En estos días de vacaciones en España, he tenido muchas conversaciones con familiares y amigos. En ellas, hemos comparado la situación de la política en Noruega y en España. Hay, sin duda, algunos factores que me llaman poderosamente la atención.
El primer tema importante es la dedicación del político. En el Gobierno municipal, el político noruego utiliza fundamentalmente su tiempo libre. En mi localidad, Askøy, de casi 30.000 habitantes, sólo el alcalde tiene dedicación completa. El teniente de alcalde tiene una dedicación del 50%. Los presidentes de la comisión reciben una única gratificación del 40% del sueldo del alcalde, en la que se incluye toda su actividad política.
El resto de los miembros del concejo municipal tiene gratificaciones de entre el 1 y el 10% del sueldo del alcalde, dependiendo del número de comisiones a las que estén adscritos. Las interminables listas de concejales liberados o asesores políticos no existen en la política municipal noruega. En el plano local, prácticamente no se concibe al político profesional.
En mi labor política, yo utilizo mi tiempo libre. Si quiero que mi tiempo libre y el de mi familia no se vea perjudicado en exceso, puedo pedir una excedencia parcial en mi trabajo. Pero esto es una opción personal y la tengo que pagar de mi bolsillo.
Otra de las cuestiones importantes en este aspecto es quién fija las remuneraciones de los políticos. En estos días asistimos en España a un carrusel de noticias de alcaldes que se suben el sueldo a sí mismos, unas veces con la connivencia, y otras con la crítica, de la oposición. Esto, para un noruego, es algo sencillamente escandaloso. Allí es la corporación anterior la que fija las remuneraciones. En mi municipio, el pleno municipal de junio aprobó el sueldo del alcalde que saldrá elegido en septiembre. Y ese sueldo no se cambia en toda la legislatura.
Con esto se eliminan todas las suspicacias que pudiese haber sobre este tema. De hecho, las propuestas que cada partido ha hecho son conocidas antes de las elecciones, y los electores saben a qué atenerse sobre cada partido antes de votar.
Quizás los políticos españoles deberían hacer algunos cambios en este sentido. No cabe duda de que la reputación de este grupo no es la mejor entre la población en estos momentos. Y todo lo que pueda hacer que esta reputación mejore será positivo para nuestra democracia y su salud.