La economía entró otra vez en crisis. Un cóctel peligroso de inflación cercana al 30%, déficit fiscal, maltrato a la inversión privada, tipo de cambio atrasado y una presidenta a media máquina, le hicieron perder al país 12.400 millones de dólares de reservas del banco central en 2013. El peso se devaluó 22% sólo en enero (15% en los últimos tres días) y reina la incertidumbre.
A pesar de una década (2003-2013) de crecimiento promedio del 7%, la economía argentina vuelve a padecer de sus mismos históricos problemas: descontrol en el gasto público, emisión monetaria excesiva, reglas de juego cambiantes e inflación.
Los números de 2013 fueron malos y dejaron un panorama tan incierto para este año que ya en enero el gobierno parece no tener margen de maniobra.
El déficit fiscal fue equivalente al 6% del PBI y como el default de deuda externa de 2001 todavía se sigue discutiendo en demandas de fondos especulativos en Nueva York, la tasa más competitiva que obtuvo el gobierno cuando analizó la posibilidad de tomar deuda en el exterior para cubrir el rojo fiscal fue del 15% anual.
La solución fue emitir pesos a niveles récord (40 mil millones de dólares sólo en diciembre, unos 4.200 millones de euros) que no hicieron otra cosa que seguir alentando la inflación.
El superávit comercial, aún con fuertes trabas a las importaciones que impone el gobierno desde 2011 para no perder reservas monetarias, fue de 9.024 millones de dólares, unos 6.600 millones de euros, 2.200 millones de euros menos que en 2012.
Las reservas del banco central y la inflación fueron los dos grandes dolores de cabeza del gobierno de Cristina Fernández. Se perdieron 12.400 millones de dólares (8800 millones de euros) en todo 2013, en gran parte, para pagar compromisos de deuda externa. Y al ritmo que se vienen perdiendo en enero, hay resto para 300 días más. Como las exportaciones agropecuarias no alcanzan para saldar la cuenta, varias empresas abandonaron el país o frenaron sus planes de expansión y no ingresan nuevas inversiones, el gobierno salió a frenar abruptamente el drenaje. Restringió al máximo la compra de divisas para ahorro y turismo, permite sólo dos compras al año en sitios web del exterior y creó un impuesto para los autos importados de alta gama que se extendió también para los nacionales.
La inflación de diciembre, según mediciones privadas, osciló entre 3% y 4% (las desacreditadas estadísticas oficiales hasta reconocieron un 1,5% la más alta de los últimos 5 años) y enero podría llegar al 5 por ciento, en parte, por el aumento en los peajes en las rutas del país de entre 20% y 50% y del boleto del ómnibus en Buenos Aires del 66 por ciento.
Ante este panorama de alza de precios de 30% anual y pérdida de poder adquisitivo del salario, el dólar -especialmente el llamado paralelo, fuera de la cotización oficial- pasó a ser el principal refugio de inversión y ahorro. La brecha entre el dólar oficial y el paralelo superó el 70 por ciento. El equipo económico venía llevando a cabo una devaluación a cuentagotas pero sostenida en 2013 (34% acumulado) para actualizar el tipo de cambio y tratar de conseguir más divisas vía exportaciones. La mayor demanda del dólar y la acelerada pérdida de reservas complicó los planes y tan sólo en enero la devaluación fue del 22 por ciento (15% en las últimas tres jornadas). Un dólar hoy vale 8 dólares en el mercado oficial y 12 en el paralelo (hoteles, casas de cambio no legalizadas, joyerías).
El panorama social y político aumentan el nerviosismo generalizado y la impaciencia de la gente. La falta de inversiones en energía por tarifas atrasadas deterioró el servicio que prestan las distribuidoras eléctricas. Ante el calor del verano y una demanda récord de energía, los cortes de luz se multiplican en todo el país. Los miles de damnificados cortan las calles para quejarse del colapso del servicio que, según los expertos, puede tener solución recién en cinco años si se hacen las inversiones necesarias.
La salud de la presidenta Cristina Fernández es otra incógnita. Si bien fue dada de alta médica tras su intervención quirúrgica en noviembre por un pequeño tumor en la cabeza, sus apariciones públicas son esporádicas, trabaja tres horas por la tarde desde la residencia oficial, va a la casa Gobierno una vez por semana y parece desconectada del día a día.
