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Old is not dead (Viejos al Poder)

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Imagen: ANTONIO BLANCO


El otro día, paseando por el centro de Madrid con un amigo, me crucé con un hombre que por su acento, como pude comprobar después, debía ser norteamericano. Llevaba una camiseta de verano en la que se podía leer, tanto en el pecho como en la espalda, Old is not dead (ser viejo no significa estar muerto). Aparentaba una edad que debía rondar los setenta y pocos años. Al pasar junto a él, no pude evitar decirle espontáneamente "good for you!" ("¡me alegro por ti!"). Levantó la cabeza y, mirándome a la cara, me contestó "and also for you!" ("¡y también por ti!"). Luego mi amigo y yo tomamos un taxi y comentamos la anécdota. Tras dejar a mi amigo en su casa y llegar a la mía, y mientras pagaba al taxista (que también debía rondar los 60 años), éste me dijo de pronto: "¡La verdad es que tiene enjundia el letrero de la camiseta que ustedes estaban comentando! ¡Y me ha hecho pensar, y más en los tiempos que corren en este país de viejos en qué nos estamos convirtiendo!".

Y efectivamente, sin entrar en números, las predicciones estadísticas para el año 2050 de mayores de 65 años en España se han estimado en alrededor del 30% de la población, cifra sin duda muy importante. Y todavía más si consideramos que la población de mayores de 60 años se ha estimado que podría alcanzar el 40% para ese mismo año 2050.

Esto viene en relación con la anécdota de la camiseta por el hecho de que una parte importante de esa población estará formada, sin duda, por personas intelectual y físicamente muy activas pero que, sin embargo, entrarán en el mundo de los "pasivos", los jubilados, de quienes ya tienen poco que hacer o decir en este mundo de los jóvenes. Y es que la jubilación tal cual está entendida hoy es un proceso brusco que rompe, de pronto, el molde dentro del cual la gente ha desarrollado su vida. Es decir, un mundo en el que los que han sido hasta entonces los compañeros de trabajo, pero más jóvenes, ya te ubican a todos los efectos fuera de las transacciones, no solo profesionales, eso es obvio, sino humanas, y con ello viene un alejamiento de lo que venía siendo cotidiano, pensamientos, sentimientos e ideas que, sin mayor valor o trascendencia, llenaban el sentido incluso inconsciente de la vida.

Y es que para muchos, sobre todo las personas que han sido muy activas y están muy inmersas y enamoradas de su trabajo, que se encuentran física y mentalmente bien y pletóricos de salud, proyectos y futuro, la jubilación no es un "júbilo", una "alegría", sino una tristeza, una cierta muerte anticipada. Y esto me lleva a pensar en la pérdida de experiencia y talento que todavía podría ser aprovechado en una sociedad que envejece. Esta consideración se potencia, además, ahora que sabemos que muchísimas personas que comienzan ese camino social de los 60-65 tienen todavía un largo trecho posible por recorrer, en una sociedad que tiende a cambiar la concepción del "viejo" basándose en conocimientos científicos actuales, médicos, psicológicos y sociales. Hoy ya, ahora mismo, por ejemplo, tenemos conocimientos fiables que nos permiten adelantar una vida de los 75 a los 90 años que bien pudiera ser activa y saludable.

Estamos entrando en un mundo social nuevo en el que comenzamos a descubrir las posibilidades de hacer a la gente mas sana y longeva, ralentizando y retrasando el proceso deletéreo del envejecimiento, particularmente el del cerebro. Y no hace falta ya rebuscar solo en los genes, sino en la revisión e implantación de nuevos estilos de vida que son los que claramente promueven la longevidad "real".

Y no hay alternativa. Se acerca un cambio de cultura importante, al menos en el mundo occidental, en el que se comienza a contemplar la necesidad de contar con los viejos para seguir adelante como sociedad activa y productiva. Por supuesto que no estoy queriendo insinuar que los mayores vuelvan a formar parte de la población activa compitiendo con los jóvenes, lo que en casos excepcionales no sería nada descartable. Y me remito aquí a ejemplos actuales como la señora Carmena, magistrada jubilada y ahora alcaldesa de Madrid, o nuestro actual representante en el mundo, el ministro Margallo. O, si se quiere, el reinicio de la carrera política de la señora Clinton, esperando ser "árbitra del mundo" a los casi 70 años de edad. Si embargo, sí creo que la sociedad debe apoyar que los mayores ocupen puestos y labores desde los que contribuir activamente a mantener esa misma sociedad, y ellos mismos mantener una actividad que potencie sus capacidades físicas y mentales. Con el añadido del inmenso ahorro económico que significa para la sanidad pública.

La sociedad actual debe cambiar y puede hacerlo. El mundo, por mucho que nos empeñemos, no será ya más un mundo solo de jóvenes, sino de jóvenes y viejos activos y capaces. La sociedad, la occidental en particular, se dará cuenta antes pronto que tarde, que debe construir vías profesionales paralelas que permitan ser continuadas por los mayores con una contribución activa, sin entorpecer la creatividad, la fuerza, la energía, la emoción de los jóvenes, que es lo que mueve el mundo hacia adelante. Hoy la sociedad, tal cual está estructurada, no lo permite. Y eso, a la luz de lo que se avecina, forzosamente cambiará. Y esto nos empuja ya, ahora mismo, a darnos cuenta, a ser verdaderamente conscientes, de que old is not dead. Y algo más: este cambio, si se quiere que de verdad ocurra, debe ser promovido por los propios "viejos", dando expresión de esa salud mental de la que hablo. Son ellos lo que deben impulsar activamente este proceso, creando una fuerza social que lleve al reconocimiento de esa realidad. ¿Un nuevo partido político? Yo ya adelanto mi intención de voto positivo.

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