Asistía hace unos días a uno de esos habituales encuentros de trabajo en los que se discute recurrentemente cómo las empresas enfrentan, intentan entender, soportan, superan, palían, se vencen o reniegan de ese brutal viento lateral que nos cogió a todos en pleno vuelo y al que podemos llamar viento digital. Se ensayan nuevos ejercicios básicos de sustentación por aquí y por allá; se sienten ruidos y silencios incómodos, caídas en vacío, turbulencias todo el tiempo. Todo un pasaje en pánico. Confusión general. Máscaras de oxígeno desenvainadas. Desórdenes.
Asistía -decía-, y mientras avanzábamos en el trabajo se planteó un problema también recurrente, enunciado en jerga empresarial: ¿cómo monetizar la movilidad? Lo que en castellano más universal quiere decir: ¿cómo ganar dinero en el mundo de los móviles o de los portátiles en general?
Recuerdo que cuando escuché la problemática (y las reflexiones que ella suscitó en el grupo que la atendió), de inmediato mi hábito -y hasta mi vicio- de jugar con las palabras me llevó hasta otra problemática, que encontré más atractiva, con más fondo, más importante y verdadera: ¿cómo movilizar la monetización?
En ese mismo mundo empresarial que sufre en el aire y muere de miedos múltiples buscando su nueva sustentación, se produce un fenómeno que ya no sé si por el estado confusional que nos gobierna o por obtusos, no estamos mirando bien. Mientras nos agobia el riesgo de no ganar dinero -o ganar menos de lo que ganábamos-, han pasado a dominarnos megaempresas nuevas que hacen de todo menos ganar dinero. Y nosotros, a fuerza de obstinarnos por seguir ganándolo, no hacemos casi nada. Y acabamos perdiendo por eso. Y entonces, nos preguntamos...
Obcecarse por ganar dinero en una época de transformaciones estructurales en lugar de conseguir la anhelada competitividad, lleva a la pérdida de ella. Las empresas que pretenden seguir ganando como si nada hubiera sucedido, no solo no ganan, sino que además se paralizan, se estupidizan y, en consecuencia, se excluyen del juego.
Quiero decir que lo que realmente se está moviendo con este viento cruzado son los modelos de monetización. Que la plata que viene, viene por otras vías, producto de otras iniciativas, sustentada en otras ecuaciones y movida por otras motivaciones. Otras ecuaciones -dicho sea de paso- que ni las empresas tradicionales ni el dinero mismo acaban de entender, aunque estén metidos en esa maraña.
Se mueven los modelos de monetización porque no hay máxima histórica que no quede desdicha por WhatsApp. Y Google, que ya es una organización compleja y atravesada por la lógica del mundo financiero, paga lo que paga por esa empresa que hace lo que hace y gana lo poco que gana (en el caso de que algo gane). Y también está desdicha por Amazon, por Facebook, por Twitter, por la misma Google y por otras muchas. La plata circula; se financian proyectos de envergadura; se pagan valores muy considerables; se ataca y se crece con ahínco como si se tuvieran convicciones... Y todo sucede en un marco donde la visión suele ser tenue y sobre todo, volátil; el racional, inexistente; el plan de negocios, un trazo abstracto; la discusión, apurada; el laboratorio de pruebas, salteado; y las encuestas, escasas e inútiles..., pero en donde no hay manera de no ir rápido, trabajar mucho, arriesgarse siempre, equivocarse sin que pase nada, cambiar de opinión con la mayor tranquilidad, discutir sin dejar cicatrices, poner la experiencia delante de su comprensión y la inteligencia por detrás de la acción...; un marco donde no mirar la cuenta es una virtud y donde mirar otras cuentas es esencial; un marco donde gana el que hace y pierde el que no hace, más allá de quién tenga razón. Un marco -en definitiva- en el que se ha movido todo, pero primero y antes que nada la expectativa de la empresa respecto al dinero.
Dicho de una manera más categórica: si quieres seguir monetizando como siempre..., o mejor aún, si consideras que monetizar sigue queriendo decir -como el sentido común nos indica- ganar dinero o probar que ganarás dinero..., si sigues en ésas -entonces-, estarás excluido de todo. El modelo cambió, y hoy día ganar dinero no quiere decir ganar dinero, y eso no resulta contradictorio.
La movilidad no es la de los móviles, es la nuestra. Deberíamos pasar a llamarnos los movidos, y movernos, efectivamente. Asumir que cuando las cosas no se entienden, mejor actuar, porque actuando, movemos el marco semántico y creamos nuevas posibilidades de comprensión. Y quedarnos quietos, aunque pueda ser más barato, seguro que es completamente inútil; o sea, nefasto. Moverse mueve el punto de vista, y moviéndolo se renuevan las oportunidades de comprensión de lo que estamos o deberíamos estar haciendo.
