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Por qué siempre pido fotos de nosotros dos a solas

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Hace algunas semanas, nos reunimos con un amigo en la reserva del río local para nuestra sesión anual de fotos familiares. Pusimos firmes a los niños, aprovisionamos el coche de alguna ropa de emergencia y de sobornos en forma de M&M, y confiamos en que todo saliera bien. Como yo también soy fotógrafa, había programado la sesión durante la hora dorada que, por supuesto, coincide con la hora de dormir. Llámame ilusa, pero prefiero lidiar con rabietas que con una mala iluminación.

Como cada año, no pasó mucho hasta que pedí fotos solamente de mi marido y de mí, además del paquete de fotos familiares. Me gusta tener un recordatorio de que nuestro matrimonio es una entidad aparte, una fuerza a tener en cuenta. Más de una vez durante la tarde amarramos a los niños a sus sillitas y nos aventuramos entre la hierba alta, solos los dos. La mayor parte el tiempo, se quedaban sentados y nos observaban pacientemente, sólo lloriqueaban ocasionalmente por aburrimiento.

Nos desconectamos de ellos durante cinco minutos y mantuvimos los ojos fijos el uno en el otro, a propósito y deliberadamente, porque aunque no siempre consigamos realizar esta práctica a la perfección, queremos que nuestros hijos nos vean.

Que nos vean a Nosotros, como marido y mujer, dos personas que aún se aman después de casi 11 años juntos.

Sería fácil dejar que los niños nos engulleran enteritos si bajáramos la guardia durante medio segundo. Ahora son jóvenes y están necesitados y sería sencillo dejar todo lo relacionado con el matrimonio para después de la hora de dormir. Sería fácil que les permitiéramos interrumpir todas las conversaciones, que dejaran sus juguetes en nuestra habitación, que aparecieran en cada una de las fotografías.

Algunos días, incluso sería fácil dejarles destruirnos, a Nosotros.

Pero si queremos que nuestros hijos respeten nuestro matrimonio, tenemos que dejarles ver nuestro matrimonio. Tenemos que dejarles ver nuestras noches de citas, nuestros besos en la cocina, nuestras peleas y reconciliaciones. Y la única forma en que nos van a ver es si Nosotros se lo permitimos. O, en el caso de la sesión de fotos anual, si les forzamos a observarnos desde el margen.

En ocasiones pienso que nuestro matrimonio nunca ha sido más difícil de lo que es ahora. En esta fase que exige tanto para poder educar a dos niños pequeños, tenemos que luchar constantemente por nuestro matrimonio: por la tranquilidad, por las noches de citas, por cualquier tipo de intimidad. Nuestros días están completos, son conflictivos y agotadores, así que es demasiado fácil dejar las sobras para nuestro matrimonio, ese dos por ciento de energía que nos queda al final de la noche.


Merecemos algo mejor.

Algunos podrían pensar que es extraño que retratemos a la familia todos los años, pero es que me encanta dejar constancia de nuestros hijos a esta edad, porque no paran de cambiar. El año pasado, el más pequeño apenas era un cacahuete en mi vientre y ahora mismo está comiendo calabaza sentado en su sillita alta. Dentro de 20 años, será estupendo poder mirar hacia atrás, gracias a las fotografías, y recordar este año, el año que el mayor de los niños cumplía 3 años y le daba por decir las cosas más disparatadas, el año en que nuestro querido segundo bebé lucía su sonrisa desdentada.

Este ha sido el año en que pasamos a ser padres por duplicado y ha sido duro de narices, pero aquí nos tienes. Hemos sobrevivido; hemos hecho carreras de relevos; nos hemos peleado y reconciliado 200 veces. Hemos cometido errores y nos hemos disculpado y perdonado, y también hemos dado unos pocos portazos y acordado tregua tras tregua tras tregua. Hemos discutido a las tres de la madrugada sobre a quién le tocaba levantarse, hemos visto a nuestros chicos convertirse en mejores amigos y, básicamente, nos hemos ido reconvirtiendo en padres una y otra vez. Hemos revaluado nuestras expectativas, nos hemos sometido a unas cuantas, bastantes, terapias de salón y hemos aprendido a querernos el uno al otro un poquito mejor.

No ha sido fácil. Algunos días las presión y la tensión acumuladas en esta casa podrían hacer explotar la Luna. Pero incluso en esos días, de alguna forma --por la gracia de Dios-- conseguimos encontrar el camino.

Y esta es la razón por la que siempre pido fotos de mi marido y yo solos.

Porque dentro de 20 años, cuando vuelva a mirar estas fotos, estaré encantada de ver que pudimos pararnos cinco minutos para dedicarlos a Nosotros.


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Una versión de este post apareció por primera vez en Where My Heart Resides. Puedes seguir a Ashlee en Instagram. Todas las fotos por Lee Brown Photography.




Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Diego Jurado Moruno


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