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De la importancia del estilo en política

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Creo que el estilo es importante en todos los órdenes de la vida. En sus aspectos más minúsculos y en las cosas importantes. Por lo tanto, también lo es en la política; aunque frecuentemente el estilo de la política se nos aparezca más como un estilo de bajos fondos.

En estos tiempos en que el juego político se desarrolla fundamentalmente en los medios de comunicación, el estilo, en lo que tiene de representación es aún más importante. Ello no quiere decir que todas las políticas se hagan con estilo. Ni mucho menos que todos los líderes políticos posean a raudales algo que podamos identificar como estilo. Por ejemplo, hay que bucear mucho para encontrar algo de estilo en nuestro presidente de Gobierno. Ni en su donaire ante las cámaras, ni en muchos de sus comportamientos parece que le sobre el estilo. Es más, en esto último, la forma que ha tenido de defenestrar al actual presidente de la Comunidad de Madrid, muestra una falta de estilo absoluta, sin guardar las más mínimas formas. Casi insultante y sádica. Una falta de estilo que apunta Ayuso en las páginas de El País del seis de marzo.

Hay que reconocer que el estilo es un concepto de difícil definición. Parece que se tiene. O no se tiene. Ello a pesar de que los asesores de comunicación o los formadores de portavoces se empeñen en hacernos creer que se puede fabricar de la nada. Hay algunos políticos a los que es muy difícil adjudicar algunas gotas de estilo, tanto a derecha, como a izquierda.

El estilo es una especie de forma de afrontar el mundo y la vida, y de aquí que digamos que hay comportamientos que rezuman estilo, mientras que otros,se quedan en el nivel de la grosería; pero rápidamente se atribuye a una especie de rasgo particular de las personas. Podemos decir que es como el carisma que Weber dibujaba como atributo del poder y fuente de legitimación del mismo en las sociedades tradicionales; pero en las sociedades modernas llenas de pantallas. El estilo es el carisma de la modernidad tardía.

Por esa vinculación a la persona, el estilo tiende a confundirse con la personalidad. Así, hay políticos con fuerte personalidad, a los que puede atribuirse un estilo, estemos o no de acuerdo con sus posiciones ideológicas. Son los casos de Felipe González, Alfonso Guerra, Manuel Fraga o Esperanza Aguirre. Son estilos que destilan de sus fuertes personalidades. Por ello, parecen más personajes, que personas.

En días como estos, cuando ya se ha dado el pistoletazo de una carrera electoral que llegará hasta final de año, hay un esfuerzo especial por poner el estilo al día. De hacer gimnasia de estilo. Por mostrarse con estilo. Puede decirse incluso que algunos han sido llamados a participar en esta carrera por su estilo. Ya vienen entrenados. Es el caso de Ángel Gabilondo. ¡Bienvenido el estilo con mayúsculas a la política!

Cuesta encontrar otro candidato actual con estilo, más allá de los nombrados. Pero he de reconocer que nos los he visto a todos. Quedándome en el ámbito político madrileño, como laboratorio de análisis, no cabe duda de que el escritor Luis García Montero, que encabeza la lista de IU a la Comunidad de Madrid, apunta estilo. ¡Qué sería de un escritor sin, al menos, voluntad de estilo! Ya veremos, pero la política tal vez exija otro tipo de estilo. El de la reflexión y su plasmación escrita no le falta. ¿Será suficiente para, siquiera, enderezar los daños dejados por Tania Sánchez en esta formación política? Le deseamos lo mejor.

También le deseamos lo mejor a otros candidatos que tal vez tuvieron montañas de estilo alguna vez; pero que parece que lo agotaron en las luchas internas en sus partidos. Aquí apunto los casos de Carmona y Cifuentes, para seguir sin salir de Madrid. A pesar de sus denodados esfuerzos por estar delante de las cámaras y los micrófonos, es como si llegaran agotados de estilo a las pantallas, como si se hubiera quedado en los debates internos e intestinos. Tal vez porque los cargos que han venido ocupando estaban más proyectados hacia la representación orgánica de sus respectivos partidos políticos y sus programas o decisiones concretas que a la representación de los ciudadanos, Pero lo mismo se podría decir de Gabilondo o García Montero y, sin embargo, vienen con una renovada mochila de estilo.

El cargo, como apuntó el propio Weber, también puede impregnar de estilo. Así hemos visto a personas que parecían carecer de él y que, sin embargo, por su forma de actuar en sus cargos se han llenado de estilo. Eran políticos de los que llamaban "técnicos" o "de bajo perfil" y que, sin embargo, han dejado una impronta de buen hacer que podemos llamar estilo. Para salirnos de Madrid, creo que Euskadi es la Comunidad Autónoma que ha tenido una serie de lehendakaris que se han ganado el estilo más por la forma de enfrentarse a los problemas, que por su gracia ante las cámaras. Recuerdo los nombres de Ardanza, Ibarretxe y el actual, Iñigo Urkullu. No es que otras comunidades o regiones hayan carecido de políticos con estilo; pero es como si el PNV se hubiera configurado como una marca con lehendakaris con un estilo especial, con la paradoja de que parece que carezcan del mismo.

Así, nos vamos acercando a algunas conclusiones. Por un lado, las dificultades de mantener un capital de estilo cuando se ha estado mucho tiempo en la política. Las intrigas, negociaciones y carreras internas terminan agotándolo. Para mantenerlo, hace falta poseer una fuerte personalidad; pero, también, ser capaz de concretar en ella principios y convicciones fácilmente reconocibles por todos. Eso que solemos llamar valores y que se dejan ver incluso cuando tal personalidad fuerte no puede ser constatada.

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