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El coste de la salud en Estados Unidos

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If it ain't broke, don´t fix it [Si no está roto, no lo arregles]. Eso es lo que pensé hace unos días al salir de la consulta de mi dentista, en Nueva York, despues de hacerme un examen con rayos X que no necesitaba. Accedí porque el doctor llevaba años insistiendo, porque de lo contrario debía firmar una cláusula que lo eximía de responsabilidad, y porque se entiende que él es el experto.

El resultado de la prueba, igual que la de hace tres años, fue que todo estaba bien. Como sucede con tantas otras de este tipo que se realizan en Estados Unidos.

Los tests y otros procedimientos innecesarios son uno de los graves problemas del sistema sanitario en este país: pueden atentar contra la salud del paciente y conllevan gastos de miles de millones de dólares anuales, como señala el Instituto de Medicina. En el caso de los exámenes dentales con rayos X, por ejemplo, se ha demostrado que la exposición a la radiación ionizante puede aumentar el riesgo de tumor cerebral a largo plazo. La Asociación Dental Americana, entre otros profesionales de la salud, recomienda realizar estos tests solo cada dos o tres años, si hay síntomas. Sin embargo, en la práctica, muchos dentistas (como el mío) aconsejan vehementemente llevarlos a cabo cada seis meses, aunque no haya motivo de preocupación.

Lo hacen por varias razones. Una de ellas es el temor a demandas por mala praxis si no se detecta una enfermedad. A esto se le denomina medicina defensiva (que no preventiva) y está más extendida en Estados Unidos que en otros países, como España, donde la cultura de la atención al cliente no está tan arraigada ni se dan tantas demandas de este tipo. Otra de las razones es, como cabe esperar, la económica: aunque la profesión médica está bien remunerada en Estados Unidos (por ejemplo, el salario medio de los dentistas es de 150.000 dólares), acarrea muchos costes, como maquinaria innovadora y seguro frente a demandas.

Además, el precio de los estudios de Medicina es de los más elevados: siguiendo con el ejemplo de los dentistas, los recién licenciados tienen una deuda media de 240.000 dólares, según la Asociación Americana de Estudiantes de Odontología. Pagarla puede llevar toda una vida laboral y, a diferencia de otros préstamos, no se puede eliminar si el deudor se declara en quiebra. Una tercera razón por la que los doctores recurren a chequeos frecuentes con máquinas es que ahora no están tan habituados a diagnosticar enfermedades sin ellas. "En mi país -me dice con soltura un conocido cubano-, eso no pasa. Llegas a la consulta, el doctor te hace un reconocimiento externo, y en un momento te dice: usted pase por acá y usted por allá". Aunque Estados Unidos gasta mucho más en pruebas que la mayoría de los otros países, los norteamericanos no gozan de una mejor salud.

Pero, si mucha gente sabe que los tests pueden ser inefectivos, ¿por qué se somete a ellos? Probablemente, además de por su desconocimiento sobre las consecuencias y por la continua publicidad en los medios y en la consulta, por otro motivo muy simple: el precio del seguro. A pesar de las medidas muy positivas del actual Gobierno demócrata en su reforma sanitaria (Affordable Care Act), la cobertura médica en este país aún es costosa: puede ascender a varios cientos de dólares al mes por persona. De modo que los que se pueden permitir comprarla quizás se ven impulsados a usarla, aunque no tengan una razón de peso, ya que pagan bastante por ella.

Para abordar el problema del empleo desmesurado de exámenes médicos, tanto el doctor como el paciente deben asumir su responsabilidad. El primero debe anteponer la salud del paciente a sus propios intereses y ofrecer un servicio donde prime la calidad; el segundo debe informarse, contrastar opiniones y tomar decisiones inteligentes. Pero además, urge aplicar cambios de fondo: por una parte, debe invertirse más en investigación sobre los beneficios y los riesgos de los tests médicos.

Por otra parte, la formación superior en Medicina y otras disciplinas se ha encarecido ostensiblemente en las últimas tres décadas en este país, y la solución no debería consistir en ofrecer nuevas vías de financiación, prorrogar o condonar la deuda estudiantil, como sugieren algunos economistas. La solución es, entre otras cosas, bajar los costes académicos, reduciendo los puestos de administradores y los sueldos millonarios de los presidentes de las universidades, tan excesivos como los exámenes de rayos X del dentista de Nueva York. Por último, el Gobierno de Obama, y de su sucesor el año próximo, debe continuar las reformas que ha emprendido los últimos años para que el seguro sea más asequible, para que proteja a los más de treinta millones que aún carecen de él y no sea una carga para los que ya están asegurados.

Mientras esto no suceda, a menos que lo necesite, manténgase alejado del alcance de su médico.

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