A los adultos de la familia se les ponen los pelos de punta cuando planifican un viaje con niños a bordo. A los niños, no. A ellos se les ponen pelos de aventureros, y viven la aventura cargados de emoción. Por eso es mejor adoptar su táctica y diseñar la logística con cierta disciplina militar.
Tenemos fecha y destino, suena divertido. Hagámoslo divertido.
Los niños cuentan. Si participan de alguna manera en los preparativos, estarán entretenidos y no actuarán a su antojo vaciando lo que tú llenas. Dales una misión, como por ejemplo hacer una selección de juguetes por importancia. Otra opción (la mejor) es que abandonen la zona de minas y enviarlos de maniobras al parque con alguien de confianza.
Ultra planificación. Hacer la maleta lleva su tiempo y tiene su calendario. Un asunto de minutos se puede convertir en un tema de horas si no partes de una buena preorganización. Inspírate en los uniformes para la selección de prendas según el dress code que exija la ocasión: montaña, playa, piscina, parque.
El tamaño no importa. Después de probar varias opciones, lo mejor es llevar una sola maleta grande y común para todos los miembros de la familia y dividir el espacio repartiendo la ropa de cada uno en pequeños montones. Deshacer el equipaje resulta así más sencillo.
Todo a la vista. Utiliza bolsas transparentes para separarlo todo, desde el calzado hasta la ropa interior. El resto, etiquétalo. Saber dónde está todo ayuda, mi capitán.
Nos ponemos en marcha. Ahora entendemos ese madrugón que odiábamos en la adolescencia. Salir de viaje al alba tiene su compensación en la primera parada de avituallamiento, aromatizada con café y bollos recién hechos.
Viaje interruptus. El consejo de la DGT sobre lo adecuado de parar cada dos horas puede ser llevado al límite cuando hay niños por medio. Lo mejor es retrotraerse a la edad media y ponerse en velocidad diligencia con parada de postas sin marcarse hora de llegada, si acaso fija un día de llegada.
La comida por servida. En este tipo de desplazamientos, queda anulada la prohibición de comer en el coche. Unos pocos gusanitos dados a tiempo pueden hacer más por la paz mundial que cualquier resolución de la ONU.
Benditos gadgets. Cualquier artilugio audiovisual enamora a los pequeños. Si no quieres que chupeteen tu iPhone, ten a mano sustitutos apetecibles y de altura tecnológica: mp4, consolas, iPad... Haz que Mary Poppins envidie tu bolso.
Locos en el aeropuerto. Los padres sabemos que ninguna situación laboral o personal puede compararse al estresante momento de llegada-salida-estancia de una familia en el aeropuerto. Bebés en la mochila, niños en el carrito, hermanos mayores corriendo al revés por las pasarelas deslizantes... Todo, bajo el influjo de la prisa y el madrugón.
Llegamos. Lo que queda del día es aún muy duro. Mientras que los niños bullen a nuestro alrededor, nuestro cuerpo y mente piden un descanso. El relax está ahí, muy cerquita, nuestras vacaciones acaban de empezar, es cuestión de días que nos demos cuenta.
Tenemos fecha y destino, suena divertido. Hagámoslo divertido.
Los niños cuentan. Si participan de alguna manera en los preparativos, estarán entretenidos y no actuarán a su antojo vaciando lo que tú llenas. Dales una misión, como por ejemplo hacer una selección de juguetes por importancia. Otra opción (la mejor) es que abandonen la zona de minas y enviarlos de maniobras al parque con alguien de confianza.
Ultra planificación. Hacer la maleta lleva su tiempo y tiene su calendario. Un asunto de minutos se puede convertir en un tema de horas si no partes de una buena preorganización. Inspírate en los uniformes para la selección de prendas según el dress code que exija la ocasión: montaña, playa, piscina, parque.
El tamaño no importa. Después de probar varias opciones, lo mejor es llevar una sola maleta grande y común para todos los miembros de la familia y dividir el espacio repartiendo la ropa de cada uno en pequeños montones. Deshacer el equipaje resulta así más sencillo.
Todo a la vista. Utiliza bolsas transparentes para separarlo todo, desde el calzado hasta la ropa interior. El resto, etiquétalo. Saber dónde está todo ayuda, mi capitán.
Nos ponemos en marcha. Ahora entendemos ese madrugón que odiábamos en la adolescencia. Salir de viaje al alba tiene su compensación en la primera parada de avituallamiento, aromatizada con café y bollos recién hechos.
Viaje interruptus. El consejo de la DGT sobre lo adecuado de parar cada dos horas puede ser llevado al límite cuando hay niños por medio. Lo mejor es retrotraerse a la edad media y ponerse en velocidad diligencia con parada de postas sin marcarse hora de llegada, si acaso fija un día de llegada.
La comida por servida. En este tipo de desplazamientos, queda anulada la prohibición de comer en el coche. Unos pocos gusanitos dados a tiempo pueden hacer más por la paz mundial que cualquier resolución de la ONU.
Benditos gadgets. Cualquier artilugio audiovisual enamora a los pequeños. Si no quieres que chupeteen tu iPhone, ten a mano sustitutos apetecibles y de altura tecnológica: mp4, consolas, iPad... Haz que Mary Poppins envidie tu bolso.
Locos en el aeropuerto. Los padres sabemos que ninguna situación laboral o personal puede compararse al estresante momento de llegada-salida-estancia de una familia en el aeropuerto. Bebés en la mochila, niños en el carrito, hermanos mayores corriendo al revés por las pasarelas deslizantes... Todo, bajo el influjo de la prisa y el madrugón.
Llegamos. Lo que queda del día es aún muy duro. Mientras que los niños bullen a nuestro alrededor, nuestro cuerpo y mente piden un descanso. El relax está ahí, muy cerquita, nuestras vacaciones acaban de empezar, es cuestión de días que nos demos cuenta.