La capacidad del machismo para hacer pasar una cosa por otra es ilimitada. Da igual que se trate de una cuestión esencial o de la estética de algunos hombres; para ellos, todo lo masculino siempre es clave. Por eso resulta sorprendente ver cómo se lo montan quienes tienen el poder que da la voz de la credibilidad y el diseño de la normalidad.
Eso de ser metrosexual, hipster, yuppie, lumbersexual... y todas esas nuevas imágenes masculinas es muy duro y exigente. Tener que afeitarse o dejarse barba, estrechar o ampliar las cejas, depilarse más o menos el cuerpo... y mantenerlo a diario junto a una determinada ropa y actitud, es muy pesado y complicado. Como mucho vale para un verano o una temporada, pero eso de estar en todo momento listo para "revista" se hace duro; además de que muchos hombres no ven esas cosas "muy de machos", ya lo comentamos en Hombres desnudos.
De manera que hay que cambiar el estándar para seguir con el reconocimiento y la admiración de la anatomía masculina, pero de otra forma más llevadera. Así que los grandes pensadores de la masculinidad funcional se han puesto manos a la obra, y han decidido abandonar la tableta de chocolate abdominal y pasarse al chocolate a la taza en la barriga. El abdomen sigue siendo el abdomen, y su excitación, la misma, pero ahora, en lugar de tomar las onzas de chocolate como referencia, se toma el chocolate fundido del michelín de toda la vida, y de ese modo, como por arte de magia, las tablas planas y duras se convierten en barrigas blandas y fofas, pero igual de sexis. Y para que conste que no es por despiste o dejadez de quienes así aparecen, le ponen una rúbrica: Los "fofisanos".
La visión masculina siempre ha tenido la capacidad de condicionar la realidad y el canon de belleza; es la ventaja de contar con el monopolio a la mirada, junto con el poder de convertir en hechos aquello que se quiere ver de una manera determinada. Cuando le ha interesado lo de "el hombre y el oso cuanto más pelo más hermoso", pues todo el mundo a lucir vello para ser más bellos; cuando ha sido el pelo largo, pues todos a desmelenarse; cuando los músculos se convirtieron en referencia de cuidado, pues a marcar músculos, pero no cualesquiera, tenían que ser aquellos músculos que demostraran el interés masculino en la estética y el autocuidado, no podían ser los bíceps ni los tríceps que cualquier trabajo exigente pudiera aumentar, debían ser aquellos otros músculos que sólo un ejercicio específico y centrado en ese grupo muscular destacara. Por eso decidieron tomar como referencia los abdominales, y de paso recordar a todos que ellos son el ombligo del mundo.
Con estas modificaciones estéticas, además, mandan el mensaje de que los hombres también cambian con el tiempo, nada de quedarse en las cuevas como cavernícolas. Esa ha sido una de las trampas que la cultura ha colocado a lo largo del tiempo para cumplir el objetivo masculino de cambiar algo para seguir igual; es decir, tomar nuevos elementos de la realidad en lo estético y superficial, asumir nuevas funciones y tiempos para escenificar un cambio, pero sin renunciar en ningún momento a la desigualdad ni a su posición de poder sobre las mujeres.
Los hombres de hoy no tienen nada que ver con los de hace 10 años, ni con los de 20 años atrás, pero los tres (los de hace 20 años, los que quedaron 10 años antes y los de hoy), mantienen esa posición de poder que les da la cultura machista. Sus cambios han sido cambios adaptativos para integrarse a las nuevas circunstancias de una sociedad que está siendo transformada por las mujeres en todo lo referente a la identidad y al género. La mayoría de los hombres no han asumido cambios transformadores en su identidad tradicional, sólo se han ido adaptando a esa nueva realidad para no generar un conflicto que terminara en un enfrentamiento abierto que los pudiera cuestionar. Por eso, a pesar de lo mucho que ha cambiado la sociedad, continúan el machismo, la desigualdad, la discriminación y la violencia que necesitan para imponer su modelo a quien sí se transforma y lo cuestiona: las mujeres y algunos hombres que comparten la igualdad como eje de identidad y convivencia. Y por eso surge la resistencia posmachista que reivindica que todo siga igual. Es decir, con los hombres como referencia, con independencia de que vayan con barba o afeitados, con pelo largo o corto, con tableta de chocolate o con el chocolate a la taza de los fosisanos; lo importante es que las mujeres permanezcan en todo momento a la sombra de su mundo.
