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No pienso esconder mi tampón por que te incomode

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Tardé un tiempo en darme cuenta de que la mejor forma de llevar un tampón al servicio era, sencillamente, en la mano.

Parece de sentido común, ¿no? Es decir, ¿por qué no iba a llevar un tampón en la mano en lo que dura el trayecto hasta el baño en vez de esconderlo en la manga o de ir cargando con todo el bolso, junto con la cartera, el teléfono, las llaves y todo?

La mayoría de las mujeres tienen la regla una vez al mes y , por regla general, el ciclo menstrual dura 28 días, según organismos de salud competentes. Tener la menstruación es un síntoma de salud y una prueba de que tu cuerpo es normal y funciona como debería.

Pero, ¿qué pasa si se me adelanta la regla y no llevo un tampón encima? ¿Por qué tengo que susurrar para pedirle a una amiga que me preste uno? ¿Por qué tengo que ir escondiendo los tampones? ¿De dónde sale tanta vergüenza?

Aunque tal vez sea mejor preguntarme: en realidad, ¿de quién estoy escondiendo el tampón? Cuando era pequeña, recuerdo la vergüenza de llevar la ropa interior manchada y sangre goteándome por la pierna por culpa de un tampón demasiado pequeño. Las chicas de mi clase eran comprensivas, pero a los chicos les daba grima. Durante la universidad y después de la graduación, mis amigas y yo solíamos compartir vergonzosas historias sobre citas, chicos, sexo, y sobre tantísimos chicos con los que nos habíamos liado y a los que les daba mal rollo la menstruación. Entonces me vino la respuesta a la cabeza: los tampones los escondía de ellos, de los hombres.

En esta sociedad, las mujeres tienden a ser tratadas como objetos y se las exhibe con posturas manifiestamente sexuales en publicidad. Sin embargo, en cuanto se escapa un poquito de sangre, todo el mundo empieza a flipar. Desde ese momento, esa mujer ya no es un objeto de deseo. A muchos hombres, directamente, les da asco. Y esto lo digo por experiencia propia. Hubo un chico con el que salí hace tiempo, Max*, con el que acordamos tener sexo mientras yo tenía la regla. Sin embargo, una vez que acabamos, no hacía más que mirar con repugnancia las sábanas manchadas de sangre. Yo miraba a la mancha, mortificada, y no paraba de disculparme. Él, sin embargo, apenas me miró y su actitud fue más de irritación que de comprensión. No hemos vuelto a hablar.

La menstruación es una parte de la vida y no debería relacionarse con sentimientos de vergüenza o complejos. Pero la vergüenza está ahí. La cuestión es que las mujeres van a seguir teniendo sus menstruaciones independientemente de lo que piensen los demás, así que, ¿por qué se evita hablar abiertamente de una función corporal normal en el cuerpo de una mujer?

Si no paran de repetirte que tu menstruación es asquerosa y que a los chicos no les gusta, puedes acabar creyéndotelo tú misma y escondiéndote por vergüenza. Pero cuando encuentras un chico al que no le importa, eso cambia muchas cosas. La opinión de un hombre sobre el cuerpo de una mujer no debería tener mucha importancia, pero en esta retorcida sociedad , las mujeres aparecen constantemente sexualizadas y aparecen en la gran pantalla básicamente para los ojos masculinos. Con este panorama, por desgracia, la opinión de un chico sobre el cuerpo de una mujer importa más de lo que debiera.

En el metro de vuelta a casa desde el apartamento de Max, todo lo que podía pensar era en esa mancha roja sobre sus sábanas blancas; intentaba descifrar por qué me ardían las mejillas y por qué sentía tantísima vergüenza. ¿Por qué me cortaba tanto hablar de mi menstruación con un chico? ¿Por qué no podía parar de disculparme? ¿Por qué pedía perdón por mi cuerpo?

Hace unas pocas semanas me puse muy nerviosa mientras le decía a un chico con el que estaba saliendo que tenía la regla... Había química entre los dos, nuestras conversaciones eran estupendas y estábamos comodísimos en compañía del otro. Le dije que estaba con la regla, y bueno, que eso, que si aun así a él le molestaba que tuviéramos sexo. Me dijo que le daba igual. Ya había tenido relaciones con otras novias mientras tenían la regla. Lo dijo sin darle ninguna importancia, con aire despreocupado. Por supuesto que no pasa nada.

Esa comodidad y esa aceptación también me ayudaron a sentirme bien conmigo misma. No tiene nada de vergonzoso ser una mujer y, por supuestísimo, nada de vergonzoso ser una mujer con la regla. Tampoco hay que sentir vergüenza por querer sexo mientras todavía se tiene con la regla.

Así que ya no me importa si me ves con el tampón en la mano. No me importa si me ves pasarle un tampón o una compresa a una de mis amigas o conocidas o a una desconocida que lo necesita porque su regla le ha bajado antes o porque se le ha olvidado en casa o por la razón que me dé la gana. Ir al baño con un tampón en la mano debería ser algo normal, pero no lo es.

Pero yo estoy orgullosa de mi cuerpo. Estoy orgullosa de ser mujer. Así que no, no voy a esconder mi tampón para dejar de incomodar a nadie, porque yo ya no pienso sentir vergüenza. Y tú tampoco deberías sentirla.

*Nombre falso para proteger la identidad
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Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Diego Jurado Moruno


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