© UNICEF Burundi/Luthi
Ser niño en Burundi no es tarea fácil, ni siquiera durante periodos de paz. Como norma general, el niño burundés sufre malnutrición, va a la escuela a una clase con otros 74 alumnos y comparte su libro de texto con tres niños más. Su familia vive en una situación de pobreza extrema, está expuesto a la violencia y, en algunos casos, incluso vive en la calle.
Burundi ha pasado por periodos reiterados de conflictos desde que se proclamó su independencia, pero desde que terminó el último conflicto en 2005 había ido reconstruyendo poco a poco una situación frágil de paz. Sin embargo, a finales de abril de este año comenzaron a sucederse violentas manifestaciones preelectorales en Bujumbura, la capital del país, que empeoraron aún más la situación vulnerable en la que ya se encontraban los niños.
En la actualidad, la mayoría de las escuelas de Bujumbura están cerradas, y los alumnos han perdido el último trimestre. Para que las escuelas vuelvan a abrir sus puertas es necesario mejorar la seguridad, de forma que se garantice que los niños puedan ir y volver a salvo y que respiren un ambiente de paz en las aulas. En mayo, mientras que algunos de los niños que iban a realizar los exámenes de sexto grado se encontraban con los centros examinadores cerrados, a otros les cancelaban el examen antes de que les diera tiempo a terminarlo.
Por otra parte, están los niños que veíamos cada día en la calle, que se ofrecían a cuidarte el coche, a ayudarte con las maletas o a cualquier otra cosa que les aportara algo de dinero para poder comer. Yo solía hablar con ellos siempre que los veía merodeando por los mercados y las zonas comerciales. Se ganan la vida así, y se agrupan a fin de procurarse mayor protección para vivir y dormir en la calle.
En UNICEF los seguimos de cerca y tratamos de ayudarles a encontrar el modo de volver a sus familias y sus comunidades, pero se trata de una tarea difícil que requiere tiempo, ya que la mayoría de ellos dejaron sus hogares por una razón que, casi siempre, es la violencia o la pobreza. Sabemos que hay unos 3000 niños viviendo en las calles de las tres ciudades más importantes de Burundi, pero la mayor parte de ellos vive en Bujumbura.
© UNICEF Burundi/Luthi
Estos niños vulnerables han sido, precisamente, los primeros afectados por los últimos conflictos. La presencia de la policía en la calle ha aumentado, y con ello los niños han visto impedido su acceso a los mercados y a las zonas comerciales. Cuando comenzaron los enfrentamientos, fui a buscarlos y los encontré preocupados, asustados y hambrientos.
"Todo es difícil estos días," me dijo Christine, de 13 años, que ha vivido en las calles de Bujumbura durante los últimos dos años. "Todo se ha parado desde que empezaron los conflictos. La ciudad se ha quedado vacía y nos cuesta más trabajo encontrar comida. Hay días que no como nada. Y estoy asustada."
Christine y los otros niños que conozco se encuentran en una situación desesperada. Por ello, junto con nuestros asociados, contribuimos para proporcionarles al menos una comida al día, agua, kits de higiene y mantas. Algunos volvieron con sus familias, otros se fueron a otras provincias, pero unos 50 se refugiaron en uno de los centros de la ciudad, cerca de uno de los escenarios principales de los enfrentamientos durante el intento de golpe de estado.
Cuando visitamos a esos y otros niños que están refugiados lejos de sus hogares por motivos de seguridad, siempre nos cuentan el miedo que pasan por las noches al escuchar los tiroteos y cómo lloran hasta quedarse dormidos. ¿Estamos volviendo a desperdiciar la oportunidad de criar a los niños en entornos de paz y seguridad?
Todavía estamos a tiempo de cambiar la situación y proporcionarles lo que se merecen: una sociedad sin violencia, que se preocupe por la infancia y sitúe en primer lugar sus mejores intereses.