Guste o no, la ciudadanía habla en las urnas y en la calle; y lo que hasta hace poco era impensable, ahora es una realidad, como ha quedado demostrado en las recientes elecciones municipales españolas, donde el bipartidismo ha comenzado a formar parte del pasado reciente. Es importante que nadie haga oídos sordos a un pueblo que reclama su derecho a decidir.
Porque las manifestaciones masivas que el domingo se produjeron en todo el País Vasco para reivindicar que se les escuche no pueden pasar por alto. Más ahora, que en Europa también hay otras minorías con suficiente peso específico en las economías de sus países que se están pronunciando en el mismo sentido. Como el caso más reciente de Escocia, donde la diferencia entre los unionistas y los independentistas ha sido mínima; lo que significa que el problema dista mucho de estar zanjado.
Ayer, con los actos de la plataforma Gure Esku Dago (está en nuestra mano) en todas las capitales vascas, una parte del mundo nacionalista salió a calle; buena parte de la cultura también estaba allí. Decenas de miles de personas pidieron al unísono que se les oiga. Tienen todo el derecho a hacerlo y manifestarse. Desde exlehendakaris hasta alguna consejera del Gobierno de Patxi López se unieron a una iniciativa ciudadana que logró hacer emerger un espíritu reivindicativo similar al que se respiró durante la transición. La sociedad vasca se mueve. Se está moviendo y seguirá en esa línea.
El próximo Gobierno que mande en España tiene un serio problema, además de la crisis: los nacionalismos. Pero no hay que olvidar también al nacionalismo español, que ahí está y también es reivindicativo. El sábado, la recién nombrada presidenta del Parlamento navarro y dirigente de Podemos Ainhoa Aznárez, decía públicamente: "Quiero que sea la ciudadanía la que decida qué estatus prefiere". Que esto lo diga alguien que procede del Partido Socialista Navarro (PSN), y no es sospechosa de ser nacionalista, es un dato. La sociedad vasca es multinacionalista.
Porque hay modos muy diferentes de vivirlo; sin ir más lejos, ahí están las diferentes sensibilidades que hay en torno a este tema dentro del PNV o EH Bildu, en cuanto a las corrientes soberanistas e independentistas. Todo un nacionalismo lleno de matices, que sin duda con la proximidad de las elecciones autonómicas el año que viene, se radicalizarán.
Pero ello forma parte del juego electoralista. De lo que no hay duda es que España tiene un problema que no puede acallar con imposiciones y llamadas a la unidad española. Estamos ante un problema de fondo, que va más allá de una manifestación puntual. El portavoz de Gure Esku Dago, ya anunció ayer en San Sebastián que el próximo año van a llevar a la práctica las primeras consultas a la ciudadanía sobre el derecho a decidir; la primera que se pronunciará sobre esta cuestión será la comarca gipuzcoana del Goierri. Precisamente, la más pujante del territorio, y donde el paro no llega al diez por ciento. Una comarca donde se asientan grandes empresas que operan en todo el mundo, como CAF, Irizar o Arcelor Mittal. No hay duda que la consulta será un éxito. Así que sea quien sea quien mande en la Moncloa, tendrá que pensar el porqué. La consulta a partir de ahora no es solo cuestión de nacionalismos.
Porque las manifestaciones masivas que el domingo se produjeron en todo el País Vasco para reivindicar que se les escuche no pueden pasar por alto. Más ahora, que en Europa también hay otras minorías con suficiente peso específico en las economías de sus países que se están pronunciando en el mismo sentido. Como el caso más reciente de Escocia, donde la diferencia entre los unionistas y los independentistas ha sido mínima; lo que significa que el problema dista mucho de estar zanjado.
Ayer, con los actos de la plataforma Gure Esku Dago (está en nuestra mano) en todas las capitales vascas, una parte del mundo nacionalista salió a calle; buena parte de la cultura también estaba allí. Decenas de miles de personas pidieron al unísono que se les oiga. Tienen todo el derecho a hacerlo y manifestarse. Desde exlehendakaris hasta alguna consejera del Gobierno de Patxi López se unieron a una iniciativa ciudadana que logró hacer emerger un espíritu reivindicativo similar al que se respiró durante la transición. La sociedad vasca se mueve. Se está moviendo y seguirá en esa línea.
El próximo Gobierno que mande en España tiene un serio problema, además de la crisis: los nacionalismos. Pero no hay que olvidar también al nacionalismo español, que ahí está y también es reivindicativo. El sábado, la recién nombrada presidenta del Parlamento navarro y dirigente de Podemos Ainhoa Aznárez, decía públicamente: "Quiero que sea la ciudadanía la que decida qué estatus prefiere". Que esto lo diga alguien que procede del Partido Socialista Navarro (PSN), y no es sospechosa de ser nacionalista, es un dato. La sociedad vasca es multinacionalista.
Porque hay modos muy diferentes de vivirlo; sin ir más lejos, ahí están las diferentes sensibilidades que hay en torno a este tema dentro del PNV o EH Bildu, en cuanto a las corrientes soberanistas e independentistas. Todo un nacionalismo lleno de matices, que sin duda con la proximidad de las elecciones autonómicas el año que viene, se radicalizarán.
Pero ello forma parte del juego electoralista. De lo que no hay duda es que España tiene un problema que no puede acallar con imposiciones y llamadas a la unidad española. Estamos ante un problema de fondo, que va más allá de una manifestación puntual. El portavoz de Gure Esku Dago, ya anunció ayer en San Sebastián que el próximo año van a llevar a la práctica las primeras consultas a la ciudadanía sobre el derecho a decidir; la primera que se pronunciará sobre esta cuestión será la comarca gipuzcoana del Goierri. Precisamente, la más pujante del territorio, y donde el paro no llega al diez por ciento. Una comarca donde se asientan grandes empresas que operan en todo el mundo, como CAF, Irizar o Arcelor Mittal. No hay duda que la consulta será un éxito. Así que sea quien sea quien mande en la Moncloa, tendrá que pensar el porqué. La consulta a partir de ahora no es solo cuestión de nacionalismos.