Dos mujeres, dos socialistas, dos aspirantes al liderazgo del PSOE, dos intentos, dos retiradas, dos fracasos... ¡Tan distintas y tan parecidas! La historia de una ya está escrita; la de la otra está por concluir. Carme Chacón y Susana Díaz. La dos quisieron, pero no pudieron. La primera ya desistió. La segunda, está por ver aunque en el intento haya perdido brillo. De momento, ya no es la única estrella que luce en el firmamento socialista, después de que en el PSOE hayan emergido con más claridad que nunca los liderazgos de Javier Fernández (Asturias) y Guillermo Fernández Vara (Extremadura) y de que Sánchez haya anotado su primera victoria orgánica al erigirse, casi seguro, en único candidato a las primarias para la presidencia del Gobierno.
Si Chacón fue el nombre que envenenó los sueños de Rubalcaba tras perder el 38 Congreso Federal, Susana Díaz ha sido la peor de las pesadillas de Pedro Sánchez. Hay muchas diferencias que las separan, pero una no menor es que la primera fue derrotada en aquél convulso cónclave sevillano por el exvicepresidente del Gobierno mientras que la segunda ganó el del pasado julio, aunque con persona interpuesta. El principal parecido: ambas amagan, pero no rematan.
La catalana lo intentó en mayo de 2011, después de la debacle de las municipales. Quería competir por la candidatura a la Presidencia del Gobierno, pero denunció con más furia que pruebas una operación de acoso y derribo que ponía en riesgo la unidad del partido y la estabilidad del entonces presidente del Gobierno. Esperó, y se midió nueve meses después con Rubalcaba en un congreso que perdió. Desde entonces su entorno político y mediático no permitió un sólo día de estabilidad a la dirección federal. Poco después, sacó un billete de ida y vuelta Madrid-Miami, para no verse contaminada por la ola soberanista a la que subió el PSC, y regresar un año más tarde para dar la batalla. Aspiraba a competir por segunda vez en unas primarias anunciadas y no celebradas. La consulta se soslayó con un congreso extraordinario en el que por primera vez votaron los militantes y no sólo los delegados y al que ella renunció al considerar adulterado el procedimiento. Hoy, dicen que pujará por ser la número uno de la candidatura por Barcelona para las generales y que quizá, después de las catalanas, cuando se visualice el hundimiento del PSC, juegue a ser la número uno del socialismo catalán. Está por ver. Cuentan que estos días ha tenido presiones del "lobby" andaluz para que se midiera en primarias con Sánchez, ante la imposibilidad de que lo hiciera Susana Díaz, pero la catalana ha entendido por fin que su reloj, en la esfera nacional al menos, se ha detenido para siempre.
Es precisamente esto lo que muchos quieren evitar que ocurra a partir de ahora con la baronesa del sur: que se convierta en una Chacón más. Salvando las distancias, que son muchas, pero la presidenta de Andalucía ha seguido pasos similares a los de la exministra de Defensa. Se dejó querer hace un año por una cohorte política, mediática, institucional y empresarial y, al final, antepuso la estabilidad institucional de la Junta a la del partido y los de quienes pretendieron auparla a la secretaría general del PSOE con un cambalache orgánico. Lideró después un "frente anti Madina" que dio la victoria a Pedro Sánchez, del que tardó apenas dos meses en "divorciarse", el tiempo que el secretario general dinamitó el pacto no escrito por el que se le garantizaba apoyo como líder del PSOE, pero nunca como candidato. Desde entonces, la hostilidad entre ambos ha ido en aumento y la sevillana ha dado en estos meses algo más que señales de que competiría con él en primarias.
Desde el pasado diciembre, había recabado apoyos por los territorios, reconstruido todos los puentes que rompió tras el congreso extraordinario y preparado a los suyos para una cruzada nada pacífica. Todo antes de su calculada decisión de anticipar las elecciones andaluzas para que una victoria holgada frenara el ascenso de Podemos y la situara más cerca que a nadie en la candidatura a la presidencia del Gobierno. Erró en el calendario, que ha acabado por estrangularla, a pesar de su abrumadora mayoría y de que, en efecto, la formación de Pablo Iglesias quedó 21 puntos por debajo del PSOE en su territorio.
