La vida es una secuencia de ciclos que marcan las etapas de nuestro camino. Es interesante conocer en qué momento vital te encuentras y cuál es la llamada de la etapa que te toca vivir. Un caso claro de falta de ubicación en el ciclo de la vida se da cuando rompemos una relación y, en lugar de atravesar las emociones que se desatan en nuestro interior, eludimos nuestra responsabilidad de adultos y nos dedicamos a esquivar el proceso de duelo que tenemos que experimentar.
Cada momento de la vida nos ofrece algo diferente y, si no atravesamos los ciclos vitales cuando corresponde, podemos desarrollar un sentimiento de no pertenencia. Esta sociedad, en líneas generales, parece que tiene demasiada prisa en que ciertas etapas de la vida se pasen cuanto antes, y las acorta. Esto nos conduce a un gran cambio como sociedad: niños (por edad) comportándose como adultos, yendo a sitios de adultos y vistiendo como adultos.
Mientras esto sucede, vemos también la otra cara de la moneda, es decir, adultos que se comportan como adolescentes con personalidades muy cambiantes. Esta realidad es algo desconcertante y nos puede pasar alta factura como sociedad. Detrás de la incapacidad de vivir las etapas que nos tocan en cada momento, se esconde una falta de madurez evidente y una imposibilidad para disfrutar de la vida que tenemos en ese instante.
Hasta los 7 años, estamos en el mundo del pensamiento mágico. La imaginación en esta etapa nos permite vivir en una realidad propia y paralela en la que todo es posible. En esta etapa inventamos, exploramos y soñamos. Cuanto más potenciemos estas tres facetas, más recursos tendremos en nuestra etapa adulta para crear circunstancias que vayan en nuestro favor.
Desde los 7 hasta los 12 años, entramos en el periodo de la niñez intermedia. Seguimos siendo niños, pero en nuestro mundo ya hay reglas, bajamos a la realidad y somos mucho más conscientes de las consecuencias de nuestros actos.
De los 12 años a los 14 años, nos introducimos en la etapa de la pubertad de lleno, aunque se haya podido iniciar antes. Los cambios físicos se van manifestando y la inseguridad por las presiones del entorno aumenta.
A partir de los 14 años, podemos hablar de etapa adolescente clara, aunque sabemos que puede comenzar un poco antes. En esta edad nos queremos desprender de todo lo que nos recuerda a nuestra infancia. Es como si oficialmente estuviéramos en otra categoría.
Las preguntas acerca de nuestra identidad se hacen cada vez más hueco en nuestra vida. Nuestro despertar hacia las cuestiones sentimentales es cada vez mayor y comenzamos a interpretar lo que nos sucede en este campo, conformando creencias acerca de nosotros, de las relaciones y del amor.
De los 20 a los 30 años estamos cargados de energía. Pensamos en grande y nos imaginamos una vida plagada de éxitos. Es la etapa de estreno en el mundo adulto. Comenzamos a trabajar y experimentamos nuestro valor en el campo laboral. En esta franja nos encanta cambiar de empresa y nos enorgullece que nos ofrezcan más responsabilidades.
Las relaciones sentimentales se vuelven más serias que en la etapa anterior. Hace años éste era el momento elegido por las personas para estabilizarse sentimentalmente y para construir una familia. Hoy día, en esta etapa, la mayoría de las personas están enfocadas en su carrera profesional y en tener experiencias amplias y jugosas de la vida.
De los 30 a los 40 años es cuando nos damos cuenta de que somos adultos y empezamos a pensar en la estabilidad laboral y sentimental. Es la época de los hijos, de querer echar raíces, y todo lo que hayamos construido en esta década lo establecemos como base inamovible.
Por eso, en esta etapa, las rupturas sentimentales son tan complicadas de superar. Cuando rompemos en esta franja de edad entramos en una crisis de identidad que nos hace cuestionarnos el propósito de nuestra vida y nos preguntamos el sentido de todo lo que nos rodea.
Dicen que de los 40 a los 55 sale a relucir el mayor potencial del ser humano. Hemos acumulado experiencias y vivencias, y tenemos energía, lo que, unido a la templanza y serenidad que nos otorga el tiempo, nos proporciona el estado ideal para la consecución de metas. Ésta es una etapa de cambios, y en ella también aparecen las crisis sentimentales que pueden desembocar en rupturas.
