Qué valientes, estos griegos. Y qué insensatos. Mientras escribo estas líneas, siguen bailando sirtaki en la plaza Syntagma después de haber lanzado un órdago a la grande a la UE sin un triste rey en la mano. Y mientras bailan, las rotativas de algunos diarios alemanes como el Süddeutsche Zeitung están imprimiendo ya la edición del lunes, con artículos que no dejan alternativa: "¡Enseñadle ya a Grecia la puerta de salida!"
Qué triste que las primeras felicitaciones oficiales a Grecia por el "no" en las urnas en Londres y en París hayan provenido de Neil Farage (UKIP) y Marine Le Pen (FN), dos antieuropeístas regocijándose por la derrota infligida a la Europa de los "oligarcas".
¿Cómo reaccionará ahora la Europa oficial, después de enmudecer esta noche?
Naturalmente que aún es posible la negociación. Las bases para un acuerdo entre el gobierno de Tsipras y sus acreedores están sobre la mesa, afianzadas en el informe del FMI hecho público a contrapelo el pasado jueves que reconocía como técnicamente impagable la deuda griega.
El quid es que no se trata de un problema técnico, ni siquiera exclusivamente político. El 'No' de Grecia es tan rotundo, tan emocional, que amenaza de muerte la confianza necesaria para seguir avanzando en la negociación. Los puñales dialécticos de esta semana de alto voltaje -como Varoufakis acusando de terrorismo a la UE- han resultado eficaces a la hora de movilizar al pueblo griego, pero su efecto boomerang ha sido dinamitar los puentes de diálogo.
Los griegos son orgullosos, y acaban de demostrarlo en las urnas. Pero, ¿cómo tratar el orgullo herido en Berlín y en Bruselas, el de los acreedores que se sienten insultados al tiempo que se les pide que sigan ampliando los créditos?
Los griegos han plantado cara al miedo, pero ¿cómo reaccionarán los gobierno europeos a sus propios miedos, en concreto al pánico a que la rebeldía de Syriza se contagie a velocidad del sonido por España, Portugal o Italia?
El referéndum griego ha sido un ejercicio de democracia impecable, pero ¿cómo va a gestionar la canciller Merkel -y no sólo Alemania- a un sector creciente entre sus votantes, voces hastiadas de Grecia, que la consideran un lastre y la quieren fuera del Euro ya?
'Otra victoria como ésta y estaremos acabados', dicen que dijo el General Pirro cuando venció a Roma en el 280 a.C., con tanto sufrimiento y tantas bajas entre sus hombres que de ahí nació la expresión "victoria pírrica".
Ojalá que en esta semana decisiva, Europa venza también sus miedos y dé muestras de la grandeza de miras que una vez tuvo. Y ojalá la victoria de Tsipras no se convierta en la de Pirro, sino en una que todos los europeos podamos compartir: el final de las políticas de la Santa Austeridad. Son ellas, y no los griegos, las que están partiendo Europa en dos.
Felicidad en Syntagma pic.twitter.com/plddAjuexI
— CarlotaRamirezz (@carlotaeramirez) julio 5, 2015
Qué triste que las primeras felicitaciones oficiales a Grecia por el "no" en las urnas en Londres y en París hayan provenido de Neil Farage (UKIP) y Marine Le Pen (FN), dos antieuropeístas regocijándose por la derrota infligida a la Europa de los "oligarcas".
EU project is now dying. It's fantastic to see the courage of the Greek people in the face of political and economic bullying from Brussels.
— Nigel Farage (@Nigel_Farage) julio 5, 2015
¿Cómo reaccionará ahora la Europa oficial, después de enmudecer esta noche?
Naturalmente que aún es posible la negociación. Las bases para un acuerdo entre el gobierno de Tsipras y sus acreedores están sobre la mesa, afianzadas en el informe del FMI hecho público a contrapelo el pasado jueves que reconocía como técnicamente impagable la deuda griega.
El quid es que no se trata de un problema técnico, ni siquiera exclusivamente político. El 'No' de Grecia es tan rotundo, tan emocional, que amenaza de muerte la confianza necesaria para seguir avanzando en la negociación. Los puñales dialécticos de esta semana de alto voltaje -como Varoufakis acusando de terrorismo a la UE- han resultado eficaces a la hora de movilizar al pueblo griego, pero su efecto boomerang ha sido dinamitar los puentes de diálogo.
Los griegos son orgullosos, y acaban de demostrarlo en las urnas. Pero, ¿cómo tratar el orgullo herido en Berlín y en Bruselas, el de los acreedores que se sienten insultados al tiempo que se les pide que sigan ampliando los créditos?
Los griegos han plantado cara al miedo, pero ¿cómo reaccionarán los gobierno europeos a sus propios miedos, en concreto al pánico a que la rebeldía de Syriza se contagie a velocidad del sonido por España, Portugal o Italia?
El referéndum griego ha sido un ejercicio de democracia impecable, pero ¿cómo va a gestionar la canciller Merkel -y no sólo Alemania- a un sector creciente entre sus votantes, voces hastiadas de Grecia, que la consideran un lastre y la quieren fuera del Euro ya?
'Otra victoria como ésta y estaremos acabados', dicen que dijo el General Pirro cuando venció a Roma en el 280 a.C., con tanto sufrimiento y tantas bajas entre sus hombres que de ahí nació la expresión "victoria pírrica".
Ojalá que en esta semana decisiva, Europa venza también sus miedos y dé muestras de la grandeza de miras que una vez tuvo. Y ojalá la victoria de Tsipras no se convierta en la de Pirro, sino en una que todos los europeos podamos compartir: el final de las políticas de la Santa Austeridad. Son ellas, y no los griegos, las que están partiendo Europa en dos.