El machismo es desigualdad; la desigualdad, abuso; el abuso llega a la discriminación conforme se mantiene en el tiempo; y la discriminación así instaurada recurre a la violencia para conseguir la sumisión a un modelo abusivo y violento. Y todo ello es injusticia, injusticia social que nace de las referencias culturales que nos hemos dado para convivir.
Por todo ello, el machismo y los machistas se benefician de la impunidad que nace de las dudas que interesadamente se generan sobre la realidad de la violencia de género. Un ejemplo lo tenemos en el reciente informe del Observatorio del CGPJ sobre las denuncias y las principales actuaciones judiciales en materia de violencia de género a lo largo de 2014. Si tomamos alguno de sus datos para hacer un boceto de la realidad, nos encontramos con la siguiente imagen:
Todo ello refleja sólo una parte del problema, puesto que la Macroencuesta de 2011 recogió que la verdadera dimensión de la violencia de género no son las 126.742 denuncias, sino las 593.038 mujeres que la sufren. Es decir, las 1624 mujeres que cada día son agredidas por los hombres con los que comparten o han compartido una relación, un número muy superior al de las denuncias, como también evidenciaron las macroencuestas anteriores.
Tomando como referencia esa realidad social -no sólo la judicial-, el número de condenas representa un 4.8% de todos los casos. O lo que es lo mismo, que de todos los maltratadores reconocidos por sus víctimas sólo el 4.8% es condenado por la violencia ejercida. El 95.2% restante no son condenados.
Sólo desde la impunidad se puede entender que la violencia de género no disminuya y que, tal y como reflejan las macroencuestas de 2006 y 2011, haya aumentado como consecuencia de la transformación que están protagonizando las mujeres y de la resistencia que muchos hombres están oponiendo, incluso por medio de la violencia, para que todo siga bajo la idea del siempre. Cada uno de esos casi 600.000 maltratadores se atreve a utilizar la violencia contra la mujer con la que comparten la relación, porque perciben esa impunidad y porque se sienten apoyados por las justificaciones que al mismo tiempo culpabilizan a las mujeres y las acusan de denunciar falsamente. De ese modo, hacen de la impunidad no sólo un resultado, sino una razón para continuar con la desigualdad, los privilegios y la violencia.
Quedémonos sólo con lo más grave, con esas 28.365 condenas al año en un contexto de violencia que, además, da lugar a unos 60 homicidios de mujeres. Sólo estos resultados objetivos ya serían un drama en cualquier sociedad justa, y con toda seguridad originarían una reacción intensa contra las circunstancias que los produjeran, máxime si se trata de un hecho que se repite año a año. Pero que 28.365 hombres sean condenados por maltratar a las mujeres con las que mantienen una relación basada en el afecto y el amor y que 60 de ellos asesinen cada año a estas mujeres, no es un problema social lo suficientemente grave para que se produzca esa reacción. En cambio, esa misma sociedad cómplice con su silencio y su normalidad, sí toma la palabra con la voz grave de los portavoces del machismo para señalar la otra parte y darle un significado que encaje en sus ideas.
El posmachismo habla de que las condenas representan el 22.4% de las denuncias, y el significado que le dan es que el resto, ese 77.6% restante, son denuncias falsas, y lo hacen con la única prueba de que han sido interpuestas por "mujeres contra hombres", porque "ya se sabe" que las mujeres son malas y perversas" y los "hombres, buenos, honrados", como dice el Derecho al referirse al "buen padre de familia". Y se quedan tan tranquilos en su razonamiento y, por supuesto, ni siquiera dicen algo sobre la barbaridad que suponen esas "sólo" 28.365 condenas y los 60 homicidios, una actitud que los desenmascara en su estrategia y revela su interés por mantener la violencia de género en el rincón oscuro del hogar donde ha estado siempre, para defender así el machismo como principal argumento para mantener la impunidad y los privilegios.
El problema no son las denuncias falsas, sino la sociedad falsa que calla y se mantiene pasiva cuando sólo se denuncia un 21.4% de la violencia de género, y cuando del total de los casos denunciados sólo se condena un 22.4%; o sea, el 4.8% del total que ya hemos comentado, a pesar de los más que evidentes datos sobre la realidad de la violencia de género. Por supuesto que no todos los casos deben acabar en una sentencia condenatoria si los elementos probatorios no son los suficientemente objetivos como para romper la presunción de inocencia, a diferencia del posmachsimo, que condena a las mujeres como autoras de un delito de denuncias falsas. Aquí no condenamos a los hombres, pero sí decimos que los hombres maltratadores no pueden quedar impunes, y que muchos quedan por un problema de investigación y de valoración de la prueba.