A partir de los 55 años se priorizan las cuestiones vitales y cuidamos los vínculos afectivos. No atravesar correctamente cada etapa puede conducirnos a una crisis en estas edades que nos haga renegar de la edad que tenemos, comportándonos de una forma rocambolesca o buscando compañías de personas más jóvenes que nosotros, tratando de cerrar los ojos a nuestra propia realidad.
Dado que la esperanza de vida ha aumentado significativamente, el atardecer de la vida se ha alargado y se abren nuevas etapas donde la sabiduría y la despreocupación por los asuntos más mundanos, que antes eran el centro de nuestras inquietudes, se dan la mano.
¿Qué edad tienes en este momento y en qué ciclo vital te ubicas? ¿Te identificas con los rasgos generales que describen tu ciclo o piensas que estás algo fuera de lo que te toca? Los ciclos vitales no son normas a seguir a rajatabla, sino guías para que comprendas qué puede estar causando desconcierto en tu vida en este momento.
Si tienes 45 años, has roto tu relación y te dedicas a salir por las noches con la frecuencia de una persona de 23 años pensando que, de esa manera, te evadirás de tu sufrimiento, me da la sensación de que estás algo fuera de la rueda de tu ciclo y de que te estás autoengañando. ¿Qué buscas? ¿Qué no encuentras? Puede que te acompañe algún amigo o amiga en tus salidas, pero verás cómo no siempre encuentras a alguien que pueda quedar contigo.
No estoy juzgando el comportamiento de nadie, lo que quiero es que no te escapes del trabajo de recuperación de ti mismo que puedes hacer viviendo ese duelo que te está esperando, que no ha venido para hacerte ningún mal, todo lo contrario.
¿Para qué sales, si a veces no te apetece? ¿Has tenido la sensación de estar en un sitio o reunión de amigos y tener unas ganas locas de irte a casa a estar contigo? ¿Cómo te sientes cuando tus continuos planes tienen como misión el evitar atravesar la fase del proceso de duelo que conlleva una ruptura sentimental? ¿A qué tienes miedo?
Aunque todas las rupturas son dolorosas, es importante que te ubiques dentro de tu ciclo como parte del proceso de superación de la ruptura. Se dan casos de personas que están en una etapa de su vida determinada y, tras la ruptura, realizan actividades y tienen comportamientos propios de otros momentos de la vida.
La razón estriba en la confusión y en la pérdida de identidad que conlleva una ruptura, lo cual nos puede llevar a sentirnos en tierra de nadie, ocupando territorios más propios de otras edades. Atrévete a conquistar el terreno que te pertenece.
Cada momento de la vida nos ofrece algo diferente y, si no atravesamos los ciclos vitales cuando corresponde, podemos desarrollar un sentimiento de no pertenencia. Esta sociedad, en líneas generales, parece que tiene demasiada prisa en que ciertas etapas de la vida se pasen cuanto antes, y las acorta. Esto nos conduce a un gran cambio como sociedad: niños (por edad) comportándose como adultos, yendo a sitios de adultos y vistiendo como adultos.
Mientras esto sucede, vemos también la otra cara de la moneda, es decir, adultos que se comportan como adolescentes con personalidades muy cambiantes. Esta realidad es algo desconcertante y nos puede pasar alta factura como sociedad. Detrás de la incapacidad de vivir las etapas que nos tocan en cada momento, se esconde una falta de madurez evidente y una imposibilidad para disfrutar de la vida que tenemos en ese instante.
Hasta los 7 años, estamos en el mundo del pensamiento mágico. La imaginación en esta etapa nos permite vivir en una realidad propia y paralela en la que todo es posible. En esta etapa inventamos, exploramos y soñamos. Cuanto más potenciemos estas tres facetas, más recursos tendremos en nuestra etapa adulta para crear circunstancias que vayan en nuestro favor.
Desde los 7 hasta los 12 años, entramos en el periodo de la niñez intermedia. Seguimos siendo niños, pero en nuestro mundo ya hay reglas, bajamos a la realidad y somos mucho más conscientes de las consecuencias de nuestros actos.
De los 12 años a los 14 años, nos introducimos en la etapa de la pubertad de lleno, aunque se haya podido iniciar antes. Los cambios físicos se van manifestando y la inseguridad por las presiones del entorno aumenta.
A partir de los 14 años, podemos hablar de etapa adolescente clara, aunque sabemos que puede comenzar un poco antes. En esta edad nos queremos desprender de todo lo que nos recuerda a nuestra infancia. Es como si oficialmente estuviéramos en otra categoría.