El joven equipo económico, encabezado por Axel Kicillof, busca recuperar la confianza y dar señales de certidumbre hacia dentro y hacia afuera, tal vez un poco tarde ya, para que vuelvan los dólares. Se iniciaron negociaciones para saldar la deuda impaga con el Club de París, tras 13 años del default y para pagarle una indemnización a Repsol tras la expropiación de YPF. Ambas gestiones llevan tiempo y el gobierno necesita ya mismo mostrar una buena noticia económica.
Los especialistas no le dan mucho crédito a quienes toman las decisiones.
"La política económica es de zigzag, no hay un rumbo", opinó el ex ministro de Economía Roberto Lavagna. "El equipo económico no está a la altura de la situación", agregó Aldo Pignanelli, ex presidente del banco central.
El viernes culminó una semana fatal. La bolsa de Buenos Aires se desplomó 3% y el rebote llegó a la de Madrid que perdió un 3,6 por ciento por temor al impacto de las empresas españolas en la Argentina. La acción de YPF en la bolsa de Nueva York, un termómetro de los inversores por ser la petrolera la empresa que más atractivo genera por el enorme potencial de hidrocarburos no convencionales que tiene el país, cayó 28% entre el miércoles y el viernes. Ni la flexibilización de la restricción para comprar dólares para ahorro cambió la expectativa. Fue anunciada para descomprimir el clima pero dejó en evidencia que fue una medida aislada sin un plan integral por detrás.
La fuerte devaluación del peso dejó al país sin precios de referencia, más en los rubros que trabajan con componentes importados. Las automotrices suspendieron el viernes la venta en las concesionarias, los productores agropecuarios no pudieron comprar insumos y los comercios de electrodomésticos retiraron de la venta sus productos importados o los remarcaron hasta dos veces en el día.
La solución inmediata vuelve a recaer en la soja, que recién para marzo comenzarán a liquidarse sus exportaciones y así ingresarán dólares a la economía. Mientras tanto, el desafío es pasar el verano porteño, del que quedan por delante casi dos meses.
Este artículo se podrá leer en el blog del autor La revancha de Keynes
A pesar de una década (2003-2013) de crecimiento promedio del 7%, la economía argentina vuelve a padecer de sus mismos históricos problemas: descontrol en el gasto público, emisión monetaria excesiva, reglas de juego cambiantes e inflación.
Los números de 2013 fueron malos y dejaron un panorama tan incierto para este año que ya en enero el gobierno parece no tener margen de maniobra.
El déficit fiscal fue equivalente al 6% del PBI y como el default de deuda externa de 2001 todavía se sigue discutiendo en demandas de fondos especulativos en Nueva York, la tasa más competitiva que obtuvo el gobierno cuando analizó la posibilidad de tomar deuda en el exterior para cubrir el rojo fiscal fue del 15% anual.
La solución fue emitir pesos a niveles récord (40 mil millones de dólares sólo en diciembre, unos 4.200 millones de euros) que no hicieron otra cosa que seguir alentando la inflación.
El superávit comercial, aún con fuertes trabas a las importaciones que impone el gobierno desde 2011 para no perder reservas monetarias, fue de 9.024 millones de dólares, unos 6.600 millones de euros, 2.200 millones de euros menos que en 2012.
Las reservas del banco central y la inflación fueron los dos grandes dolores de cabeza del gobierno de Cristina Fernández. Se perdieron 12.400 millones de dólares (8800 millones de euros) en todo 2013, en gran parte, para pagar compromisos de deuda externa. Y al ritmo que se vienen perdiendo en enero, hay resto para 300 días más. Como las exportaciones agropecuarias no alcanzan para saldar la cuenta, varias empresas abandonaron el país o frenaron sus planes de expansión y no ingresan nuevas inversiones, el gobierno salió a frenar abruptamente el drenaje. Restringió al máximo la compra de divisas para ahorro y turismo, permite sólo dos compras al año en sitios web del exterior y creó un impuesto para los autos importados de alta gama que se extendió también para los nacionales.