No es casualidad que en este momento tan machista se reivindique la barriga fofisana como símbolo de masculinidad, curiosamente hace unos años la llamaban "curva de la felicidad", justo el momento que algunos quieren recuperar.
Lo sorprendente de todo esto es que las mujeres no pueden abandonar el canon de belleza que se decide para ellas. Es cierto que también se modifica en cuanto a la moda, pero en todo momento jugando con la cosificación de su imagen. No por azar, ninguna de las modas ni imágenes de mujeres han sido contrarias a los intereses de esa imagen común impuesta por las referencias tradicionales sobre las mujeres, ni ninguna de ellas ha dejado de utilizarse en publicidad o como objeto sexual en sí mismo.
Sólo hay que ver el mensaje que se manda junto con la imagen de unos y otras; mientras que la barriga en los hombres es salud, la delgadez extrema que llevaba a muchas mujeres a la anorexia era moda. Nadie dice nada sobre los últimos estudios que muestran una relación entre la grasa corporal, especialmente en el abdomen, y el riesgo de sufrir un infarto miocardio: eso da igual, para el machismo la barriga es salud y felicidad. Luego pasa lo que pasa y parece que el mundo está contra los hombres, cuando en realidad son ellos mismos y las referencias del machismo quienes les hacen daño.
Las mujeres no pueden ser fofisanas, ellas tienen que ser siempre esculturales según la moda decida esculpir su figura. Y si quieren barriga, que se busquen a un fosisano. No hay nada más que ver las fotografías que muestran a los fosisanos famosos y reivindican la fofisalud. En muchas de ellas aparecen actores como Leonardo DiCaprio, George Clooney, Ben Affleck... en la playa con sus barriguitas junto a mujeres esculturales, que se supone que son sanas porque el ojo clínico de la cultura dice que están buenas.
Son los fofisanos. Espero que no hayan tomado el nombre de los míticos payasos de la tele y su Fofito, porque si es así, aún nos quedan los Gabisanos, los Fososanos y los Milikisanos, y eso no habría cuerpo que lo aguantara.
¡Salud e igualdad!, que llega el verano.
Este post fue publicado inicialmente en el blog del autor
Eso de ser metrosexual, hipster, yuppie, lumbersexual... y todas esas nuevas imágenes masculinas es muy duro y exigente. Tener que afeitarse o dejarse barba, estrechar o ampliar las cejas, depilarse más o menos el cuerpo... y mantenerlo a diario junto a una determinada ropa y actitud, es muy pesado y complicado. Como mucho vale para un verano o una temporada, pero eso de estar en todo momento listo para "revista" se hace duro; además de que muchos hombres no ven esas cosas "muy de machos", ya lo comentamos en Hombres desnudos.
De manera que hay que cambiar el estándar para seguir con el reconocimiento y la admiración de la anatomía masculina, pero de otra forma más llevadera. Así que los grandes pensadores de la masculinidad funcional se han puesto manos a la obra, y han decidido abandonar la tableta de chocolate abdominal y pasarse al chocolate a la taza en la barriga. El abdomen sigue siendo el abdomen, y su excitación, la misma, pero ahora, en lugar de tomar las onzas de chocolate como referencia, se toma el chocolate fundido del michelín de toda la vida, y de ese modo, como por arte de magia, las tablas planas y duras se convierten en barrigas blandas y fofas, pero igual de sexis. Y para que conste que no es por despiste o dejadez de quienes así aparecen, le ponen una rúbrica: Los "fofisanos".
La visión masculina siempre ha tenido la capacidad de condicionar la realidad y el canon de belleza; es la ventaja de contar con el monopolio a la mirada, junto con el poder de convertir en hechos aquello que se quiere ver de una manera determinada. Cuando le ha interesado lo de "el hombre y el oso cuanto más pelo más hermoso", pues todo el mundo a lucir vello para ser más bellos; cuando ha sido el pelo largo, pues todos a desmelenarse; cuando los músculos se convirtieron en referencia de cuidado, pues a marcar músculos, pero no cualesquiera, tenían que ser aquellos músculos que demostraran el interés masculino en la estética y el autocuidado, no podían ser los bíceps ni los tríceps que cualquier trabajo exigente pudiera aumentar, debían ser aquellos otros músculos que sólo un ejercicio específico y centrado en ese grupo muscular destacara. Por eso decidieron tomar como referencia los abdominales, y de paso recordar a todos que ellos son el ombligo del mundo.
