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Las amenazas de la Inteligencia Artificial

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Este post ha sido escrito por Álvaro Barbero

Las máquinas inteligentes nos rodean. Nos observan, saben lo que hacemos, cómo somos y lo que vamos a hacer, como decía Morfeo en esa película tan inspiradora como es Matrix,

[...] está en todas partes. Está alrededor de nosotros, incluso ahora mismo en esta habitación. Puedes verla cuando miras por la ventana o cuando enciendes tu televisor. Puedes sentirla cuando vas a trabajar, cuando vas a la iglesia, cuando pagas tus impuestos [...]


Ni siquiera el Skynet de Terminator lo habría hecho mejor. Big Data, algoritmia, aprendizaje profundo... Todo ello nos está llevando a un mundo donde ya no solo nuestros móviles son smart, sino también nuestros relojes, nuestros coches, e incluso nuestra ropa.

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Las máquinas ya son parte de nosotros

Indudablemente, esta revolución de la Inteligencia Artificial nos ha traído fructíferas ventajas en nuestro día a día. Son muchos pequeños detalles, como recibir nuestro correo sin spam, saber rápidamente qué autobús nos viene mejor para ir a un lugar desconocido, encontrar el vuelo más barato o recibir un aviso de que hay un atasco en la carretera y que llegamos tarde al cine.

Por otra parte, también hay servicios de los que nos beneficiamos sin saberlo y que están basados en los avances en Inteligencia Artificial, como la prevención del fraude en nuestras tarjetas y cuentas bancarias o la optimización de la gestión de las energías renovables. Son herramientas y servicios en la sombra que nos hacen la vida más fácil. Y también somos cada vez más conscientes del lado oscuro de todas estas funcionalidades inteligentes: que nuestros dispositivos aprendan de nosotros les ayuda a ser más útiles, pero hay casos, como el desvelado recientemente por WikiLeaks, que nos hacen ver que pueden constituir una invasión de la privacidad.

6 innovaciones increíbles en Inteligencia Artificial

Ni qué decir que los últimos avances en el área, principalmente de la mano de los algoritmos de aprendizaje profundo, resultan tan inquietantes o incluso más. Repasemos algunos de los más impactantes:

• Un equipo de Google ha conseguido crear un cerebro artificial que juega a la videoconsola mejor que un jugador humano, sin haber recibido ninguna instrucción sobre en qué consiste el juego.

• El ordenador Watson de IBM ¡venció a los mejores campeones de la historia en el concurso norteamericano de preguntas y respuestas Jeopardy!

• La Universidad de Cambridge tiene un algoritmo capaz de descubrir tu edad, género, profesión, nivel de inteligencia, opinión política e incluso tendencia sexual por tu actividad en Facebook.

• Microsoft puede saber tu edad únicamente con ver una foto tuya.

• Boston Dynamics fabrica robots capaces de moverse como un caballo y desplazarse sin problemas por senderos helados.

• En la Universidad de Ciencia y Tecnología de China han elaborado una máquina capaz de obtener mejores resultados que los humanos en un test de inteligencia.

Viendo estos avances en Inteligencia Artificial, las redes bullen con inevitables comparaciones con películas de ciencia ficción distópica. Incluso científicos reconocidos como Stephen Hawking muestran cierta preocupación por el tema y, frente a este clamor, Google ha decidido instaurar un comité de Ética para regular el uso de esta tecnología: ¿llegarán las máquinas a ser más inteligentes que nosotros? ¿Y qué pasará entonces?

¿Derrotados por el silicio?

Que no cunda el pánico. No es necesario preparar el refugio antinuclear. La cruda realidad es que, a pesar de todo, las máquinas son muy tontas, y probablemente lo sigan siendo durante los próximos años: basta poner a cualquiera de estos cerebritos electrónicos a trabajar en una tarea para la que no hayan sido diseñados y los resultados serán desastrosos. Incluso los robots más avanzados del mundo tienen problemas para abrir una puerta. Ya en los años cincuenta, cuando se acuñó el término Inteligencia Artificial, las mentes más brillantes de la época anunciaban que próximamente contaríamos con auténticos robots pensantes, capaces de hazañas como traducir automáticamente cualquier idioma. Y sesenta y cinco años después, comparando con aquella utopía soñada, el panorama resulta un tanto decepcionante.

La realidad es esta: las máquinas de hoy son más inteligentes que las antiguas calculadoras a partir de las que se originaron, pero no mucho más. Llegará el día en el que veremos algo similar a los cerebros positrónicos imaginados por Asimov, pero ese día no será hoy, ni mañana... Tal vez ni siquiera en otros sesenta y cinco años.

Las máquinas actuales, a diferencia de nosotros, no tienen consciencia ni pueden marcarse sus propios objetivos. Y, sin embargo, ya son de gran utilidad para nuestras vidas, y cada día lo serán más. Irónicamente, la búsqueda de esta inteligencia sintética nos ha llevado a una herramienta para aumentar nuestra propia inteligencia humana. Y, como cualquier herramienta, usada correctamente puede hacer de nuestro mundo un lugar mejor.

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