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Sánchez remueve las entrañas del socialismo

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Ni España son los Estados Unidos de América, ni Pedro Sánchez es Barack Obama, ni su señora es primera dama de nada, por más que fuera eso lo que pretendiera evocar la escenografía elegida para la "coronación" del candidato socialista a la Presidencia del Gobierno. Pero él es así: más de gestos que de contenidos; más de marketing que de pensamiento; más de máscaras que de verdades... Y su puesta de largo presidencial al más puro estilo americano, envuelto en la bandera de España y acompañado de su esposa en el escenario, removió las entrañas del socialismo en una mañana que resultó más de circo que de política.

El debate está servido. Y no porque el PSOE no acepte la bandera nacional o reniegue de la patria, sino porque su enseña siempre fue la igualdad y su estirpe, la justicia social. Una historia de 136 años pisoteada en una mañana de domingo por un candidato que prometió "humildad y emoción" y recibió frialdad y desdén después de lo que muchos sintieron como una afrenta a tantos y tantos muertos, y el revivir de múltiples conflictos por el uso y abuso de la simbología nacional. Ni los más "españolistas" del PSOE fueron capaces de justificar semejante exhibición de patriotismo mal entendido: "Ni el PP se hubiera atrevido a tanto", "una enorme enseña para ocultar un enorme vacío", "un gesto forzado e innecesario".

El objetivo era claro: contrarrestar la imagen de radicalidad que la derecha proyecta sobre Pedro Sánchez tras los pactos post electorales suscritos con la izquierda alternativa patrocinada por Podemos. La pregunta es si para desmontar la estrategia del PP y ocupar la centralidad, hay o no un trecho de normalidad por transitar sin necesidad de recurrir a gestos forzados como el de la bandera. ¿Acaso los socialistas necesitan demostrar que no son radicales? ¿Es que el PSOE no lleva la Constitución española en sus venas? Pese a su tradición republicana -la bandera tricolor aún luce en muchas agrupaciones locales-, no hay un socialista que discuta la enseña nacional, pero sí cientos para los que desempolvar el debate sobre los símbolos les sitúa en una posición incómoda, mucho más cuando se hace como golpe de efecto y para ocultar la falta de contenidos.

Si controvertida fue la exhibición de la bandera, ídem el resto de la escenografía. Lo fue la entrada triunfal y en solitario del candidato hasta la platea y también la subida al escenario de su mujer, Begoña Gómez, una vez acabado el discurso. Ni un ex secretario general, ni un miembro de la dirección, ni un barón del PSOE acompañaron a Sánchez en el saludo final como si se pretendiera malbaratar la historia reciente del partido. Sólo la pareja saludó desde la tarima al más puro estilo norteamericano, en un gesto que no pasó tan poco desapercibido para los cuadros de un PSOE al que el candidato quiso dar una pátina de partido presidencialista.

Nada fue escogido al azar. Ni la elección del asturiano Javier Fernández, principal referente moral e intelectual del partido, para dar paso al discurso de Sánchez; ni el sitio elegido para sentar a la presidenta de Andalucía, Susana Díaz -junto al secretario general de la UGT, Cándido Méndez-; ni el cambio drástico de una escenografía que prescindió del logo del PSOE; ni la ausencia de menciones a los alcaldes recién elegidos o a los presidentes autonómicos a punto de ser investidos...

Todo en una mañana donde faltó sensibilidad, sobró impostura y se hizo más visible que nunca la falta de un proyecto de país con el que emocionar a los socialistas, que sólo vibraron con la intervención de Javier Fernández. Con él, la vacuidad de la intervención de Sánchez se hizo más evidente, si cabe. El flamante candidato del PSOE necesita algo más que un vago compromiso para acabar con el "paro y la corrupción", una bandera y una primera dama para resultar creíble.

¿Su próximo objetivo? La creación de un 'Gobierno a la sombra', a modo del "comité de sabios" que constituyó Zapatero en 2004 antes de su primera victoria electoral. El candidato ya ha empezado la selección y el tanteo entre personalidades del mundo de la educación, la cultura, la investigación, la cooperación, las relaciones internacionales y la economía, entre otras áreas.

De momento, el primer "fichaje" ha sido el del ex ministro de Administraciones Públicas Jordi Sevilla. El hombre que convenció a Zapatero de que la economía se aprendía en "dos tardes" asesorará a Sánchez en esta misma materia. La ex secretaria de Estado de Cambio Climático, Teresa Ribera, hará lo propio en Ciencia y Tecnología.

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