Costó más de un año cerrarlo todo. Un año de investigación, de reuniones, de conversaciones entre el equipo de Salvados y la propia Zaida. Los de la tele querían estar convencidos de que lo mejor para todos (incluida ella, la capitana; sobre todo ella, diría yo) era hablar, denunciar, contar esta infamia con tiempo, con pausas, con datos, con la voz propia y única de la víctima, de la mujer valiente que, a solas, se plantó ante todos los galones y dijo NO. Un año de idas y venidas a verla, de atarlo todo, de comprenderlo todo, de buscar los hechos, las consecuencias, las verdades grandes y las pequeñas. Un año de ganarse la confianza mutua. En la tele, ese medio que tan poca confianza suele inspirar a todos.
Un año en televisión -en la tele actual, desde luego- es mucho tiempo. Es un tiempo que nadie da, que nadie tiene. Un año es una eternidad. Pero un año no es nada si el resultado es lo que vimos el pasado domingo en Salvados: 'Zaida. La historia de una derrota'.
Pedazo de bofetada que nos dio Jordi Évole. Otra más. Junto a la de 'Los olvidados', del accidente del metro de Valencia. O tantas otras. Parece mentira lo de este chico, con su aire de buen chaval, incapaz de matar a una mosca..., y ahí lo tienes: un día nos tumbará del todo, por todas las hostias que consigue darnos, junto a su poderoso equipo, en Salvados.
Zaida le dijo que SÍ finalmente a Jordi Évole porque confiaba en él. En su capacidad para contar sin traicionarla, para convocar a ciudadanos que creen -creemos-, en la necesidad de esa tarea ingrata de rebuscar en la basura o en los márgenes y acercarnos historias letales, que nunca están en lo oficial de las agendas.
Y Jordi aceptó su SÍ cuando supo que iba a estar todo bien, que aquello era algo más que un programa de televisión. Zaida y Jordi son honestos. Por eso se entendieron. El equipo, la productora de El Terrat y La Sexta, querían haber arrancado con este programa la nueva temporada, pero las presiones de todo tipo lo impidieron. Sí. En la España democrática y libre de 2015 aún pueden pasar estas cosas.
Tras la emisión del Salvados del domingo por la noche quedan todas las preguntas, reflexiones, dudas, llamadas de atención. Algunas de ellas, a modo de hashtags. #Morenesdalacara, por ejemplo. O tantas otras, como: ¿Por qué no se dedica la televisión, más a menudo, a este tipo de cosas? ¿Por qué Salvados es una isla?
Si la tele cumpliera su papel siempre, la vida de Zaida habría sido otra. Si toda esta historia tremenda e insólita hubiera estado presente en un medio tan masivo como la tele (el más masivo aún, con diferencia. No olvidemos eso), el Ejército quizá no habría aguantado la presión. Quizá Zaida sería claramente la vencedora. No solo judicialmente, que lo fue. También moralmente. Quizá las concursantes de Mujeres, hombres y viceversa, de Adán y Eva, etc, etc, se habrían topado con esta historia en algún momento televisivo. Quizá a alguna de ellas le habría impresionado. Quizá entonces habría hablado del asunto con sus amigas, en lugar de seguir las andanzas absurdas de los jóvenes despanzurrados que habitan Gran Hermano VIP.
Nos iría mejor, sin duda, si machaconamente la tele contara cosas como las del domingo por la noche, que aunque pensemos que las sabemos, igual no sabemos NADA, como bien nos dijo Zaida en toda la boca: que no hay democracia real en el Ejército, que un ministro que no da la cara ante un caso tan flagrante como este, ni es ministro, ni nos representa, ni merece el puesto que ocupa; que si un superior te viola en el Ejército, para denunciarle, antes has de comunicárselo a él; que está llena de cobardes la institución, y de casos insólitos de mujeres valientes, como la compañera que acudió a apoyar a Zaida en el juicio; que Lezcano, el tipo infecto que abusó de Zaida, va a seguir en el Ejército sin problemas. Que el Ejército lo pagamos todos.
