A mi tía Chelo y a Helena
Hoy, día 13 de abril de 2015, ha sido un día feo. Ha querido el destino que coincidan las muertes de dos escritores que han ayudado a definir el siglo: el alemán Günter Grass , y el uruguayo, Eduardo Galeano, el Duri.
Ambos coincidieron en su actitud vital ante la vida: el compromiso, la denuncia, un sentido del humor iluminador y una capacidad de análisis y pensamiento que deja a sus lectores con una sonrisa crítica.
Basta leer la trilogía de Danzig: El gato y el ratón, Años de perro, y, claro, El tambor de hojalata del Nobel germano para entender las consecuencias de la inmediata posguerra europea. Su influencia, bien se ha dicho, sirvió para renovar la literatura y, en particular, la literatura en español.
Galeano es otro caso de compromiso político y estético sin parangón. Más allá de Las venas abiertas de América Latina, su libro más conocido, quiero rememorar sus maravillosos libros de relatos breves, punzantes y divertidos (microcuentos, diríamos): la trilogía de Memoria del fuego (Los nacimientos: desde la creación del mundo hasta el siglo XVII; Las caras y las máscaras: siglos XVIII y XIX y El siglo del viento: siglo XX), amén de su muy personal Libro de los abrazos y el divertido Patas Arriba. La escuela del mundo al revés. En un ejemplo magnífico de fragmentación lúcida nos presenta un relato breve interconectado que se engarza para explicarnos el sentido del mundo.
El Duri es, asimismo, memoria familiar y personal, y fue amigo de mi padre (y de la familia) durante toda su vida. Reproduzco unas líneas del original manuscrito que realizó para un volumen en memoria de mi padre y que se encuentra, con variantes, en Poesía, zona peligrosa, Madrid, Libertarias/Prodhufi, 1993 (15):
Tengan este regalo y, sobre todo, sírvales para recordarlo; del latín re-cordis (volver a pasar por el corazón).
Hoy, día 13 de abril de 2015, ha sido un día feo. Ha querido el destino que coincidan las muertes de dos escritores que han ayudado a definir el siglo: el alemán Günter Grass , y el uruguayo, Eduardo Galeano, el Duri.
Ambos coincidieron en su actitud vital ante la vida: el compromiso, la denuncia, un sentido del humor iluminador y una capacidad de análisis y pensamiento que deja a sus lectores con una sonrisa crítica.
Basta leer la trilogía de Danzig: El gato y el ratón, Años de perro, y, claro, El tambor de hojalata del Nobel germano para entender las consecuencias de la inmediata posguerra europea. Su influencia, bien se ha dicho, sirvió para renovar la literatura y, en particular, la literatura en español.
Galeano es otro caso de compromiso político y estético sin parangón. Más allá de Las venas abiertas de América Latina, su libro más conocido, quiero rememorar sus maravillosos libros de relatos breves, punzantes y divertidos (microcuentos, diríamos): la trilogía de Memoria del fuego (Los nacimientos: desde la creación del mundo hasta el siglo XVII; Las caras y las máscaras: siglos XVIII y XIX y El siglo del viento: siglo XX), amén de su muy personal Libro de los abrazos y el divertido Patas Arriba. La escuela del mundo al revés. En un ejemplo magnífico de fragmentación lúcida nos presenta un relato breve interconectado que se engarza para explicarnos el sentido del mundo.
El Duri es, asimismo, memoria familiar y personal, y fue amigo de mi padre (y de la familia) durante toda su vida. Reproduzco unas líneas del original manuscrito que realizó para un volumen en memoria de mi padre y que se encuentra, con variantes, en Poesía, zona peligrosa, Madrid, Libertarias/Prodhufi, 1993 (15):
Un día, en una isla frente a las costas del África, yo conocí al poeta que solo odia a la muerte cuando la piensa en los demás.
El poeta, hijo del cante flamenco y de César Vallejo, anda pasos y palabras entre su sol y su sombra, por los laberintos del alma y de Andalucía y el mundo, y mientras va nos descubre las luces que nacen de adentro y las lluvias que llueven desde la tierra al cielo.
Tengan este regalo y, sobre todo, sírvales para recordarlo; del latín re-cordis (volver a pasar por el corazón).