El pelotón al paso por ciudadela de Namur, durante la cuarta etapa. ERIC FEFERBERG/AFP/Getty Images
Ya sabíamos que la primera semana de este Tour no era una semana cualquiera; la acertada tendencia seguida en los últimos años a dar protagonismo a las jornadas llanas, ha revitalizado el antiguo formato de una primera semana relativamente intrascendente donde, al margen del interés suscitado por las llegadas masivas y posibles escapadas de grupo, la general no debía sufrir alteraciones significativas. También suponíamos que el final en Huy dejaría unos primeros destellos a tener en cuenta y, sobre todo, que la etapa del pavés podría derivar en un primer revolcón en la general. Pero como en el ciclismo 1+1 no siempre son 2, lo que no sabíamos es que en la primera jornada en línea, dos de los cuatro principales favoritos (Nibali y Quintana) perderían minuto y medio con respecto a sus grandes adversarios.
Las fuertes ráfagas del mar del Norte envolvieron, en la primera jornada llana, a un pelotón de insignificantes ciclistas, diminutos mortales ante la furia de Bóreas que se fueron al mojado asfalto produciendo uno y mil cortes. Cuando las condiciones climatológicas son más adversas, son pocos los que responden y la victoria cobra aún más valor. Un valor que este Tour encarece cada día. La sabiamente adquirida habilidad de Contador para salir airoso de estas situaciones y la superprotección dispensada por el Sky a su líder, Froome, permitió a ambos dar un primer golpe de efecto en la primera etapa en línea. Mejor imposible.
Si las tempestades del domingo dieron paso a un soleado lunes, los caprichosos designios que el Tour deparó en la etapa de Huy vinieron en forma de caída; luxaciones, roturas y traumatismos en una terrible montonera a 80 km/h que acabó con las expectativas de, entre otros, Tom Dumoulin (Giant), Simon Gerrans (Orica) o William Bonnet (FDJ), todos retirados, y también de Fabian Cancellara (Trek), con dos vértebras rotas, que no pudo tomar la salida en la etapa del pavés. El campeón suizo se vestía de amarillo por quinta vez en un Tour, quizás su último Tour.
De nuevo Huy tuvo color español, el de un catalán, Purito Rodríguez, en un equipo ruso, el Katusha; vencedor en el mismo muro en 2012, en la clásica de primavera donde reina Valverde (vencedor en 2006, 2014 y 2015) y que en esta ocasión tuvo que apretar los dientes para no descolgarse del grupo de Quintana, ligeramente retrasado de Froome, el primero de los grandes líderes que, desafiante, se vistió de amarillo.
Dice Valverde que el ciclismo es una "agonía dulce", por eso, a las mutables condiciones del clima, a veces se unen las dificultades del camino, un camino que excepcionalmente presenta una cara tosca y vieja, impropia del tiempo presente, perteneciente a la prehistoria del ciclismo; aquella época de clásicas maratonianas en las que los organizadores de la prueba aconsejaban a los corredores llevar consigo algún instrumento para iluminar las noches, un mapa y sus propios tubulares, que los aventureros de la ruta enredaban a sus espaldas.
Son los caminos de la vieja Europa que vieron pasar los tanques de aliados y alemanes en una guerra que convirtió en un infierno los bosques y campos de las Ardenas. Los mismos por los que vuelven a transitar cada año, desde hace más de un siglo, quienes prolongan los ecos de un pasado remoto, del ciclismo de otra época.
Allí, en ese escenario vetusto de piedras y barro, se libró la última de las batallas de estos primeros cuatro días locos del Tour. La consigna sobre el pavés era salir vivo, tal como dijo Contador, se trataba de "sobrevivir" y afortunadamente para los aficionados, los cuatro favoritos salieron indemnes y juntos por primera vez en lo que va de carrera. La cabeza de pelotón se pobló en los tramos adoquinados de nombres habituales en la primavera: Degenkolb (Giant), Vanmarcke (Lotto NL) Van Avermaet (BMC), Sytbar (Etixx), Boasson Hagen (MTN)... Los rostros serios, tensos, con las bocas abiertas, evidenciaban la tensión que los corredores sufrieron durante los últimos 50 km de la etapa. En una carrera en la que cada día importa, cada metro se disputa y cada gesto se tiene en cuenta, sobresalió esta vez Nibali que trató de repetir su exhibición del año pasado imprimiendo él mismo el ritmo del grupo en varios de los tramos. Tras el último segmento de pavés, un selecto grupo quedó en cabeza con el italiano: el líder Froome (Sky), Valverde (Movistar) y Tejay van Garderen (BMC) entre otros. No duró mucho su ventaja y el grupo se tomó un respiro que aprovechó astutamente Tony Martín (Etixx) para llevarse la etapa y ser nuevo líder del Tour.
Este miércoles, al fin, el magullado pelotón podrá tomarse un respiro con una etapa, esta vez sí, típica de la primera semana del Tour: jornada llana entre Arrans y Amiens. Pero no podrán relajarse del todo, los muros vuelven el jueves (Le Havre) y el viernes (Mur de Bretagne), con finales idóneos para seguir picando segundos, analizar gestos y hacer predicciones antes de la contrarreloj del sábado, que dará por cerrada una apasionante primera semana de carrera.