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Diez mentiras del machismo

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Todo lo que se presenta como absoluto suele ser mentira. La estrategia no falla: primero se construye una realidad única; después, se impone a la fuerza; y luego, esa misma realidad se presenta como demostración de su verdad ante la ausencia de las alternativas que impide.
El machismo actúa de ese modo, lo cual demuestra que es mentira. Una mentira interesada, porque cuando las mentiras se construyen, se refuerzan poco a poco con la práctica, se mantienen en el tiempo y se defienden ante su cuestionamiento porque interesan a alguien. Y ese alguien interesado en mantener su verdad sólo puede ser quien se beneficia de ella. Es decir, los hombres-machos que aparecen como referencia ejemplar, como intérpretes de la realidad, jueces en los conflictos y dueños de lo correcto.

Son muchas las mentiras que forman parte del machismo, tantas como las que cada uno decida que forman parte de su verdad, pero hoy nos vamos a detener en diez mentiras esenciales del machismo; no son las únicas, pero sí resultan básicas.

La primera de esas mentiras es tomar lo masculino como referencia común en una vida de hombres y mujeres; la segunda, elevarlo al ámbito de los valores principales para que, ante un conflicto, tenga una consideración preferente; la tercera, creerse superiores por todo ello cuando en realidad demuestra una gran bajeza moral; la cuarta, presentar ese proceso como un orden natural guiado por la sabia Naturaleza y la divina sabiduría de los dioses hombres, que previamente se han encargado de colocar en las hornacinas de su olimpo cultural. La quinta, recurrir a la violencia como instrumento para defender el orden y a sus dioses; la sexta, presentar el tiempo secuestrado como razón de su verdad; la séptima, darle presencia a las mujeres en forma de esa amenaza propia del súbdito que se rebela contra el bondadoso señor, simplemente por no poder ser como él. La octava es haber hecho de esa operación interesada referencia de identidad, para que quien no se ajuste a ella sean un mal hombre y una mala mujer, merecedores de todo el castigo divino y humano; la novena es haber ocultado la objetividad de la violencia y el daño causado, y haber mostrado los silencios y la distancia como explicación de su inexistencia. Y la décima, culpar a quien se rebela contra la injusticia de ese orden desigual y violento.

Estas mentiras, como casi todo lo que implica un mandamiento, a su vez se encierran en dos: una, humana, la normalidad; y otra, divina, la fe. De ese modo, el reino de los hombres es divino porque es lo normal, y lo divino se humaniza al darle a la palabra voz de hombre y hacer que resulte creíble aquello que los hombres dicen, y no lo que las mujeres hagan o digan.

El machismo presume de inocencia porque todo lo que ha hecho es mentira en su fundamento y en su articulación práctica como realidad, y nunca hasta ahora se ha cuestionado de manera amplia y decidida: No es cierto que los hombres sean superiores, ni más inteligentes, ni que la fuerza supla a la habilidad, ni que el afecto sea debilidad... Por eso, el argumento que lanzan ante las críticas es la falta de credibilidad de las mujeres, y de quienes se ponen a su lado para erradicar la desigualdad, porque no puede haber dos verdades sobre una misma realidad, y ellos no están dispuestos a renunciar a lo que han conseguido de manera injusta.

A ellos les interesa esa duda, puesto que su orden está construido sobre referencias trascendentales, no sólo humanas; y si en el mundo de lo humano, la duda es favorable a los hombres que tienen el poder, en el mundo divino, la duda ofende y es pecado sencillamente por demostrar una falta de fe. Por eso, las mujeres, bien en lo divino o en lo humano, siempre salen perdiendo.

Un ejemplo de este juego de claroscuros del conocimiento lo tenemos en la violencia de género. Todo lo que sabemos de esta violencia es que sus manifestaciones en realidad son reflejo de la gran mentira que intentan presentar por verdad, al decir que no existe y que se trata de casos aislados. Veamos algunas referencias:

  • Sólo se conoce un 20% de la realidad de todos los casos que se producen, tal y como indican las Macroencuestas y las denuncias que se formulan.

  • Las limitaciones del sistema, la falta de recursos para investigar y el constante cuestionamiento de la palabra de las mujeres hacen que se condene un 70% de lo denunciado.

  • Se obvia y se silencia que esa situación hace que las condenas representen un 4'8% del total de casos, mostrando la gran impunidad existente ante la violencia de género, no su mentira.

  • Todo lo que no termina en sentencia condenatoria se toma como denuncia falsa, entre ellas las denuncias que retiran las propias mujeres como consecuencia de la "vergüenza que supone en esta sociedad ser víctima de violencia de género, y del miedo", tal y como recoge la Macroencuesta de 2015.

  • En lugar de cuestionar al sistema por su "ineficacia", se utiliza como demostración de "la verdad del planteamiento machista" y de la mentira que suponen las críticas y los intentos de rebelión.

  • Presentan las medidas para combatir la violencia que ejercen los hombres violentos como un argumento para afirmar que se criminaliza a "todos los hombres", lo cual demuestra que para ellos la diferencia entre "hombres en general" y "hombres violentos" no existe. Para el resto, esta diferencia es muy clara.

  • Toman la excepción de situaciones contrarias como una generalidad para defender su posición (ocurre con los casos existentes de "denuncias falsas" y de "violencia de mujeres contra hombres"), pero niegan la realidad que revela la falsedad de su planteamiento.

  • Toda esta construcción tiene sus consecuencias, lo vemos a diario, pero de forma especialmente impactante estos días en dos casos. Uno de ellos ha ocurrido en Orense (8-5-15), donde un hombre agrede de forma tan violenta a su mujer que le produce un coma debido a los intensos traumatismos craneoencefálicos sufridos; el hombre lo explica al decir que han entrado en la casa a robar y que él no se ha enterado de nada. Su explicación resulta tan "creíble", a pesar de las evidencias a favor de la violencia de género y de la ausencia de indicios compatibles con la hipótesis del robo, que no se adopta ninguna medida de protección. Al final, la pasividad generada por las referencias de un sistema que se resiste a aceptar la realidad, permite que el agresor siga cerca de su mujer y que aproveche las circunstancias para asesinarla en el hospital donde estaba ingresada. El segundo caso ha sucedido en Denia (14-5-15), allí otro hombre ha asesinado a su mujer con la que convivía a pesar de tener una orden de alejamiento. Es decir, se reconoce la existencia de un riesgo objetivo hasta el punto de ver necesario adoptar una medida de alejamiento para evitar una nueva agresión, pero no se lleva a cabo actuación alguna para garantizar su cumplimiento, dejando todo el peso en la propia mujer víctima de la violencia y de una cultura machista que "normaliza" la violencia vivida y minimiza el riesgo generado.


Mientras no se tome conciencia de la gran mentira interesada que es el machismo y de las numerosas mentiras que utiliza para reforzarse a diario, cada iniciativa que demuestre esa falsedad construida de manera interesada no sólo será rechazada, sino que será presentada como un ataque al modelo y al orden existente, y será utilizada como demostración de su verdad y de la "falacia de las alternativas" que se plantean desde la Igualdad. Es lo que vemos con el posmachismo cada uno de los días y todos los demás.

El silencio es cómplice de los violentos, cierto; pero las palabras manipuladoras del posmachismo lo son aún más.

Este post fue publicado inicialmente en el blog del autor

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