Una sociedad que justifica la violencia de género, que cuenta con un 3% de población que afirma que es aceptable en "algunas ocasiones" (Eurobarómetro, 2010), que hace que aumenten las mujeres que retiran la denuncia, que responde disminuyendo la concesión de órdenes de protección solicitadas -y todo ello mientras continúan los homicidios y las agresiones-, es una sociedad falsa que dice estar en contra de esta violencia, pero que no hace lo suficiente para erradicar esta violencia y la desigualdad que la genera. Veamos algunos datos que demuestran el déficit en la respuesta y no la falsedad de la violencia de género, como intenta confundir el posmachismo.
Los datos son rotundos, porque hacen referencia a las mujeres asesinadas por sus parejas; no creo que nadie pueda dudar de la realidad de la violencia de género cuando se expresa como homicidio. Veamos dos de ellos. El primer dato que llama la atención de 2014 es que entre las mujeres asesinadas, un 31.5% había denunciado con anterioridad, la cifra más alta, sólo superada por unas décimas en el ya lejano 2006. El segundo es que de estas mujeres que confiaron en el sistema y denunciaron -aunque al final fueron asesinadas mientras otros hombres decían que habían "denunciado falsamente"-, un 5.6% habían retirado la denuncia antes de ser asesinadas, algo que los posmachistas utilizan como demostración de la falsedad, cuando, como se puede ver, sólo es parte de la violencia y de las presiones que existen sobre las mujeres que denuncian.
Por otra parte, las mujeres que fueron asesinadas habían solicitado una medida de protección en el 18.5%, pero sólo les fue concedida al 16.7%. Es decir, que a pesar de pedir una protección conscientes de que estaban en una situación de riesgo, en lugar de creerlas y de estudiar a fondo sus circunstancias, se concluyó que no era para tanto y no se adoptó ninguna protección. Todo indica que no eran las mujeres las que mentían o exageraban cuando al final fueron asesinadas, lo mismo que no es cierto que denuncien falsamente cuando sufren violencia y nos las matan.
¿A quién creemos¿ Al posmachismo que dice que las mujeres denuncian falsamente con la única prueba de que quien interpone la denuncia "es mujer", y que habla del 80% de denuncias falsas cuando la Fiscalía General del Estado recoge que representan el 0'010%? ¿A la sociedad en la que a pesar de las agresiones y homicidios sólo un 1% entiende que la violencia de género es un problema grave (Barómetros del CIS), a esa sociedad que es incapaz de proteger a las mujeres que denuncian, hasta el punto de que un 31'5% son asesinadas después de haberlo hecho -en parte porque no las creen y no conceden las medidas de protección que solicitan- o que permite que siga aumentando la retirada de denuncias, incluso cuando son asesinadas (en 2013 el 1'9% de las mujeres asesinadas había retirado la denuncia, y en 2014 lo había hecho el 5'6%, ¡3'7 puntos más!)?
¿O creemos a quienes ponen de manifiesto cómo la desigualdad ha normalizado la violencia y su significado, a quienes muestran que la primera respuesta es dudar de la mujer y no creerla, a quienes nos enseñan que la respuesta a la violencia de género es insuficiente, incluso en los casos de homicidio, a los que ponen de manifiesto que los argumentos posmachistas son falsos?
Al margen de los datos objetivos que hemos expuesto, está claro que no podemos creer a quien dice que la violencia de género es aceptable, ni a quien intenta manipular los datos para presentar la respuesta aún insuficiente de una sociedad que quiere acabar con esta violencia, como demostración de una irrealidad que sólo está en su deseo.
La violencia de género existe, y lo hace con una dimensión que lleva a que sólo se denuncien un 21.4% de los casos, y a que se condene al 4.8% de los agresores, dejando al 95.2% restante en la impunidad. Lo que necesitamos es mejorar los recursos y la investigación en cada uno de los casos, además de la respuesta para que las mujeres puedan salir de esta situación a través de la atención, la recuperación y la denuncia, algo que los machistas temen, porque significaría el fin de sus privilegios y de su impunidad. Así de simple.
