Imagine un objeto esférico pequeño que se aproxima a toda velocidad a un muro de hormigón. ¿Qué puede pasar? Si el objeto es de cristal estallará en mil pedazos. Por el contrario, si es de goma rebotará y saldrá disparado en otra dirección. Podemos decir que el segundo objeto es resiliente.
En el ámbito de la psicología, la resiliencia se refiere a aquella cualidad de las personas para resistir y rehacerse ante situaciones traumáticas o de pérdida. Es decir, se trata de aquella habilidad para enfrentarnos a las adversidades, superarlas y salir fortalecidos, o incluso transformados. Generalmente, cuando pensamos en personas resilientes nos referimos a aquellas que han superado un proceso de enfermedad grave, la muerte de un ser querido o una experiencia traumática. Sin embargo, también podemos plantear la resiliencia como una cualidad que podría facilitar el proceso de recuperación de una persona que ha sufrido el contexto actual de crisis económica.
No se trata de una habilidad que venga de fábrica. En el imaginario popular existe la idea de que en la adversidad hacemos de tripas corazón o que el sufrimiento nos hace fuertes. No siempre es así, una experiencia negativa por sí misma no contiene elementos que garanticen una mayor sabiduría, entereza o evolución personal. Escuchamos a menudo que la crisis ha favorecido la creatividad y el desarrollo personal. Se trata de una lectura romántica, la crisis en muchos casos sólo ha generado crisis. No obstante, las consecuencias psicológicas de la pérdida de un empleo, nuestra vivienda o un deterioro económico severo pueden situarnos en un lugar en el que podemos cuestionar nuestras prioridades vitales. Pasado el shock inicial debemos plantear estrategias para recuperarnos, o incluso resurgir fortalecidos, e iniciar una segunda etapa de vida.
Desde la década de los ochenta, y especialmente en el campo de la psicología oncológica, se han desarrollado una gran cantidad de estudios enfocados a identificar qué dimensiones o rasgos de personalidad caracterizan a las personas resilientes. La autoestima, la competencia y apoyo social, el optimismo vital y la percepción de autonomía son identificados como los factores de mayor peso.
A continuación, algunos aspectos clave para ser una persona resiliente en tiempos de crisis:
Conócete a ti mismo/a. Explora tu trayectoria pasada y aprovecha para conocerte mejor. Intenta valorar de manera realista, y aceptar, tus triunfos y fracasos.
Replantea tus prioridades vitales. Reflexiona y pregúntate qué es lo que te hace feliz en la vida. Dedica tiempo para desarrollar aquellos aspectos que favorecen tu bienestar.
Responsabilízate. Es importante huir del victimismo, entendiendo las consecuencias de tus acciones y sin llegar a culpabilizarse por aquello ajeno a nuestro control. Debemos asumir que tenemos la capacidad para determinar el rumbo de nuestra vida, para lo bueno y para lo malo.
Cultiva tus relaciones. Desarrolla la empatía e intenta establecer nuevas relaciones interpersonales. Una red social amplia y sólida proporciona bienestar psicológico y apoyos concretos.
Intenta ser flexible. Debemos ser creativos y aceptar que el cambio es una parte esencial de la vida. A nuevos problemas, nuevas soluciones.
Piensa en positivo. Tanto si echas la vista atrás y haces balance de tu vida, como si miras al futuro, intenta pensar de manera positiva. No te dejes dominar por pensamientos pesimistas, hay muchos aspectos que podrían quedar en el tintero.
Disfruta el presente. Disfruta de lo cotidiano, dedica tiempo a saborear esos pequeños placeres. Valorar el pasado o planear el futuro no deben restar nuestra capacidad para disfrutar el presente.
Proyéctate en el futuro. No te quedes pensando en tu vida pasada. Abre tu vida hacia nuevos horizontes. Una vez definas hacia dónde quieres caminar, reflexiona sobre los pasos necesarios.