La inflación de diciembre, según mediciones privadas, osciló entre 3% y 4% (las desacreditadas estadísticas oficiales hasta reconocieron un 1,5% la más alta de los últimos 5 años) y enero podría llegar al 5 por ciento, en parte, por el aumento en los peajes en las rutas del país de entre 20% y 50% y del boleto del ómnibus en Buenos Aires del 66 por ciento.
Ante este panorama de alza de precios de 30% anual y pérdida de poder adquisitivo del salario, el dólar -especialmente el llamado paralelo, fuera de la cotización oficial- pasó a ser el principal refugio de inversión y ahorro. La brecha entre el dólar oficial y el paralelo superó el 70 por ciento. El equipo económico venía llevando a cabo una devaluación a cuentagotas pero sostenida en 2013 (34% acumulado) para actualizar el tipo de cambio y tratar de conseguir más divisas vía exportaciones. La mayor demanda del dólar y la acelerada pérdida de reservas complicó los planes y tan sólo en enero la devaluación fue del 22 por ciento (15% en las últimas tres jornadas). Un dólar hoy vale 8 dólares en el mercado oficial y 12 en el paralelo (hoteles, casas de cambio no legalizadas, joyerías).
El panorama social y político aumentan el nerviosismo generalizado y la impaciencia de la gente. La falta de inversiones en energía por tarifas atrasadas deterioró el servicio que prestan las distribuidoras eléctricas. Ante el calor del verano y una demanda récord de energía, los cortes de luz se multiplican en todo el país. Los miles de damnificados cortan las calles para quejarse del colapso del servicio que, según los expertos, puede tener solución recién en cinco años si se hacen las inversiones necesarias.
La salud de la presidenta Cristina Fernández es otra incógnita. Si bien fue dada de alta médica tras su intervención quirúrgica en noviembre por un pequeño tumor en la cabeza, sus apariciones públicas son esporádicas, trabaja tres horas por la tarde desde la residencia oficial, va a la casa Gobierno una vez por semana y parece desconectada del día a día.
El joven equipo económico, encabezado por Axel Kicillof, busca recuperar la confianza y dar señales de certidumbre hacia dentro y hacia afuera, tal vez un poco tarde ya, para que vuelvan los dólares. Se iniciaron negociaciones para saldar la deuda impaga con el Club de París, tras 13 años del default y para pagarle una indemnización a Repsol tras la expropiación de YPF. Ambas gestiones llevan tiempo y el gobierno necesita ya mismo mostrar una buena noticia económica.
Los especialistas no le dan mucho crédito a quienes toman las decisiones.
"La política económica es de zigzag, no hay un rumbo", opinó el ex ministro de Economía Roberto Lavagna. "El equipo económico no está a la altura de la situación", agregó Aldo Pignanelli, ex presidente del banco central.
El viernes culminó una semana fatal. La bolsa de Buenos Aires se desplomó 3% y el rebote llegó a la de Madrid que perdió un 3,6 por ciento por temor al impacto de las empresas españolas en la Argentina. La acción de YPF en la bolsa de Nueva York, un termómetro de los inversores por ser la petrolera la empresa que más atractivo genera por el enorme potencial de hidrocarburos no convencionales que tiene el país, cayó 28% entre el miércoles y el viernes. Ni la flexibilización de la restricción para comprar dólares para ahorro cambió la expectativa. Fue anunciada para descomprimir el clima pero dejó en evidencia que fue una medida aislada sin un plan integral por detrás.
La fuerte devaluación del peso dejó al país sin precios de referencia, más en los rubros que trabajan con componentes importados. Las automotrices suspendieron el viernes la venta en las concesionarias, los productores agropecuarios no pudieron comprar insumos y los comercios de electrodomésticos retiraron de la venta sus productos importados o los remarcaron hasta dos veces en el día.
La solución inmediata vuelve a recaer en la soja, que recién para marzo comenzarán a liquidarse sus exportaciones y así ingresarán dólares a la economía. Mientras tanto, el desafío es pasar el verano porteño, del que quedan por delante casi dos meses.
Este artículo se podrá leer en el blog del autor La revancha de Keynes