Este post fue publicado inicialmente en el blog del autor
Por todo ello, el machismo y los machistas se benefician de la impunidad que nace de las dudas que interesadamente se generan sobre la realidad de la violencia de género. Un ejemplo lo tenemos en el reciente informe del Observatorio del CGPJ sobre las denuncias y las principales actuaciones judiciales en materia de violencia de género a lo largo de 2014. Si tomamos alguno de sus datos para hacer un boceto de la realidad, nos encontramos con la siguiente imagen:
- 126.742 denuncias a lo largo del año, es decir, 347 al día.
- 18.775 órdenes de protección, a pesar de que sólo se conceden un 57.2% de las solicitadas, lo cual supone que cada día 51.4 mujeres tienen que ser protegidas de manera directa ante la amenaza de sus parejas.
- 59.041 medidas de protección; o sea, 161 diarias, contemplando, fundamentalmente, el alejamiento del hombre con el que convivían estas mujeres, porque si se mantienen cerca, lo más probable es que vuelva a agredirlas.
- 28.365 condenas al año, indicando que cada día, 77 de los hombres denunciados son condenados.
Todo ello refleja sólo una parte del problema, puesto que la Macroencuesta de 2011 recogió que la verdadera dimensión de la violencia de género no son las 126.742 denuncias, sino las 593.038 mujeres que la sufren. Es decir, las 1624 mujeres que cada día son agredidas por los hombres con los que comparten o han compartido una relación, un número muy superior al de las denuncias, como también evidenciaron las macroencuestas anteriores.
Tomando como referencia esa realidad social -no sólo la judicial-, el número de condenas representa un 4.8% de todos los casos. O lo que es lo mismo, que de todos los maltratadores reconocidos por sus víctimas sólo el 4.8% es condenado por la violencia ejercida. El 95.2% restante no son condenados.
Sólo desde la impunidad se puede entender que la violencia de género no disminuya y que, tal y como reflejan las macroencuestas de 2006 y 2011, haya aumentado como consecuencia de la transformación que están protagonizando las mujeres y de la resistencia que muchos hombres están oponiendo, incluso por medio de la violencia, para que todo siga bajo la idea del siempre. Cada uno de esos casi 600.000 maltratadores se atreve a utilizar la violencia contra la mujer con la que comparten la relación, porque perciben esa impunidad y porque se sienten apoyados por las justificaciones que al mismo tiempo culpabilizan a las mujeres y las acusan de denunciar falsamente. De ese modo, hacen de la impunidad no sólo un resultado, sino una razón para continuar con la desigualdad, los privilegios y la violencia.
Quedémonos sólo con lo más grave, con esas 28.365 condenas al año en un contexto de violencia que, además, da lugar a unos 60 homicidios de mujeres. Sólo estos resultados objetivos ya serían un drama en cualquier sociedad justa, y con toda seguridad originarían una reacción intensa contra las circunstancias que los produjeran, máxime si se trata de un hecho que se repite año a año. Pero que 28.365 hombres sean condenados por maltratar a las mujeres con las que mantienen una relación basada en el afecto y el amor y que 60 de ellos asesinen cada año a estas mujeres, no es un problema social lo suficientemente grave para que se produzca esa reacción. En cambio, esa misma sociedad cómplice con su silencio y su normalidad, sí toma la palabra con la voz grave de los portavoces del machismo para señalar la otra parte y darle un significado que encaje en sus ideas.
El posmachismo habla de que las condenas representan el 22.4% de las denuncias, y el significado que le dan es que el resto, ese 77.6% restante, son denuncias falsas, y lo hacen con la única prueba de que han sido interpuestas por "mujeres contra hombres", porque "ya se sabe" que las mujeres son malas y perversas" y los "hombres, buenos, honrados", como dice el Derecho al referirse al "buen padre de familia". Y se quedan tan tranquilos en su razonamiento y, por supuesto, ni siquiera dicen algo sobre la barbaridad que suponen esas "sólo" 28.365 condenas y los 60 homicidios, una actitud que los desenmascara en su estrategia y revela su interés por mantener la violencia de género en el rincón oscuro del hogar donde ha estado siempre, para defender así el machismo como principal argumento para mantener la impunidad y los privilegios.
El problema no son las denuncias falsas, sino la sociedad falsa que calla y se mantiene pasiva cuando sólo se denuncia un 21.4% de la violencia de género, y cuando del total de los casos denunciados sólo se condena un 22.4%; o sea, el 4.8% del total que ya hemos comentado, a pesar de los más que evidentes datos sobre la realidad de la violencia de género. Por supuesto que no todos los casos deben acabar en una sentencia condenatoria si los elementos probatorios no son los suficientemente objetivos como para romper la presunción de inocencia, a diferencia del posmachsimo, que condena a las mujeres como autoras de un delito de denuncias falsas. Aquí no condenamos a los hombres, pero sí decimos que los hombres maltratadores no pueden quedar impunes, y que muchos quedan por un problema de investigación y de valoración de la prueba.
