos años. Podría hacer publicidad -es guapo- pero estudió producción visual. Menudo, rubio y ojos azules, está en la oficina del INEM porque viene a solicitar el subsidio. Se le ha acabado el contrato. Trabajaba en El Corte Inglés, en la franquicia Escalpers, del Duque de Feria: "una firma de ropa muy sevillana. Es mi primer subsidio. ¿Que por qué no me han renovado? Scalpers solo hace contratos por un año y yo ya lo he cumplido".
Son españoles. A la salida, charlando con otra parada que ya se iba, una de las trabajadoras del INEM sale para ir a tomar café. Se para para informarnos. "Sin nombres ¿eh? Y sin apuntar en el cuaderno. He oído comentar con un señor que son los que hay ahí dentro son casi todos españoles. Los extranjeros hace tiempo que no reciben prestación alguna y ya no vienen por aquí. Son minoría, hemos logrado que se aburrieran. Trabajar aquí también da asco". Cruza al hotel de enfrente, donde la espera otra compañera.
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