En el documentado libro Vecinos Alejados que Ignacio Cembrero escribió hace unos años sobre las relaciones España Marruecos, el periodista cuenta que Aznar tuvo en sus manos una solución política para Perejil, pero no le interesó. Mohammed VI -que fue en última instancia quien ordenó la invasión del islote-, había decidido abandonarlo a mediodía del día 17 de julio de 2002. Pero como Aznar I El Prepotente deseaba resolver las cosas a su modo - actitudes thatcheristas, inspiradas a su vez en la política de la cañonera de Lord Palmerston- invadió de madrugada, no fuera a ser que al hijo de Hassan II le diera tiempo a envainársela antes de lo previsto, y él se quedara sin poder dar al moro un escarmiento ejemplar.
Si los periodistas de La Caverna defienden con cinismo la máxima de "No dejes que la realidad te estropee un buen titular", los políticos thatcheristas -y Aznar es un escupitajo ideológico de La Dama de Hierro- se inclinan por "No dejes que una rendición inoportuna te fastidie un correctivo militar".
En mayo de 1983, Thatcher compareció en el programa de la BBC Nationwide para responder en directo a preguntas de los espectadores sobre la Guerra de las Malvinas, que había concluido el año anterior, con clamorosa victoria de la Royal Navy. Una señora llamada Diana Gould puso en serios aprietos a la primera ministra, al recordarle que el Belgrano fue hundido fuera de la zona de exclusión. Thatcher tuvo que reconocer que cambió arbitrariamente las reglas de juego y que dio orden de que cualquier barco que pudiera suponer un peligro para la Navy fuera hundido ¡independientemente de su ubicación geográfica!
Hemos sabido por la prensa -y porque ellos mismos se han encargado de vendernos insistentemente la foto- que Rajoy y Aznar han hecho las paces este verano en FAES. La designación a dedete de un fanático como Xavier García Albiol para representar al PP en las elecciones catalanas nos dice claramente el precio al que Mariano ha firmado la paz con Aznar: vuelve con renovados bríos (si alguna vez estuvo ausente) la política de la cañonera. Tras el monumental descalabro pepero en municipales y autonómicas, hasta un político tan falto de iniciativa como Mariano I El Estafermo se ha debido de dar cuenta de que algo hay que hacer. Pero como la derecha española está ontológicamente incapacitada para la conciliación y el diálogo, ese algo es blandir el bate de béisbol.
Nada sería más trágico ahora, para este Nuevo Mariano reconvertido al aznarismo, que el hecho de que Artur Mas hiciera un Mohammed VI y se decantara por una solución negociada. De ahí las provocaciones continuas de Rajoy, trazando la raya en el suelo -si te saltas la ley, habrá consecuencia -, como un pandillero bravucón en busca de camorra política.
El artículo 155 de la CE estipula cuándo el Gobierno puede enviar sus cañoneras a poner en su sitio a un cacique local:
Si una Comunidad Autónoma no cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España, el Gobierno, [...] podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquella al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencionado interés general.
De la misma manera que Thatcher se arrogó el derecho de apreciar arbitrariamente cuándo la Navy podía atacar a Argentina en las Malvinas, el 155 de la CE, con su inquietante mención a un impreciso interés general, deja al capricho de un Gobierno contra las cuerdas el momento de sacar a Artur Mas esposado del Palau de la Generalitat.
Si el gran sueño de Aznar en Perejil fue izar la bandera española en el islote, el de Rajoy debe de ser sin duda poder arriar la catalana en el Palau de Sant Jaume. O como diría un niño catalán españolizado por José Ignacio Wert: el Palacio de San Jaime.
Si los periodistas de La Caverna defienden con cinismo la máxima de "No dejes que la realidad te estropee un buen titular", los políticos thatcheristas -y Aznar es un escupitajo ideológico de La Dama de Hierro- se inclinan por "No dejes que una rendición inoportuna te fastidie un correctivo militar".
En mayo de 1983, Thatcher compareció en el programa de la BBC Nationwide para responder en directo a preguntas de los espectadores sobre la Guerra de las Malvinas, que había concluido el año anterior, con clamorosa victoria de la Royal Navy. Una señora llamada Diana Gould puso en serios aprietos a la primera ministra, al recordarle que el Belgrano fue hundido fuera de la zona de exclusión. Thatcher tuvo que reconocer que cambió arbitrariamente las reglas de juego y que dio orden de que cualquier barco que pudiera suponer un peligro para la Navy fuera hundido ¡independientemente de su ubicación geográfica!
Hemos sabido por la prensa -y porque ellos mismos se han encargado de vendernos insistentemente la foto- que Rajoy y Aznar han hecho las paces este verano en FAES. La designación a dedete de un fanático como Xavier García Albiol para representar al PP en las elecciones catalanas nos dice claramente el precio al que Mariano ha firmado la paz con Aznar: vuelve con renovados bríos (si alguna vez estuvo ausente) la política de la cañonera. Tras el monumental descalabro pepero en municipales y autonómicas, hasta un político tan falto de iniciativa como Mariano I El Estafermo se ha debido de dar cuenta de que algo hay que hacer. Pero como la derecha española está ontológicamente incapacitada para la conciliación y el diálogo, ese algo es blandir el bate de béisbol.
Nada sería más trágico ahora, para este Nuevo Mariano reconvertido al aznarismo, que el hecho de que Artur Mas hiciera un Mohammed VI y se decantara por una solución negociada. De ahí las provocaciones continuas de Rajoy, trazando la raya en el suelo -si te saltas la ley, habrá consecuencia -, como un pandillero bravucón en busca de camorra política.
El artículo 155 de la CE estipula cuándo el Gobierno puede enviar sus cañoneras a poner en su sitio a un cacique local:
Si una Comunidad Autónoma no cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España, el Gobierno, [...] podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquella al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencionado interés general.
De la misma manera que Thatcher se arrogó el derecho de apreciar arbitrariamente cuándo la Navy podía atacar a Argentina en las Malvinas, el 155 de la CE, con su inquietante mención a un impreciso interés general, deja al capricho de un Gobierno contra las cuerdas el momento de sacar a Artur Mas esposado del Palau de la Generalitat.
Si el gran sueño de Aznar en Perejil fue izar la bandera española en el islote, el de Rajoy debe de ser sin duda poder arriar la catalana en el Palau de Sant Jaume. O como diría un niño catalán españolizado por José Ignacio Wert: el Palacio de San Jaime.