Vivimos tiempos apasionantes en la política. Inestabilidad y volatilidad en las intenciones de voto nunca vistas antes; partidos inexistentes hace muy poco que se convierten en opción de gobierno por momentos y partidos con una larga tradición y muchos años de gobierno en las distintas instituciones que caen a gran velocidad.
Aunque muchos puedan pensar que el análisis de lo que está pasando, y la previsión de lo que pueda pasar, solo está reservado a sociólogos y licenciados en ciencias políticas, voy a hacer mi análisis particular, aunque ningún título académico lo avale. Pero después de comprobar que este país está lleno de opinadores en los distintos medios de comunicación a los que se le da mucha credibilidad, seguro que tampoco lo haré tan mal, y más teniendo en cuenta que, en la época en la que vivimos, no se adquieren conocimientos solo a través de un título académico y pasando por la formación reglada. Solo hay que ver los genios jóvenes que son capaces de diseñar e implementar programas informáticos fantásticos a muy corta edad y sin haber pasado por ninguna universidad.
Hace ya dos años publiqué un libro, #DemocraciaHacker, que planteaba la necesidad de un cambio radical en el sistema político existente, detallando muchas de las prácticas que han puesto después en marcha partidos emergentes. Debo reconocer que el libro no tuvo el recorrido esperado, seguramente por no tener el suficiente caché para ser uno de los opinadores respetados o por ser diputado regional de un partido tradicional. También entono el mea culpa por no haber conseguido que mis ideas hubieran sido tenidas en cuenta en mi partido, llevando a cabo determinadas revoluciones que seguramente nos hubieran hecho adelantarnos a partidos hoy emergentes.
En el espectro político español y desde hace muchos años existe estabilidad alrededor de dos grandes partidos, uno de centro-derecha (PP), y otro de centro-izquierda (PSOE). Teniendo en cuenta que una parte mayor de la población se sitúa en el centro-izquierda, es entendible que haya existido alternancia entre PSOE y PP en el gobierno.
El PP ocupaba todo el espectro del centro-derecha sin que nadie compitiera con ellos, y en cambio el centro-izquierda se lo repartían entre PSOE y otros partidos, principalmente Izquierda Unida. Cuando los votantes de izquierdas se enfadaban con el PSOE se traspasaba el voto a IU, como pasó en el año 1996 en el que el PSOE de Felipe González perdió las elecciones. En cambio, cuando los votantes se enfadaban con el PP algunos se iban a la abstención y los más centrados al PSOE, además de producirse un efecto de voto útil entre los votantes de otros partidos de izquierda que iban al PSOE.
El PP desde hace mucho tiempo tiene la suerte de no tener rival en el centro-derecha. Cuando sus votantes se sienten defraudados con su gestión sólo pueden hacer dos cosas: o quedarse en casa o votar al PP como mal menor. Pero ahora y por primera vez en muchos años el PP tiene un partido en el centro-derecha al que se pueden traspasar los votos: Ciudadanos. Esto supone un gran problema al PP que seguramente no tenían calculado.
Mi previsión de futuro es que el PSOE siga estable en la intención de voto y pueda ir subiendo por el retorno de votos que se iban a Podemos, que con el paso del tiempo y la pérdida de virginidad por los distintos casos Monedero, Errejón, etc. ven que esta formación no era tan pura como parecía.
Algunos de los votos del PSOE identificados con el centro pueden ir a Ciudadanos, y lo que sí veremos claramente es una bajada de Podemos al aparecer otro partido que puede recoger parte del voto de descontento que fue a ellos por la falta de otras alternativas, la subida del voto de Ciudadanos de la mano de antiguos votantes del PP en el que ahora sí han encontrado un partido en su espectro ideológico, y una bajada del PP con un trasvase claro y directo de votos a Ciudadanos.
Mi previsión final y aunque pueda ser un poco atrevida: si el PSOE lo hace bien y no se desgasta más en procesos internos y poniendo en duda a su líder Pedro Sánchez antes de las elecciones las ganará, el PP quedará como segunda fuerza, Ciudadanos como tercera a no mucha distancia y Podemos como cuarta fuerza política.