Con estas modificaciones estéticas, además, mandan el mensaje de que los hombres también cambian con el tiempo, nada de quedarse en las cuevas como cavernícolas. Esa ha sido una de las trampas que la cultura ha colocado a lo largo del tiempo para cumplir el objetivo masculino de cambiar algo para seguir igual; es decir, tomar nuevos elementos de la realidad en lo estético y superficial, asumir nuevas funciones y tiempos para escenificar un cambio, pero sin renunciar en ningún momento a la desigualdad ni a su posición de poder sobre las mujeres.
Los hombres de hoy no tienen nada que ver con los de hace 10 años, ni con los de 20 años atrás, pero los tres (los de hace 20 años, los que quedaron 10 años antes y los de hoy), mantienen esa posición de poder que les da la cultura machista. Sus cambios han sido cambios adaptativos para integrarse a las nuevas circunstancias de una sociedad que está siendo transformada por las mujeres en todo lo referente a la identidad y al género. La mayoría de los hombres no han asumido cambios transformadores en su identidad tradicional, sólo se han ido adaptando a esa nueva realidad para no generar un conflicto que terminara en un enfrentamiento abierto que los pudiera cuestionar. Por eso, a pesar de lo mucho que ha cambiado la sociedad, continúan el machismo, la desigualdad, la discriminación y la violencia que necesitan para imponer su modelo a quien sí se transforma y lo cuestiona: las mujeres y algunos hombres que comparten la igualdad como eje de identidad y convivencia. Y por eso surge la resistencia posmachista que reivindica que todo siga igual. Es decir, con los hombres como referencia, con independencia de que vayan con barba o afeitados, con pelo largo o corto, con tableta de chocolate o con el chocolate a la taza de los fosisanos; lo importante es que las mujeres permanezcan en todo momento a la sombra de su mundo.
No es casualidad que en este momento tan machista se reivindique la barriga fofisana como símbolo de masculinidad, curiosamente hace unos años la llamaban "curva de la felicidad", justo el momento que algunos quieren recuperar.
Lo sorprendente de todo esto es que las mujeres no pueden abandonar el canon de belleza que se decide para ellas. Es cierto que también se modifica en cuanto a la moda, pero en todo momento jugando con la cosificación de su imagen. No por azar, ninguna de las modas ni imágenes de mujeres han sido contrarias a los intereses de esa imagen común impuesta por las referencias tradicionales sobre las mujeres, ni ninguna de ellas ha dejado de utilizarse en publicidad o como objeto sexual en sí mismo.
Sólo hay que ver el mensaje que se manda junto con la imagen de unos y otras; mientras que la barriga en los hombres es salud, la delgadez extrema que llevaba a muchas mujeres a la anorexia era moda. Nadie dice nada sobre los últimos estudios que muestran una relación entre la grasa corporal, especialmente en el abdomen, y el riesgo de sufrir un infarto miocardio: eso da igual, para el machismo la barriga es salud y felicidad. Luego pasa lo que pasa y parece que el mundo está contra los hombres, cuando en realidad son ellos mismos y las referencias del machismo quienes les hacen daño.
Las mujeres no pueden ser fofisanas, ellas tienen que ser siempre esculturales según la moda decida esculpir su figura. Y si quieren barriga, que se busquen a un fosisano. No hay nada más que ver las fotografías que muestran a los fosisanos famosos y reivindican la fofisalud. En muchas de ellas aparecen actores como Leonardo DiCaprio, George Clooney, Ben Affleck... en la playa con sus barriguitas junto a mujeres esculturales, que se supone que son sanas porque el ojo clínico de la cultura dice que están buenas.
Son los fofisanos. Espero que no hayan tomado el nombre de los míticos payasos de la tele y su Fofito, porque si es así, aún nos quedan los Gabisanos, los Fososanos y los Milikisanos, y eso no habría cuerpo que lo aguantara.
¡Salud e igualdad!, que llega el verano.
Este post fue publicado inicialmente en el blog del autor