Todo eso y cientos de cosas más nos enseñó el domingo la televisión. Con Jordi Évole y su equipazo a la cabeza. Brindo por ellos. Brindo por Zaida. Évole me dijo que al día siguiente de la emisión del programa iba a necesitar el apoyo de todos. Este post es pues mi humilde contribución a esta causa.
Un año en televisión -en la tele actual, desde luego- es mucho tiempo. Es un tiempo que nadie da, que nadie tiene. Un año es una eternidad. Pero un año no es nada si el resultado es lo que vimos el pasado domingo en Salvados: 'Zaida. La historia de una derrota'.
Pedazo de bofetada que nos dio Jordi Évole. Otra más. Junto a la de 'Los olvidados', del accidente del metro de Valencia. O tantas otras. Parece mentira lo de este chico, con su aire de buen chaval, incapaz de matar a una mosca..., y ahí lo tienes: un día nos tumbará del todo, por todas las hostias que consigue darnos, junto a su poderoso equipo, en Salvados.
Zaida le dijo que SÍ finalmente a Jordi Évole porque confiaba en él. En su capacidad para contar sin traicionarla, para convocar a ciudadanos que creen -creemos-, en la necesidad de esa tarea ingrata de rebuscar en la basura o en los márgenes y acercarnos historias letales, que nunca están en lo oficial de las agendas.
Y Jordi aceptó su SÍ cuando supo que iba a estar todo bien, que aquello era algo más que un programa de televisión. Zaida y Jordi son honestos. Por eso se entendieron. El equipo, la productora de El Terrat y La Sexta, querían haber arrancado con este programa la nueva temporada, pero las presiones de todo tipo lo impidieron. Sí. En la España democrática y libre de 2015 aún pueden pasar estas cosas.
Tras la emisión del Salvados del domingo por la noche quedan todas las preguntas, reflexiones, dudas, llamadas de atención. Algunas de ellas, a modo de hashtags. #Morenesdalacara, por ejemplo. O tantas otras, como: ¿Por qué no se dedica la televisión, más a menudo, a este tipo de cosas? ¿Por qué Salvados es una isla?
Si la tele cumpliera su papel siempre, la vida de Zaida habría sido otra. Si toda esta historia tremenda e insólita hubiera estado presente en un medio tan masivo como la tele (el más masivo aún, con diferencia. No olvidemos eso), el Ejército quizá no habría aguantado la presión. Quizá Zaida sería claramente la vencedora. No solo judicialmente, que lo fue. También moralmente. Quizá las concursantes de Mujeres, hombres y viceversa, de Adán y Eva, etc, etc, se habrían topado con esta historia en algún momento televisivo. Quizá a alguna de ellas le habría impresionado. Quizá entonces habría hablado del asunto con sus amigas, en lugar de seguir las andanzas absurdas de los jóvenes despanzurrados que habitan Gran Hermano VIP.
Nos iría mejor, sin duda, si machaconamente la tele contara cosas como las del domingo por la noche, que aunque pensemos que las sabemos, igual no sabemos NADA, como bien nos dijo Zaida en toda la boca: que no hay democracia real en el Ejército, que un ministro que no da la cara ante un caso tan flagrante como este, ni es ministro, ni nos representa, ni merece el puesto que ocupa; que si un superior te viola en el Ejército, para denunciarle, antes has de comunicárselo a él; que está llena de cobardes la institución, y de casos insólitos de mujeres valientes, como la compañera que acudió a apoyar a Zaida en el juicio; que Lezcano, el tipo infecto que abusó de Zaida, va a seguir en el Ejército sin problemas. Que el Ejército lo pagamos todos.
Todo eso y cientos de cosas más nos enseñó el domingo la televisión. Con Jordi Évole y su equipazo a la cabeza. Brindo por ellos. Brindo por Zaida. Évole me dijo que al día siguiente de la emisión del programa iba a necesitar el apoyo de todos. Este post es pues mi humilde contribución a esta causa.