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¿Todo vale con Cervantes? (Crónica de un centenario no celebrado)

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Foto: EFE/SERGIO BARRENECHEA


1. Leo entre sorprendido y aterrado cómo Ana Botella, la alcaldesa en funciones de Madrid, enseña la cripta del convento de las Trinitarias a varios escritores, como quien lleva a distintos amigos a ver las nuevas cortinas del salón de su casa. La lista no puede ser más heterogénea: Javier Sierra, Javier Moro, Espido Freire, Carmen Posadas, Alicia Mouriño, Luis Alberto de Cuenca, Nativel Preciado y Gonzalo Giner. A excepción de Luis Alberto de Cuenca, no encuentro hilo de conexión entre esta visita y la obra y biografía de los allí convocados y los restos del más ilustre de nuestros escritores. ¿Se le ocurrirá al antiguo equipo de Ana Botella algún desaguisado antes de abandonar sus buenos sillones municipales? No me cabe ninguna duda. Aunque en algo podemos estar tranquilos: los restos de Cervantes no podrán pasar por las hordas de las trituradoras del Ayuntamiento, que desde hace días están haciendo horas extras, acabando con parte de la memoria de los últimos veinte años del Ayuntamiento de Madrid, de nuestra historia.


2.
La noticia de la apertura de la cripta cervantina a un grupo de privilegiados elegidos por el Ayuntamiento, con el sectarismo al que nos ha tenido acostumbrado, no puede quedarse en una simple anécdota. En realidad, es una imagen precisa del grado de perversión en que estamos instalados, donde lo público y lo privado se han mezclado de tal manera, que se puede abrir un espacio cerrado al resto de los mortales (desde el presidente de la Asociación de Cervantistas a cualquier estudioso interesado en el tema) a un grupo de amigos, así como se pueden privatizar servicios y dejarlos en manos de otros amigos, con los que se comparte apellido, lazos familiares o recuerdos en el pupitre de la escuela, el instituto o la universidad. En la crónica que Javier Sierra publica en el ABC dando cuenta de esta visita, se recogen algunas noticias equivocadas, que seguramente le llegaron al escritor de boca de los responsables municipales.

A Francisco Marín, historiador y bibliotecario del Ayuntamiento de Madrid, no le ha correspondido en el trabajo de la búsqueda de los restos de Cervantes -en el lugar en que se sabían que estaban desde que fuera enterrado en 1616- la labor de "coordinador de los trabajos", pues ha llegado en el último momento. Se demuestra así que si se hubieran abierto los archivos de las Trinitarias a los investigadores, los madrileños nos hubiéramos ahorrado gran parte de los 120.000 euros que ha constado este trabajo de búsqueda del repositorio del primer enterramiento de la cripta. En lo que sí que estoy de acuerdo es en las palabras que Francisco Marín les espetó a los privilegiados escritores a su llegada a la cripta: "Recuperar los restos de Cervantes ha sido un acto de justicia histórica que debíamos acometer". Fernando Prado, también él historiador, y el verdadero artífice de que se pusiera hace unos años en marcha la maquinaria que nos ha llegado a este punto, tendrá algún día que escribir lo que nos ha contado a muchos, cómo se le rieron a la cara en varios despachos oficiales cuando fue con la propuesta de la búsqueda del lugar exacto del enterramiento de Cervantes en el Convento de las Trinitarias, de este ahora bautizado como "acto de justicia histórica". Muchos estamos esperando esa crónica real de Fernando Prado, que ponga luz sobre el proceso que ha llevado a recuperar los huesos de Cervantes, donde se retrate a sus protagonistas y se ponga nombre a esas risas malintencionadas. Pero, mientras tanto, sí que se puede afirmar que el Ayuntamiento de Madrid no ha estado a la altura de tan ilustre muerto, ni en el inicio ni al final. ¿Pueden antes de irse los actuales responsables del Ayuntamiento hacer algo peor con este asunto? O mejor dicho, ¿están capacitados legalmente los responsables actuales del Ayuntamiento, en situación de interinos, para tomar decisiones que nos afecten a todos en los próximos años?