Plantea objetivos alcanzables. Si te planteas objetivos, valora que estos sean realistas y alcanzables. Piensa bien qué, cómo, cuándo, dónde o con quién. Una meta realista y bien planificada tiene muchas más probabilidades de ser alcanzada.
En el ámbito de la psicología, la resiliencia se refiere a aquella cualidad de las personas para resistir y rehacerse ante situaciones traumáticas o de pérdida. Es decir, se trata de aquella habilidad para enfrentarnos a las adversidades, superarlas y salir fortalecidos, o incluso transformados. Generalmente, cuando pensamos en personas resilientes nos referimos a aquellas que han superado un proceso de enfermedad grave, la muerte de un ser querido o una experiencia traumática. Sin embargo, también podemos plantear la resiliencia como una cualidad que podría facilitar el proceso de recuperación de una persona que ha sufrido el contexto actual de crisis económica.
No se trata de una habilidad que venga de fábrica. En el imaginario popular existe la idea de que en la adversidad hacemos de tripas corazón o que el sufrimiento nos hace fuertes. No siempre es así, una experiencia negativa por sí misma no contiene elementos que garanticen una mayor sabiduría, entereza o evolución personal. Escuchamos a menudo que la crisis ha favorecido la creatividad y el desarrollo personal. Se trata de una lectura romántica, la crisis en muchos casos sólo ha generado crisis. No obstante, las consecuencias psicológicas de la pérdida de un empleo, nuestra vivienda o un deterioro económico severo pueden situarnos en un lugar en el que podemos cuestionar nuestras prioridades vitales. Pasado el shock inicial debemos plantear estrategias para recuperarnos, o incluso resurgir fortalecidos, e iniciar una segunda etapa de vida.
Desde la década de los ochenta, y especialmente en el campo de la psicología oncológica, se han desarrollado una gran cantidad de estudios enfocados a identificar qué dimensiones o rasgos de personalidad caracterizan a las personas resilientes. La autoestima, la competencia y apoyo social, el optimismo vital y la percepción de autonomía son identificados como los factores de mayor peso.
A continuación, algunos aspectos clave para ser una persona resiliente en tiempos de crisis:
Conócete a ti mismo/a. Explora tu trayectoria pasada y aprovecha para conocerte mejor. Intenta valorar de manera realista, y aceptar, tus triunfos y fracasos.
Replantea tus prioridades vitales. Reflexiona y pregúntate qué es lo que te hace feliz en la vida. Dedica tiempo para desarrollar aquellos aspectos que favorecen tu bienestar.
Responsabilízate. Es importante huir del victimismo, entendiendo las consecuencias de tus acciones y sin llegar a culpabilizarse por aquello ajeno a nuestro control. Debemos asumir que tenemos la capacidad para determinar el rumbo de nuestra vida, para lo bueno y para lo malo.
Cultiva tus relaciones. Desarrolla la empatía e intenta establecer nuevas relaciones interpersonales. Una red social amplia y sólida proporciona bienestar psicológico y apoyos concretos.
Intenta ser flexible. Debemos ser creativos y aceptar que el cambio es una parte esencial de la vida. A nuevos problemas, nuevas soluciones.
Piensa en positivo. Tanto si echas la vista atrás y haces balance de tu vida, como si miras al futuro, intenta pensar de manera positiva. No te dejes dominar por pensamientos pesimistas, hay muchos aspectos que podrían quedar en el tintero.
Disfruta el presente. Disfruta de lo cotidiano, dedica tiempo a saborear esos pequeños placeres. Valorar el pasado o planear el futuro no deben restar nuestra capacidad para disfrutar el presente.
Proyéctate en el futuro. No te quedes pensando en tu vida pasada. Abre tu vida hacia nuevos horizontes. Una vez definas hacia dónde quieres caminar, reflexiona sobre los pasos necesarios.
Plantea objetivos alcanzables. Si te planteas objetivos, valora que estos sean realistas y alcanzables. Piensa bien qué, cómo, cuándo, dónde o con quién. Una meta realista y bien planificada tiene muchas más probabilidades de ser alcanzada.