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La guerra se extiende, Turquía se sitúa al fin

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De manera paulatina, la guerra se extiende por Oriente Medio. Lo que hace un par de años se trató como la guerra civil de Siria, poco a poco ha registrado la ampliación del campo de batalla y el aumento en el número de actores. Con la aparición del DAESH (Estado Islámico) en territorio sirio e iraquí se complicó aún mas el elenco y la fisonomía de combatientes, la misma naturaleza de la lucha con el yihadismo.

En un ir y venir comenzó la expansión territorial del conflicto de un país a otro, prescindiendo de fronteras; el flujo de refugiados a todos los países fronterizos trasladó a su vez sus problemas de origen y nuevos enfrentamientos a los lugares de acogida. Posteriormente, los enfrentamientos en zonas fronterizas, por ejemplo entre los militantes del DAESH y las milicias kurdas, han provocado una llamativa actuación de los militares turcos de duración y dinámica imprevistas aún, acudiendo al fin los, hasta ahora, grandes ausentes.

De esta manera, Ankara habría activado su presencia armada en la coalición internacional contra el DAESH, sospechándose asimismo que su movilización encubriría una operación de largo alcance contra las milicias kurdas del PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán) y contra las milicias kurdas encuadradas en las Unidades de Protección del Pueblo (YPG), la rama siria del PKK.

Es probable que la cercanía de los enfrentamientos a las fronteras también active la reacción de las fuerzas militares de Jordania, con fronteras crecientemente inseguras. En definitiva, parece que esta guerra en Oriente Medio, con cada vez mas refugiados, militares y países vecinos implicados, está adquiriendo una nueva naturaleza, digamos mas clásica y convencional, con actores identificados.

Hasta ahora se caracterizaba por la participación indirecta de países, donantes y organizaciones en favor de los grupos combatientes preferidos, inclinándose por no intervenir de manera directa, sólo en favor de sus amigos sobre el terreno, limitándose a contemplar el desarrollo de la situación.

DE UN CONFLICTO A OTRO

En su recorrido de ida y vuelta y vuelta a empezar, esta lanzadera habría regresado a los lugares de origen. En Turquía, por ejemplo, transportando esa guerra en la que resulta progresivamente inútil participar a distancia. En su caso, como en el caso de Irak, el conflicto relacionado con lo que ocurre en Mesopotamia se superpone a otros conflictos de carácter doméstico, que a su vez contribuye a intensificar.

Quizás las autoridades de Ankara han encontrado una coyuntura adecuada para matar dos pájaros de un tiro, contribuir a las operaciones de la coalición contra el DAESH y, al mismo tiempo, arremeter contra las milicias kurdas correspondientes, irakíes, sirias y turcas.

Unas milicias que, por otra parte, han dado suficientes muestras de eficacia y arrojo al enfrentarse con los combatientes del DAESH. En el caso iraquí, la actuación, también destacada, de las diversas milicias chiíes, iraquíes, libanesas e iraníes, agrupadas en las Unidades de Movilización Popular, está intensificando la peligrosísima sectarización del país, con la minoría suní sometida a un creciente hostigamiento.

Tanto Siria como Irak son países partidos con notoria debilidad en el aparato estatal, incluso ausente, escaso control del territorio, y predominio de bandas armadas. Las operaciones previstas en la provincia iraquí de Anbar para recuperar las ciudades de Ramadi y Falluyah, así como para la recuperación de Mosul, de realizarse con éxito, pueden preparar la ofensiva en Alepo, mucho más compleja, al estar la ciudad en disputa de diversos bandos, entre ellos las fuerzas de Damasco.

En este panorama, con el aliento que habría proporcionado la participación declarada de los turcos, probablemente se consolide la unidad de acción en una coalición internacional fragmentada por los diversos objetivos y las mentalidades propias de sus miembros, lo que se refleja en la elección de los combatientes favoritos escogidos para el destino de las ayudas respectivas, con resultados nefastos.

Al respecto, es muy reveladora la actitud contra el DAESH que muestra Turquía, hasta ahora considerada ambigua, sometida a muchas sospechas e interrogantes... Conciliadora con Al Qaeda, el Frente Al Nushra, con el mismo DAESH, obsesionada con el derrocamiento de Bashar Al Assad, incapaz de manejar la ingente masa de refugiados sirios, de bloquear sus fronteras al tránsito de yihadistas, etc.