3. Hay preguntas que no deben hacerse. Un día antes, la Agencia EFE por fin desvela lo que el Ayuntamiento de Madrid hará con los restos de Cervantes en el Convento de las Trinitarias, con la inversión de más de 120.000 euros de unas empobrecidas y ajustadas arcas del Ayuntamiento de Madrid, que se ha caracterizado en los últimos años por ahogar la cultura en la ciudad con la excusa de que no había presupuesto. ¡Tachán, tachán! Después de más de un año de trabajo, después de haber contado con los antropólogos y forenses más prestigiosos del país y de haber marginado a los cervantistas e historiadores, y después de un declarado gasto de 120.000 euros -cifra astronómica si tenemos en cuenta que se hubiera podido ahorrar buena parte si se hubiera comenzado a trabajar con los documentos y no con el trabajo de campo-, a los responsables del Ayuntamiento de Madrid se les ha ocurrido que la mejor manera de sacarle rendimiento a tanto esfuerzo es colocar los restos de Cervantes -los que se consideren que son de Cervantes- en un monumento en un lugar destacado de la Iglesia de las Trinitarias Descalzas, y al lado, poner una placa con un texto que redactará la Real Academia Española, eso sí, con el visto bueno del Arzobispado. ¿Y ya? ¿No se les ha ocurrido nada más a Ana Botella y a los 162 asesores a los que que ha mantenido a cuerpo de rey en sus años como alcaldesa de Madrid? A los que no conozcan Madrid o frecuenten la zona del Barrio de las Letras, será bueno recordarles que desde 1870, cuando la RAE da el visto bueno al informe presentado por el Marqués de Molins que prueba que en el Convento de las Trinitarias está enterrado Cervantes, en su fachada puede admirarse una magnífica placa de mármol de Carrara realizada por uno de los artistas más reputados del momento: Ponciano Ponzano. ¡Otra placa más! Ahora, en el interior de la Iglesia: me imagino que el Arzobispado, más hábil en las cuestiones de asesoramiento económico, ya habrá preparado un plan para habilitar visitas masivas a la Iglesia con el correspondiente beneficio privado de la venta de entradas y de recuerdos: los famosos huesitos de Cervantes.

Y mientras tanto, el Barrio de las Letras se seguirá deteriorando. Se seguirá perdiendo un tiempo magnífico para comenzar a idear un plan integral con la finalidad de convertirlo en uno de los centros culturales de la ciudad, con las posibilidades económicas, culturales, educativas y turísticas que a muchos nos parecen evidentes. ¡Recuperar nuestro Siglo de Oro, el espacio donde se fraguó, donde se gestó, donde se desarrolló una de las etapas históricas y culturales más florecientes e influyentes de nuestra historia! Desde diferentes espacios, en foros diversos y con voces autorizadas, los cervantistas, los estudiosos, los académicos, los vecinos, algunos empresarios y el sentido común lo venimos demandando desde hace meses: la necesidad de un plan ambicioso para hacer de Madrid un centro cultural a nivel mundial. La repercusión de la búsqueda de los huesos de Cervantes en el lugar en que se sabía que estaban enterrados -el corazón del Barrio de las Letras- es un buen síntoma de todo lo que se puede conseguir con ambición, ilusión, generosidad y acercándose a los que sabemos, a los que llevan toda su vida preocupándose y atendiendo estos temas. ¿O es que acaso todo vale cuando se habla de Cervantes? ¿Es que cualquiera puede venir a escribir sobre el tema?

4. Cuando me enteré hace meses que Juan Carlos Pérez de la Fuente había pedido a Fernando Arrabal que escribiera una obra sobre las mujeres de Cervantes como homenaje al autor complutense, me llevé una gran alegría. La fuerza y el buen hacer de Pérez de la Fuente había puesto en marcha de nuevo la maquinaria del Teatro Español. Fernando Arrabal es uno de nuestros dramaturgos de cabecera, de aquellos que siguen demostrando genialidad en sus escritos, en los de ayer y los de hoy (más en los de ayer que en los de hoy, si hemos de ser sinceros). Además, es un gran apasionado de la vida y la obra cervantina, aunque ya debe olvidarse de su famosa teoría del tercer brazo de Cervantes, pues tiene como presupuesto un error y un desconocimiento: Cervantes no fue manco de manera literal, es decir, no le faltaba la mano izquierda; en realidad, tenía inutilizada la mano izquierda para el uso en la milicia a causa de las heridas recibidas en Lepanto. De ahí, que no sea necesario pensar en un tercer brazo para que pudiera cortarse la mano derecha si alguien al leer las Novelas ejemplares se sintiera inducido a "algún mal deseo o pensamiento", tal y como puede leerse en su prólogo.