Las preguntas acerca de nuestra identidad se hacen cada vez más hueco en nuestra vida. Nuestro despertar hacia las cuestiones sentimentales es cada vez mayor y comenzamos a interpretar lo que nos sucede en este campo, conformando creencias acerca de nosotros, de las relaciones y del amor.
De los 20 a los 30 años estamos cargados de energía. Pensamos en grande y nos imaginamos una vida plagada de éxitos. Es la etapa de estreno en el mundo adulto. Comenzamos a trabajar y experimentamos nuestro valor en el campo laboral. En esta franja nos encanta cambiar de empresa y nos enorgullece que nos ofrezcan más responsabilidades.
Las relaciones sentimentales se vuelven más serias que en la etapa anterior. Hace años éste era el momento elegido por las personas para estabilizarse sentimentalmente y para construir una familia. Hoy día, en esta etapa, la mayoría de las personas están enfocadas en su carrera profesional y en tener experiencias amplias y jugosas de la vida.
De los 30 a los 40 años es cuando nos damos cuenta de que somos adultos y empezamos a pensar en la estabilidad laboral y sentimental. Es la época de los hijos, de querer echar raíces, y todo lo que hayamos construido en esta década lo establecemos como base inamovible.
Por eso, en esta etapa, las rupturas sentimentales son tan complicadas de superar. Cuando rompemos en esta franja de edad entramos en una crisis de identidad que nos hace cuestionarnos el propósito de nuestra vida y nos preguntamos el sentido de todo lo que nos rodea.
Dicen que de los 40 a los 55 sale a relucir el mayor potencial del ser humano. Hemos acumulado experiencias y vivencias, y tenemos energía, lo que, unido a la templanza y serenidad que nos otorga el tiempo, nos proporciona el estado ideal para la consecución de metas. Ésta es una etapa de cambios, y en ella también aparecen las crisis sentimentales que pueden desembocar en rupturas.
A partir de los 55 años se priorizan las cuestiones vitales y cuidamos los vínculos afectivos. No atravesar correctamente cada etapa puede conducirnos a una crisis en estas edades que nos haga renegar de la edad que tenemos, comportándonos de una forma rocambolesca o buscando compañías de personas más jóvenes que nosotros, tratando de cerrar los ojos a nuestra propia realidad.
Dado que la esperanza de vida ha aumentado significativamente, el atardecer de la vida se ha alargado y se abren nuevas etapas donde la sabiduría y la despreocupación por los asuntos más mundanos, que antes eran el centro de nuestras inquietudes, se dan la mano.
¿Qué edad tienes en este momento y en qué ciclo vital te ubicas? ¿Te identificas con los rasgos generales que describen tu ciclo o piensas que estás algo fuera de lo que te toca? Los ciclos vitales no son normas a seguir a rajatabla, sino guías para que comprendas qué puede estar causando desconcierto en tu vida en este momento.
Si tienes 45 años, has roto tu relación y te dedicas a salir por las noches con la frecuencia de una persona de 23 años pensando que, de esa manera, te evadirás de tu sufrimiento, me da la sensación de que estás algo fuera de la rueda de tu ciclo y de que te estás autoengañando. ¿Qué buscas? ¿Qué no encuentras? Puede que te acompañe algún amigo o amiga en tus salidas, pero verás cómo no siempre encuentras a alguien que pueda quedar contigo.
No estoy juzgando el comportamiento de nadie, lo que quiero es que no te escapes del trabajo de recuperación de ti mismo que puedes hacer viviendo ese duelo que te está esperando, que no ha venido para hacerte ningún mal, todo lo contrario.
¿Para qué sales, si a veces no te apetece? ¿Has tenido la sensación de estar en un sitio o reunión de amigos y tener unas ganas locas de irte a casa a estar contigo? ¿Cómo te sientes cuando tus continuos planes tienen como misión el evitar atravesar la fase del proceso de duelo que conlleva una ruptura sentimental? ¿A qué tienes miedo?
Aunque todas las rupturas son dolorosas, es importante que te ubiques dentro de tu ciclo como parte del proceso de superación de la ruptura. Se dan casos de personas que están en una etapa de su vida determinada y, tras la ruptura, realizan actividades y tienen comportamientos propios de otros momentos de la vida.
La razón estriba en la confusión y en la pérdida de identidad que conlleva una ruptura, lo cual nos puede llevar a sentirnos en tierra de nadie, ocupando territorios más propios de otras edades. Atrévete a conquistar el terreno que te pertenece.