Una sociedad que justifica la violencia de género, que cuenta con un 3% de población que afirma que es aceptable en "algunas ocasiones" (Eurobarómetro, 2010), que hace que aumenten las mujeres que retiran la denuncia, que responde disminuyendo la concesión de órdenes de protección solicitadas -y todo ello mientras continúan los homicidios y las agresiones-, es una sociedad falsa que dice estar en contra de esta violencia, pero que no hace lo suficiente para erradicar esta violencia y la desigualdad que la genera. Veamos algunos datos que demuestran el déficit en la respuesta y no la falsedad de la violencia de género, como intenta confundir el posmachismo.
Los datos son rotundos, porque hacen referencia a las mujeres asesinadas por sus parejas; no creo que nadie pueda dudar de la realidad de la violencia de género cuando se expresa como homicidio. Veamos dos de ellos. El primer dato que llama la atención de 2014 es que entre las mujeres asesinadas, un 31.5% había denunciado con anterioridad, la cifra más alta, sólo superada por unas décimas en el ya lejano 2006. El segundo es que de estas mujeres que confiaron en el sistema y denunciaron -aunque al final fueron asesinadas mientras otros hombres decían que habían "denunciado falsamente"-, un 5.6% habían retirado la denuncia antes de ser asesinadas, algo que los posmachistas utilizan como demostración de la falsedad, cuando, como se puede ver, sólo es parte de la violencia y de las presiones que existen sobre las mujeres que denuncian.
Por otra parte, las mujeres que fueron asesinadas habían solicitado una medida de protección en el 18.5%, pero sólo les fue concedida al 16.7%. Es decir, que a pesar de pedir una protección conscientes de que estaban en una situación de riesgo, en lugar de creerlas y de estudiar a fondo sus circunstancias, se concluyó que no era para tanto y no se adoptó ninguna protección. Todo indica que no eran las mujeres las que mentían o exageraban cuando al final fueron asesinadas, lo mismo que no es cierto que denuncien falsamente cuando sufren violencia y nos las matan.
¿A quién creemos¿ Al posmachismo que dice que las mujeres denuncian falsamente con la única prueba de que quien interpone la denuncia "es mujer", y que habla del 80% de denuncias falsas cuando la Fiscalía General del Estado recoge que representan el 0'010%? ¿A la sociedad en la que a pesar de las agresiones y homicidios sólo un 1% entiende que la violencia de género es un problema grave (Barómetros del CIS), a esa sociedad que es incapaz de proteger a las mujeres que denuncian, hasta el punto de que un 31'5% son asesinadas después de haberlo hecho -en parte porque no las creen y no conceden las medidas de protección que solicitan- o que permite que siga aumentando la retirada de denuncias, incluso cuando son asesinadas (en 2013 el 1'9% de las mujeres asesinadas había retirado la denuncia, y en 2014 lo había hecho el 5'6%, ¡3'7 puntos más!)?
¿O creemos a quienes ponen de manifiesto cómo la desigualdad ha normalizado la violencia y su significado, a quienes muestran que la primera respuesta es dudar de la mujer y no creerla, a quienes nos enseñan que la respuesta a la violencia de género es insuficiente, incluso en los casos de homicidio, a los que ponen de manifiesto que los argumentos posmachistas son falsos?
Al margen de los datos objetivos que hemos expuesto, está claro que no podemos creer a quien dice que la violencia de género es aceptable, ni a quien intenta manipular los datos para presentar la respuesta aún insuficiente de una sociedad que quiere acabar con esta violencia, como demostración de una irrealidad que sólo está en su deseo.
La violencia de género existe, y lo hace con una dimensión que lleva a que sólo se denuncien un 21.4% de los casos, y a que se condene al 4.8% de los agresores, dejando al 95.2% restante en la impunidad. Lo que necesitamos es mejorar los recursos y la investigación en cada uno de los casos, además de la respuesta para que las mujeres puedan salir de esta situación a través de la atención, la recuperación y la denuncia, algo que los machistas temen, porque significaría el fin de sus privilegios y de su impunidad. Así de simple.
Este post fue publicado inicialmente en el blog del autor