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Pingüinas es el resultado de este encargo, que se ha estrenado en la Sala Fernando Arrabal del Matadero de Madrid. Pingüinas es un despropósito y una oportunidad perdida. Como tantas otras que nos tocará vivir en estos meses de celebraciones y centenarios. Con un inicio espectacular, donde Pérez de la Fuente ha echado el resto, con una mezcla de escenografía y efectos digitales que es sorprendente, la obra no consigue alzar vuelo, y el final -que tampoco es más original- se intuye desde el principio, se necesita dejar huellas en el texto para que se vaya intuyendo. Y eso que María Hervás (Torreblanca), Ana Torrent (Luisa de Belén) y Marta Poveda (Constanza), que cada día me gusta más, hacen todo lo posible por mantener una obra al que le falta texto y un poco de trabajo, un irse más allá de los tópicos y de la repetición de algunas imágenes, de algunos acertados guiños, como la identidad de la llegada del hombre a la Luna con el viaje de Don Quijote y Sancho a lomos de Clavileño, único elemento aglutinador de la obra.

Y digo una oportunidad perdida porque hay momentos sublimes, realmente geniales, emocionantes, aunque en realidad sean poco arrabalescos. Entre todos, destaco uno: el parlamento de Lara Grube (Leonor), magnífica desde cualquier ángulo que se mire, sobre el cautiverio de Cervantes en Argel. El texto es sublime, de un poético arrebatado que potencia su fuerza dramática. La puesta en escena, brillante, con esa madre que se quiere lanzar a los brazos de su hijo que se retenida por el resto de las pingüinas, símbolo de todas las ataduras y dificultades de esa heroína, y con ese hijo atrapado por una cárcel ambulante. Y la actuación de Lara, emocionante; el único momento en que las palabras iban más allá de la voz y los gestos y se convertían en una fuerza interior que te llegaba a los ojos, a las lágrimas en los ojos. ¿El resto? Poco más que carreras, una brillante puesta en escena, alguna que otra imagen genial (los tobillos de los canarios...), y poco más. Y algo que me ha llamado la atención: ¿qué necesidad hay de indicar datos falsos de la fecha de la puesta en venta de la segunda parte del Quijote? Se escribe en la pantalla, con la necesidad de afianzar con datos la falta de conocimiento de la obra, que la segunda parte cervantina -que no segundo tomo- se comienza a vender el 27 de febrero de 1615, cuando en realidad se sabe que esto se produjo días después de 21 de octubre del mismo año, pues esa es la fecha que aparece en la tasa, el documento que ponía el precio con que el libro debía comercializarse: 292 maravedís. En algún momento de la obra, Ana Torrent (Luisa) comenta: "¿A ver si al final es que ninguna de nosotras ha leído la obra de "mijo"?". Algo de eso hay en la obra. Algo de eso me temo que hay en tantos otros proyectos que se están poniendo en marcha.

¿Todo va a valer con Cervantes durante estos dos años de celebraciones y conmemoraciones? Me temo que así será porque los responsables políticos y artísticos han decidido que con los últimos que tienen que hablar es con los cervantistas, con los escritores, profesores, investigadores, amantes de la obra de la vida de Cervantes. A fin de cuentas, ¿qué tendrán que decir sobre Cervantes los que nos dedicamos en nuestras profesiones, con diferentes acercamientos científicos y culturales, a intentar conocerlo mejor y difundir el resultados de nuestros esfuerzos?

¿Todo vale con Cervantes?

Si queremos seguir tirando el dinero público. Si queremos no mirar más allá del día de la inauguración y somos tan mediocres de no tener la ambición de mejorar el conocimiento y difundirlo dejando algún aporte a las próximas generaciones, pues así va a ser. Va a seguir siendo.

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