Provoca -claro que sí- decirnos que entonces todo esto les toca a los jóvenes y no a nosotros; provoca salirse de un juego que desespera porque no se entiende. Y puede ser.... Lo que no creo que valga la pena es que -con resignación o con ironía cínica- queramos seguir jugando como jugábamos, esperando que amaine, como si fuera a amainar.
Asistía -decía-, y mientras avanzábamos en el trabajo se planteó un problema también recurrente, enunciado en jerga empresarial: ¿cómo monetizar la movilidad? Lo que en castellano más universal quiere decir: ¿cómo ganar dinero en el mundo de los móviles o de los portátiles en general?
Recuerdo que cuando escuché la problemática (y las reflexiones que ella suscitó en el grupo que la atendió), de inmediato mi hábito -y hasta mi vicio- de jugar con las palabras me llevó hasta otra problemática, que encontré más atractiva, con más fondo, más importante y verdadera: ¿cómo movilizar la monetización?
En ese mismo mundo empresarial que sufre en el aire y muere de miedos múltiples buscando su nueva sustentación, se produce un fenómeno que ya no sé si por el estado confusional que nos gobierna o por obtusos, no estamos mirando bien. Mientras nos agobia el riesgo de no ganar dinero -o ganar menos de lo que ganábamos-, han pasado a dominarnos megaempresas nuevas que hacen de todo menos ganar dinero. Y nosotros, a fuerza de obstinarnos por seguir ganándolo, no hacemos casi nada. Y acabamos perdiendo por eso. Y entonces, nos preguntamos...
Obcecarse por ganar dinero en una época de transformaciones estructurales en lugar de conseguir la anhelada competitividad, lleva a la pérdida de ella. Las empresas que pretenden seguir ganando como si nada hubiera sucedido, no solo no ganan, sino que además se paralizan, se estupidizan y, en consecuencia, se excluyen del juego.
Quiero decir que lo que realmente se está moviendo con este viento cruzado son los modelos de monetización. Que la plata que viene, viene por otras vías, producto de otras iniciativas, sustentada en otras ecuaciones y movida por otras motivaciones. Otras ecuaciones -dicho sea de paso- que ni las empresas tradicionales ni el dinero mismo acaban de entender, aunque estén metidos en esa maraña.
Se mueven los modelos de monetización porque no hay máxima histórica que no quede desdicha por WhatsApp. Y Google, que ya es una organización compleja y atravesada por la lógica del mundo financiero, paga lo que paga por esa empresa que hace lo que hace y gana lo poco que gana (en el caso de que algo gane). Y también está desdicha por Amazon, por Facebook, por Twitter, por la misma Google y por otras muchas. La plata circula; se financian proyectos de envergadura; se pagan valores muy considerables; se ataca y se crece con ahínco como si se tuvieran convicciones... Y todo sucede en un marco donde la visión suele ser tenue y sobre todo, volátil; el racional, inexistente; el plan de negocios, un trazo abstracto; la discusión, apurada; el laboratorio de pruebas, salteado; y las encuestas, escasas e inútiles..., pero en donde no hay manera de no ir rápido, trabajar mucho, arriesgarse siempre, equivocarse sin que pase nada, cambiar de opinión con la mayor tranquilidad, discutir sin dejar cicatrices, poner la experiencia delante de su comprensión y la inteligencia por detrás de la acción...; un marco donde no mirar la cuenta es una virtud y donde mirar otras cuentas es esencial; un marco donde gana el que hace y pierde el que no hace, más allá de quién tenga razón. Un marco -en definitiva- en el que se ha movido todo, pero primero y antes que nada la expectativa de la empresa respecto al dinero.
Dicho de una manera más categórica: si quieres seguir monetizando como siempre..., o mejor aún, si consideras que monetizar sigue queriendo decir -como el sentido común nos indica- ganar dinero o probar que ganarás dinero..., si sigues en ésas -entonces-, estarás excluido de todo. El modelo cambió, y hoy día ganar dinero no quiere decir ganar dinero, y eso no resulta contradictorio.
La movilidad no es la de los móviles, es la nuestra. Deberíamos pasar a llamarnos los movidos, y movernos, efectivamente. Asumir que cuando las cosas no se entienden, mejor actuar, porque actuando, movemos el marco semántico y creamos nuevas posibilidades de comprensión. Y quedarnos quietos, aunque pueda ser más barato, seguro que es completamente inútil; o sea, nefasto. Moverse mueve el punto de vista, y moviéndolo se renuevan las oportunidades de comprensión de lo que estamos o deberíamos estar haciendo.
Provoca -claro que sí- decirnos que entonces todo esto les toca a los jóvenes y no a nosotros; provoca salirse de un juego que desespera porque no se entiende. Y puede ser.... Lo que no creo que valga la pena es que -con resignación o con ironía cínica- queramos seguir jugando como jugábamos, esperando que amaine, como si fuera a amainar.