Conducía yo un pelín distraído. No es un buen hábito restar ni una pizca de atención a la carretera pero no conseguía quitarme de la cabeza, una y otra vez, una pregunta cuya respuesta se había convertido casi en un desafío: ¿qué podía echar en falta en el nuevo Kia Sorento? De sacarme de mi ensimismamiento se encargó precisamente un sistema de alerta de cambio de carril, porque de otro modo creo que todavía seguiría dándole vueltas al asunto...
Ya desde el primer golpe de vista el todocamino más "fardón" de Kia me deslumbró. No voy a hacer comparaciones directas por aquello de que son odiosas, pero me recordó a otro automóvil de su estilo de una prestigiosa marca alemana. Su color blanco nacarado era el manto ideal para una carrocería atractiva a imponente, de 4,80 metros de longitud y que representa un salto cualitativo espectacular en diseño y elegancia respecto a la anterior generación del Sorento. El primero de muchos.
Cruzamos el umbral de la puerta y nos acomodamos en un coche amplio, lo previsible para sus dimensiones pero además con el espacio bien aprovechado. Cinco plazas cómodas y de regalo, dos posteriores escamoteables en el maletero para un uso más esporádico: no sirven para que un adulto viaje de Madrid a Cádiz pero sí para lleva a un par de críos a una fiesta cumpleaños infantil de esas numerosas... Además, la modularidad de los asientos permite sacar el máximo partido a la capacidad del habitáculo, que va desde los 142 litros con las siete plazas disponibles a nada menos que 1.662 si abatimos la segunda fila, pasando por unos excelentes 605 en la configuración más habitual de cinco pasajeros. Es decir, que se antoja como un vehículo ideal también para nuestro tiempo de ocio, preparado para transportar cuanto precisemos sin estrecheces y con detalles tan valiosos como la apertura eléctrica automática del portón del maletero.
Y ya que hablamos de exquisiteces, toca referirse al despliegue de equipamiento del nuevo Sorento, el complemento ideal para la incuestionable calidad en sus materiales y acabados. Kia ha tirado la casa por la ventana para demostrar de lo que son capaces y desterrar, si es que alguien aún lo piensa, ese prejuicio obsoleto de que los fabricante coreanos están un paso por detrás en este sentido respecto a sus competidores europeos o japoneses. Nuestra versión de pruebas, todo hay que decirlo, era la tope de gama (Emotion) y con accesorios añadidos, así que difícil encontrar algo que le faltara tanto en materia de confort como de seguridad o información. Tanto es así que el despliegue de mandos, botoncitos y posibilidades puede llegar a apabullar en los primeros instantes al volante, aunque pronto nos habituamos y comprobamos que cada uno de ellos tiene su sentido, su función y una utilidad que nos hará la vida más sencilla mientras conducimos.
La web de Kia nos detalla la completísima dotación de la propuesta de versiones del Sorento, pero no me gustaría dejar de destacar algunos elementos difíciles de encontrar en competidores de segmento de esas marcas que ahora llamamos Premium: asientos delanteros calefactables por resistencia térmica (al igual que el volante) o enfriables por ventilación, iluminación adaptativa, techo panorámico acristalado y abatible, control de velocidad de crucero activo, retrovisores exteriores con aviso de vehículo en el ángulo muerto, sistema de reconocimiento de señales de tráfico, freno de estacionamiento eléctrico, asistente para el aparcamiento.... Y por supuesto la advertencia de cambio involuntario de carril que me ayudó a mí a volver a la tarea de la conducción. Todo lo que podamos imaginar por debajo de este despliegue casi me atrevería a decir que el Sorento Emotion lo lleva.
¿En qué se traduce semejante exhibición de poderío de Kia? Pues en un automóvil realmente excepcional en cuanto a su relación entre la calidad y el precio. Porque mecánicamente el nuevo Sorento tampoco defrauda gracias a un refinado motor turbodiésel de 2,2 litros y un rendimiento de 200 CV, capaz de combinar unas prestaciones más que sobradas para la mayoría, con unos consumos bastante ajustados considerando sus dimensiones y peso, sin olvidar una suavidad de funcionamiento encomiable. Si a todo ello sumamos la efectividad del cambio automático de seis velocidades (también se vende con una caja manual de las mismas relaciones, pero personalmente me decanto sin duda por la primera) el resultado es un todocamino solvente en cualquier tipo de carretera y que en ciudad, pese a lo que pudiera parecer por su tamaño, se maneja igualmente con soltura.
Aún hay más. Si calificamos al Sorento como todocamino debemos aclarar si nos referimos a una denominación justificada o a una simple definición comercial de producto. Obviamente ningún coche de este estilo ha sido concebido para competir en el Dakar, pero en el caso que nos ocupa sus posibilidades camperas van más allá de la media del segmento y de lo que muchos podrían intuir. Para empezar monta un sistema de tracción a las cuatro ruedas que resulta determinante para circular sobre firmes de baja adherencia, mientras que su altura libre al suelo y sus suspensiones independientes toleran circular por caminos o pistas que no resulten especialmente exigentes.
En definitiva, que en términos de diseño, calidad, tecnología, seguridad y confort me sigue costando encontrarle inconvenientes serios al Kia Sorento. Entiendo que haya quien siga prefiriendo llevar en el capó un codiciado símbolo de otras marcas de quizá más abolengo, pero personalmente si quisiera darle la mayor rentabilidad a mi dinero consideraría muy seriamente esta opción coreana. Y tenemos sus siete años de garantía para convencernos de que no nos hemos equivocado...