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De parte de una ucraniana en París: cuando mi país se rebela

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Hace más de un año que solo puedo mantenerme informada de la situación política en Ucrania gracias al telediario, o por las conversaciones con mi familia y mis amigos, pero sin ver nada con mis propios ojos.

Me vi en la obligación de irme de Ucrania forzada por las amenazas y la presión ejercidas por mi Gobierno, pero el año pasado intenté en múltiples ocasiones volver a mi país. Luego, descubrí el mensaje de Yanukovich, que pedía oficialmente mi detención: si viajaba a Ucrania, iría directamente del aeropuerto a la cárcel.

En esa ocasión, mis compatriotas no reconocieron el olor rancio de la dictadura, pero ahora ya no se engaña nadie, y nadie puede soportar ese olor.

Desde la caída de la URSS y la independencia de Ucrania, no hemos acudido a un levantamiento político de una amplitud comparable a la del que estamos viviendo ahora.

Aunque el territorio ucraniano existe desde hace 882 años, Ucrania sigue siendo un país joven, que no nació como Estado independiente hasta el 24 de agosto de 1991, cuando la Unión Soviética se disolvió. La historia de nuestra tierra siempre ha estado ligada a la de un imperio, y el pueblo ucraniano se ha visto forzado a reconocerse en una identidad extranjera.

Conocimos la Revolución naranja en 2004, que hizo germinar en nosotros nuevas ideas, conceptos de libertad. Palabras como "revolución" o "poder para el pueblo" nos resultaban desconocidas hasta entonces. Sabemos que podemos sentirnos orgullosos de ser ucranianos. De hecho, yo lo estoy. Y estoy convencida de que la gente que sale hoy a las calles también lo está.

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Inna Schevchenko (a la izquierda), el 1 de diciembre de 2013, ante la Embajada de Ucrania. Unos minutos después, orinaría sobre una foto del presidente Yanukovich.



Durante dos meses, el pueblo ha protestado sin interrupción contra la ocupación rusa y contra la política de Yanukovich, que imita el modelo de Putin.

Como única recompensa por esta continua movilización pacífica, el Gobierno presentó nuevas leyes la semana pasada como castigo frente al intenso compromiso político de la población. Estas leyes prohíben las manifestaciones y prevén una pena de hasta 15 años de prisión.

Sin embargo, la sanción de Yanukovich no tuvo ninguno de los resultados esperados. La gente no se ha quedado en su casa, sino que ha salido a la calle para luchar. Estos días vemos imágenes de un país en plena rebelión. Y apoyo ese levantamiento como nunca antes lo había hecho.

Lo apoyo porque rechaza el régimen de Yanukovich, ese asesino cuya política de vehículos militares y de carros de asalto autoriza a la policía a llevar armas en las manifestaciones y ha provocado la muerte de cinco disidentes en la plaza de la Independencia. Lo apoyo porque rechaza la realidad de Ucrania, donde periodistas como Tetyana Chornovol son agredidos de forma salvaje, o deben huir del país, como Vitaliy Portnikov, o simplemente pierden sus ojos por el fuego de la policía, en plena plaza, mientras se limitan a hacer su trabajo. Incluso creo que este levantamiento debería tener lugar frente a la sede presidencial, pues rechaza a los líderes de un país donde activistas como Yuriy Lutzenko son secuestrados y torturados por los servicios secretos, de la misma manera que nosotras, FEMEN, fuimos torturadas en Bielorrusia en 2011. Apoyo este levantamiento porque este Gobierno nos rechaza, a mí y a otros militantes fuera de nuestro país.

No estoy a favor de la violencia, ¡pero sí a favor de la insurrección! Es una muralla contra esta opresión estalinista a la cual debemos enfrentarnos. No es otra cosa que una muralla para proteger los Derechos Humanos frente a asesinos como Yanukovich.

Ya no se trata de protestas; esto es una revolución. El pueblo sabe que nadie le regalará sus derechos, que hay que ir a buscarlos. Los ucranianos no apoyan a líderes de la oposición excesivamente débiles como el famoso boxeador Klitchko, que recomienda "mantener la calma" en un momento en el que ya es imposible.

Hemos entendido lo que quieren hacer con nosotros y con nuestra libertad, pero ahora ¡que nos escuchen a nosotros!

Para terminar, no llamaré a los ucranianos a que combatan por sus derechos, pues ya lo están haciendo, y esto seguirá, ahora lo tengo claro.

En cambio, pido a Europa que no se olvide de la adhesión de Ucrania a la Unión Europea. El proceso ya está en marcha, nos acercamos a los cánones europeos, y además nos estamos haciendo oír. Llamo a todas las democracias a unirse a este combate; porque no solo se trata de Ucrania, sino de lo que grandilocuentemente llamamos los "Derechos Humanos". Llamo a la Unión Europea y a los Estados Unidos a emprender sanciones político-económicas contra el presidente y el Gobierno, lo que supondrá un apoyo a los ciudadanos que luchan por la libertad.

En fin, estad seguros de que los insurgentes no son extremistas ni activistas radicales, sino simplemente ucranianos radicalmente oprimidos y extremadamente hartos. Esta es nuestra revolución nacional. ¡Vale la pena por Ucrania!

Vuestra querida ucraniana en Francia, Inna FEMEN.

Traducción de Marina Velasco Serrano


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