Aunque muchos puedan pensar que el análisis de lo que está pasando, y la previsión de lo que pueda pasar, solo está reservado a sociólogos y licenciados en ciencias políticas, voy a hacer mi análisis particular, aunque ningún título académico lo avale. Pero después de comprobar que este país está lleno de opinadores en los distintos medios de comunicación a los que se le da mucha credibilidad, seguro que tampoco lo haré tan mal, y más teniendo en cuenta que, en la época en la que vivimos, no se adquieren conocimientos solo a través de un título académico y pasando por la formación reglada. Solo hay que ver los genios jóvenes que son capaces de diseñar e implementar programas informáticos fantásticos a muy corta edad y sin haber pasado por ninguna universidad.
Hace ya dos años publiqué un libro, #DemocraciaHacker, que planteaba la necesidad de un cambio radical en el sistema político existente, detallando muchas de las prácticas que han puesto después en marcha partidos emergentes. Debo reconocer que el libro no tuvo el recorrido esperado, seguramente por no tener el suficiente caché para ser uno de los opinadores respetados o por ser diputado regional de un partido tradicional. También entono el mea culpa por no haber conseguido que mis ideas hubieran sido tenidas en cuenta en mi partido, llevando a cabo determinadas revoluciones que seguramente nos hubieran hecho adelantarnos a partidos hoy emergentes.
En el espectro político español y desde hace muchos años existe estabilidad alrededor de dos grandes partidos, uno de centro-derecha (PP), y otro de centro-izquierda (PSOE). Teniendo en cuenta que una parte mayor de la población se sitúa en el centro-izquierda, es entendible que haya existido alternancia entre PSOE y PP en el gobierno.
El PP ocupaba todo el espectro del centro-derecha sin que nadie compitiera con ellos, y en cambio el centro-izquierda se lo repartían entre PSOE y otros partidos, principalmente Izquierda Unida. Cuando los votantes de izquierdas se enfadaban con el PSOE se traspasaba el voto a IU, como pasó en el año 1996 en el que el PSOE de Felipe González perdió las elecciones. En cambio, cuando los votantes se enfadaban con el PP algunos se iban a la abstención y los más centrados al PSOE, además de producirse un efecto de voto útil entre los votantes de otros partidos de izquierda que iban al PSOE.
El PP desde hace mucho tiempo tiene la suerte de no tener rival en el centro-derecha. Cuando sus votantes se sienten defraudados con su gestión sólo pueden hacer dos cosas: o quedarse en casa o votar al PP como mal menor. Pero ahora y por primera vez en muchos años el PP tiene un partido en el centro-derecha al que se pueden traspasar los votos: Ciudadanos. Esto supone un gran problema al PP que seguramente no tenían calculado.
Mi previsión de futuro es que el PSOE siga estable en la intención de voto y pueda ir subiendo por el retorno de votos que se iban a Podemos, que con el paso del tiempo y la pérdida de virginidad por los distintos casos Monedero, Errejón, etc. ven que esta formación no era tan pura como parecía.
Algunos de los votos del PSOE identificados con el centro pueden ir a Ciudadanos, y lo que sí veremos claramente es una bajada de Podemos al aparecer otro partido que puede recoger parte del voto de descontento que fue a ellos por la falta de otras alternativas, la subida del voto de Ciudadanos de la mano de antiguos votantes del PP en el que ahora sí han encontrado un partido en su espectro ideológico, y una bajada del PP con un trasvase claro y directo de votos a Ciudadanos.
Mi previsión final y aunque pueda ser un poco atrevida: si el PSOE lo hace bien y no se desgasta más en procesos internos y poniendo en duda a su líder Pedro Sánchez antes de las elecciones las ganará, el PP quedará como segunda fuerza, Ciudadanos como tercera a no mucha distancia y Podemos como cuarta fuerza política.