Dos meses después de sus elecciones, Díaz no ha podido ser investida, como pretendía, antes de las elecciones municipales y andaluzas para exhibir músculo ante una débil dirección federal a la que ella pensó que el resultado del 24-M debilitaría aún más. Sus cálculos fallaron: ni está investida aún ni ha encontrado aliados entre los barones del PSOE para retrasar el calendario de primarias, cuyos plazos empiezan a contar desde hoy mismo. De haberlos sumado, tampoco hubiera tenido fácil explicar en Andalucía su salto a Madrid inmediatamente después de ser investida, mucho menos construir un relato con el que justificar los motivos para desplazar a quien ella misma llevó en volandas hasta la secretaría general.
Los resultados de las autonómicas permitirán al PSOE sumar más gobiernos regionales de los que conservará el PP y, aunque la marca se ha hundido estrepitosamente en las grandes ciudades, los socialistas no están por la labor de nuevas batallas orgánicas hasta las generales. Ni siquiera aquellos barones que creen que lo sentenciado en las urnas la pasada semana es más preocupante que tranquilizador si se hace una lectura reposada del voto en la capitales de provincia -donde el PSOE ha quedado tercera e incluso cuarta fuerza política- y en las Comunidades históricas.
Pese a todo, Sánchez ha logrado ganar tiempo y a Díaz no le queda otra que replegarse a los cuarteles del sur hasta las generales, pese a que el sentir general sea que con el actual secretario general y futuro candidato hay más resignación que convicción entre los dirigentes.
El repliegue parece en todo caso táctico y emula a los que antaño hizo Chacón de dar un paso atrás para tomar impulso porque en el horizonte no se ve tregua alguna ni cierre de heridas, por más que se empiecen a oír ecos de un pacto de no agresión. Son los que salen desde la sede federal y también auguran que a la presidenta de Andalucía no le quedará otra más que entrar más pronto que tarde en "modo Hillary", que es ponerse a disposición del secretario general y futuro candidato, consolidar su poder político e institucional y, luego, suceder a Sánchez. De momento, como dice un veterano, hoy es la primera baronesa, pero ya no la reina de los Mares.
Si Chacón fue el nombre que envenenó los sueños de Rubalcaba tras perder el 38 Congreso Federal, Susana Díaz ha sido la peor de las pesadillas de Pedro Sánchez. Hay muchas diferencias que las separan, pero una no menor es que la primera fue derrotada en aquél convulso cónclave sevillano por el exvicepresidente del Gobierno mientras que la segunda ganó el del pasado julio, aunque con persona interpuesta. El principal parecido: ambas amagan, pero no rematan.
La catalana lo intentó en mayo de 2011, después de la debacle de las municipales. Quería competir por la candidatura a la Presidencia del Gobierno, pero denunció con más furia que pruebas una operación de acoso y derribo que ponía en riesgo la unidad del partido y la estabilidad del entonces presidente del Gobierno. Esperó, y se midió nueve meses después con Rubalcaba en un congreso que perdió. Desde entonces su entorno político y mediático no permitió un sólo día de estabilidad a la dirección federal. Poco después, sacó un billete de ida y vuelta Madrid-Miami, para no verse contaminada por la ola soberanista a la que subió el PSC, y regresar un año más tarde para dar la batalla. Aspiraba a competir por segunda vez en unas primarias anunciadas y no celebradas. La consulta se soslayó con un congreso extraordinario en el que por primera vez votaron los militantes y no sólo los delegados y al que ella renunció al considerar adulterado el procedimiento. Hoy, dicen que pujará por ser la número uno de la candidatura por Barcelona para las generales y que quizá, después de las catalanas, cuando se visualice el hundimiento del PSC, juegue a ser la número uno del socialismo catalán. Está por ver. Cuentan que estos días ha tenido presiones del "lobby" andaluz para que se midiera en primarias con Sánchez, ante la imposibilidad de que lo hiciera Susana Díaz, pero la catalana ha entendido por fin que su reloj, en la esfera nacional al menos, se ha detenido para siempre.