ANKARA SUPERA LA AMBIGÜEDAD Y LAS RETICENCIAS

Sin que se haya conseguido formar gobierno después de las elecciones del 7 de junio, en las que el AKP (Partido Justicia y Desarrollo) perdió la mayoría absoluta, Turquía ha acabado por autorizar a sus aliados la utilización de la importantísima base de Incirlik para cazas y zánganos (drones); sus aviones han bombardeado objetivos yihadistas, lo que ha coincidido con nuevas tensiones con los kurdos del PKK pero también con el Partido Democrático de los Pueblos (HDP), que ha conseguido 80 escaños en el Parlamento turco.

Es decir, Turquía se encuentra en un momento de cierta fragilidad política, con un gobierno en funciones y la posibilidad de convocar nuevas elecciones. Además, Ankara ha incrementado sus actuaciones contra el DAESH en el interior del país, efectuando numerosas detenciones y reforzando los controles en zonas fronterizas contiguas a territorio sirio.

Con frecuencia creciente, se sugiere la posibilidad de una invasión turca de Siria en la que se actuaría contra el DAESH y de paso se obstaculizaría la creación de una entidad autónoma kurda, una especie de independencia lograda ya para la continuidad de territorios kurdos en Siria e Irak, la llamada Rojava.

Parece haber ya mas claridad y cohesión entre los socios de la coalición internacional sobre objetivos y secuencias de actuación, pendiente aún de completar la estrategia compartida contra el DAESH y de ponerse de acuerdo, cosa muy difícil, sobre el lugar que se reserva para Bashar Al Assad y la eventual transición en Siria; todo ello en un escenario que cambia constantemente, con facciones unidas o enfrentadas, pactos contra natura, y participación de países que están de acuerdo en algunos temas y objetivos pero que divergen en otros.

Baste enunciar la presencia de cuatro países -Arabia Saudí, Israel, Irán y ahora Turquía-, presuntos aliados de hecho contra el DAESH pero con incontables reservas en cuanto a medios y finalidades en esta magna operación donde hasta ahora sólo se han registrado como firmes, voluntariosas y tempranas las actuaciones de los Estados Unidos y de las milicias kurdas.

Arrastrada por los acontecimientos, incapaz de digerir los conflictos que la rodean por todas partes, en el Mar Negro (Ucrania), el Mar Mediterráneo (Grecia y Chipre), y en Mesopotamia, la Turquía de Erdogan y Davotoglu pretendía no tener problemas con los vecinos; ahora los tiene con todos.

LA CUADRATURA DEL CÍRCULO EN MANOS TURCAS

Al lado de tres potencias regionales en la guerra de Oriente Medio, durante algún tiempo se echaron de menos las actuaciones y el pensamiento estratégico de Turquía, país objeto de todo tipo de reticencias al tratarse de una importantísima potencia regional pero muy indolente, llamada necesariamente a personarse en un grave problema de desestabilización generalizada; ambigua respecto al DAESH pero también respecto a otras facciones islamistas y respecto a sus aliados de la Alianza Atlántica.

El elevado precio que Turquía, pese a todo, está pagando, con unos dos millones de refugiados sirios y la manifiesta inseguridad de sus fronteras, la percepción cada vez mas clara del peligro exterior y doméstico que supone el DAESH, con su actividad militar y su prédica yihadista, habrían contribuido a que las autoridades de Ankara descubran con realismo, tanto la situación en el campo de batalla y en las mentalidades colectivas como la posición de sus aliados.

En cualquier caso, como potencia regional y como nación mayoritariamente musulmana, no es fácil la posición de Turquía, entre tres continentes y con tensiones mas o menos agudas en todas sus perspectivas. A medida que éstas se complicaban, habría optado por una actitud inteligente pero también insuficiente, tal vez la única posible: la de evitar compromisos y mantener abiertas todas las opciones, relacionándose con sus aliados pero sin perder la capacidad de hacerlo con sus enemigos, evitar pactos prematuros y vigilar los riesgos.

Es decir, una especie de realpolitik o de política de equilibrios, especialmente necesaria en el Oriente Medio de estos días, cuidando el elemento suní pero sin olvidar esa ajenidad respecto a los árabes que suele manifestarse de modo ruidoso con ocasión de las crisis.

Todo ello muy complicado de tratar en un día a día de pactos que se hacen y deshacen, obligándose a los plazos cortos y los resultados limitados, porque Turquía se debe a ese mundo de compromisos fugaces y cambiantes, con versatilidad infinita, con una permanente violencia, latente o explosiva, con la que siempre hay que contar. La presencia turca en esta guerra irá aumentando día tras día, como previsiblemente la de Jordania.

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