A estas alturas de la película, quien no haya sentido indignación con todo lo que nos han hecho desde el poder o no tiene sangre en las venas o no tiene corazón. Si desde el gobierno llevan meses repitiendo que ya hemos salido de la crisis, que los datos macroeconómicos así lo avalan y que el ciudadano comenzará a sentir la recuperación en poco tiempo (es curioso que siempre se posponga lo bueno a la vida que está por venir, aquí o en el más allá), cabría preguntarse, ¿estamos mejor que hace 4 años? ¿Tenemos las mismas oportunidades que antes? ¿Hemos aumentado nuestros derechos? ¿Ha mejorado nuestro nivel de vida siquiera un poquito en los últimos meses? ¿Y el de quiénes nos rodean? ¿El mundo que nos han construido es más justo e igualitario que el de ayer? Lo cierto es que no podemos contestar afirmativamente a una sola de esas preguntas, que son en resumidas cuentas las que nos afectan. Tan sólo hay una verdad incuestionable: el incremento de los beneficios de las grandes corporaciones, que hoy como ayer jamás va a repercutir en el ciudadano. Jamás.
Y es que, más allá de la situación particular de cada uno de nosotros, hay muchas razones por las que seguir indignados; espacios comunes que nos afectan a todos en mayor o menor medida; realidades a los que nadie es inmune cuando todo se ha convertido en una mercancía de la que cuelga el cartel de se vende: desde el derecho a una vivienda y a un trabajo dignos, hasta una justicia, una sanidad y una educación subastadas al mejor postor. De tener derechos a desear tenerlos, y en una vuelta atrás sin precedentes, vernos abocados de nuevo a su conquista.
Sin embargo, la indignación no es suficiente. La indignación ha supuesto el motor de arranque para el compromiso y la acción. Nada hay tan inútil que la queja continua y la inmovilidad, ese conformismo fatalista que arranca todo discurso con un y para qué, si hagas lo que hagas no sirve de nada. Porque no es cierto. De entrada, te hace sentir vivo, partícipe de un cambio y responsable con tu futuro. A fin de cuentas, la indignación es como un medicamento que basa su principio activo en la dosis adecuada por debajo de la cual es inocuo con la enfermedad que la provoca, y por encima, lejos de acabar con ella, te ciega al tiempo que debilita. La dosis justa. El detonante para la acción. Porque la indignación sin acción no sirve de nada.
Nada es igual desde que el movimiento 15M se inició. Ha removido estructuras. Ha sentado en el banquillo a multitud de indeseables. Ha mostrado abiertamente la cara implacable e injusta del poder. Ha sacado a la luz la sumisión política al dinero y su incapacidad de acción más allá de la defensa de los intereses económicos de los grandes lobbies. Pero sobre todo, ha removido conciencias, la de una ciudadanía que ve como una necesidad coger las riendas de su futuro, hacer oír su voz y sentirse representados por quienes les gobiernan. De las acampadas en las plazas a los movimientos sociales y el asociacionismo; de una sociedad civil movilizada a partidos políticos surgidos de ella con una clara vocación social y pública y una concepción de la política que tiene en cuenta la participación ciudadana y se sacude la caspa del bipartidismo.
Hay una costra demasiado profunda, tremendamente antigua de malos hábitos, de comportamientos indecentes y de mala educación que impregna la sociedad y sobre todo la política. Una costra que hemos empezado a rascar y que, como en una excavación arqueológica, debemos ir quitando en sucesivas capas. Quedan muchas por quitar, sí, mucho curro por delante; pero ya es una inercia imparable que no muestra más que el empeño firme y decidido del ciudadano por conseguirlo.
En homenaje al camino por recorrer te sugiero esta receta. Una versión libre y ligeramente indignada del arròs amb costra del sur valenciano: Arroz con costra 15M. Una costra, ésta sí, fácil de tragar, que no nos viene de serie como aquella, cuya presencia es el protagonista que enriquece el resultado final. La combinación perfecta entre huevo, pimiento y longaniza al servicio del paladar.
Que la disfrutes.
NECESITARÁS (para 4 personas)
- 400 g de arroz redondo.
- 400 g de salchichas frescas.
- 4 huevos.
- 1 cabeza de ajos.
- 1 pimiento verde.
- 1 pimiento rojo.
- Aceite.
- Sal.
- Pimienta y romero.
- El doble y ¼ de agua o caldo que de arroz.
- 3 cucharadas de tomate frito.
ELABORACIÓN
- Pela los ajos, quítales el corazón y lamínalos. Lava, quita las semillas y corta en trozos pequeños los pimientos. En un poco de aceite, sofríe todo. Corta las salchichas en trocitos de 1 centímetro aproximadamente, e incorpóralas a la sartén, cuando veas que le falta poco para terminar de sofreír; remueve y deja hasta que éstas se frían y el resto esté bien pochado. Incorporar ahora el arroz y darle unas vueltas para que se impregne bien en el aceitillo.
- Verter el sofrito en una cazuela de barro, incorporar el agua o el caldo bien caliente (puedes utilizar una pastillita de caldo de ave con el agua para enriquecer el sabor) rectifica de sal y añade pimienta y romero al gusto. Introducir en el horno, precalentado, 25 minutos a media altura a 200ºC.
- Bate los huevos, y cuando veas que el caldo del arroz casi se ha consumido, viértelos sobre el arroz y déjalo hasta que se termine dentro del horno y se tueste la capa superior formando una costra
- Emplatado: Servir al centro en la misma cazuela y adornar con tomate frito. Al compactarse con el huevo, puedes servirlo en porciones o removerlo todo previamente.
Sencillísimo, económico y delicioso. Para repetir.
NOTA
Este plato admite cualquier tipo de carne. Con costilla de cerdo, además de las longanizas, está muy bueno, del mismo modo que la morcilla y la butifarra le dan un toque bizarro al arroz nada desdeñable. Si pasas de la costra, casca sobre el arroz con cuidado los huevos (debe quedar menos caldo en el guiso que si están batidos) y deja que se cuajen sobre el mismo; el efecto es muy aparente, y también está buenísimo.
MÚSICA PARA ACOMPAÑAR
Para la elaboración: Indignación, el Chojin.
Para la degustación: Verbo, Nach.
VINO RECOMENDADO
Alange, Tempranillo, T 12. DO Ribera del Guadina
DÓNDE COMER
Este es un plato dominguero que requiere ser degustarlo en buena y divertida compañía, y bien regado. El auténtico descanso del guerrero que da buena cuenta de la costra en la mesa...o donde haga falta.
QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS
¿No dicen que la siesta es una actividad reparadora? Qué mejor que una cabezada para dejarte como nuevo, activarte y pasar a la acción con fuerzas renovadas.