Es precisamente esto lo que muchos quieren evitar que ocurra a partir de ahora con la baronesa del sur: que se convierta en una Chacón más. Salvando las distancias, que son muchas, pero la presidenta de Andalucía ha seguido pasos similares a los de la exministra de Defensa. Se dejó querer hace un año por una cohorte política, mediática, institucional y empresarial y, al final, antepuso la estabilidad institucional de la Junta a la del partido y los de quienes pretendieron auparla a la secretaría general del PSOE con un cambalache orgánico. Lideró después un "frente anti Madina" que dio la victoria a Pedro Sánchez, del que tardó apenas dos meses en "divorciarse", el tiempo que el secretario general dinamitó el pacto no escrito por el que se le garantizaba apoyo como líder del PSOE, pero nunca como candidato. Desde entonces, la hostilidad entre ambos ha ido en aumento y la sevillana ha dado en estos meses algo más que señales de que competiría con él en primarias.
Desde el pasado diciembre, había recabado apoyos por los territorios, reconstruido todos los puentes que rompió tras el congreso extraordinario y preparado a los suyos para una cruzada nada pacífica. Todo antes de su calculada decisión de anticipar las elecciones andaluzas para que una victoria holgada frenara el ascenso de Podemos y la situara más cerca que a nadie en la candidatura a la presidencia del Gobierno. Erró en el calendario, que ha acabado por estrangularla, a pesar de su abrumadora mayoría y de que, en efecto, la formación de Pablo Iglesias quedó 21 puntos por debajo del PSOE en su territorio.
Dos meses después de sus elecciones, Díaz no ha podido ser investida, como pretendía, antes de las elecciones municipales y andaluzas para exhibir músculo ante una débil dirección federal a la que ella pensó que el resultado del 24-M debilitaría aún más. Sus cálculos fallaron: ni está investida aún ni ha encontrado aliados entre los barones del PSOE para retrasar el calendario de primarias, cuyos plazos empiezan a contar desde hoy mismo. De haberlos sumado, tampoco hubiera tenido fácil explicar en Andalucía su salto a Madrid inmediatamente después de ser investida, mucho menos construir un relato con el que justificar los motivos para desplazar a quien ella misma llevó en volandas hasta la secretaría general.
Los resultados de las autonómicas permitirán al PSOE sumar más gobiernos regionales de los que conservará el PP y, aunque la marca se ha hundido estrepitosamente en las grandes ciudades, los socialistas no están por la labor de nuevas batallas orgánicas hasta las generales. Ni siquiera aquellos barones que creen que lo sentenciado en las urnas la pasada semana es más preocupante que tranquilizador si se hace una lectura reposada del voto en la capitales de provincia -donde el PSOE ha quedado tercera e incluso cuarta fuerza política- y en las Comunidades históricas.
Pese a todo, Sánchez ha logrado ganar tiempo y a Díaz no le queda otra que replegarse a los cuarteles del sur hasta las generales, pese a que el sentir general sea que con el actual secretario general y futuro candidato hay más resignación que convicción entre los dirigentes.
El repliegue parece en todo caso táctico y emula a los que antaño hizo Chacón de dar un paso atrás para tomar impulso porque en el horizonte no se ve tregua alguna ni cierre de heridas, por más que se empiecen a oír ecos de un pacto de no agresión. Son los que salen desde la sede federal y también auguran que a la presidenta de Andalucía no le quedará otra más que entrar más pronto que tarde en "modo Hillary", que es ponerse a disposición del secretario general y futuro candidato, consolidar su poder político e institucional y, luego, suceder a Sánchez. De momento, como dice un veterano, hoy es la primera baronesa, pero ya no la reina de los Mares.