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Siete matizaciones a Fernández Díaz (y una a los tuiteros)

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1.- Rapidez. Fernández Díaz ha presumido de la rapidez con la que ha actuado en la polémica por su reunión con Rodrigo Rato. Desconozco los criterios que tiene el ministro del Interior para diferenciar rápido y lento pero, objetivamente, tardar seis días en comparecer desde que El Mundo publicó el encuentro no es un ejemplo de celeridad. Tampoco lo es que la primera información del Ministerio del Interior, vía comunicado, se produjese 48 horas después de que se conociese la noticia. Si no hubo nada éticamente reprobable en la cita, si de verdad Fernández Díaz va con "la cabeza alta", como asegura que va, no hubiera costado absolutamente nada haber comparecido el mismo sábado por la tarde.

Eso sí hubiera sido actuar de forma veloz.

2.- Luz y taquígrafos. Fernández Díaz ha presumido también de que recibió a Rato en sede oficial porque no tenía nada que ocultar. "El lugar adecuado para la reunión era el Ministerio. Ni una cafetería, ni una gasolinera, ni un piso franco", ha dicho. La defensa es pueril y comparable a que un ladrón minimice un robo en un supermercado aduciendo que podría haber desvalijado una vivienda. No es esa la cuestión: Fernández Díaz no se debería haber reunido nunca con Rato. Ni en el Ministerio, ni en una cafetería, ni en una gasolinera ni en un piso franco.

Si realmente el Ministro hubiera sido tan transparente como presume, podría haber incluido la reunión en su agenda pública. ¿O acaso era consciente de que la cita no era tan normal como ahora quiere vender? ¿De verdad le parece de lo más normal que un Ministro hable con un imputado por delito fiscal y blanqueo de capitales en su despacho?

3.- Los pequeños detalles. Que Jorge Fernández Díaz se haya referido a Rodrigo Rato como exvicepresidente del Gobierno o exdirector gerente del FMI es como poco sospechoso. Cierto que ocupó todo esos cargos, pero desde hace años Rodrigo Rato se ha encargado de enlodar su curriculum hasta el punto de que, si hoy es algo, es imputado. Haberle calificado de esta forma hubiera desterrado cualquier sombra de sospecha. Al no hacerlo ha conseguido todo lo contrario.

4.- Los problemas de seguridad de Rato. No se sostiene por ningún lado. Si todos los que tienen en España problemas con su seguridad pudiesen reunirse con el ministro del Interior la cola frente a la sede del Paseo de la Castellana sería más larga que en un día de concierto de One Direction. Y aunque fuera así, que no lo es: el titular de Interior tiene que ser exquisitamente cuidadoso con qué personas recibe en su despacho. Un imputado del que el propio PP ha renegado por activa y por pasiva, una de las personas más detestadas ahora mismo en España no es, ni de lejos, la mejor persona con la que verse en sede oficial. Lo ha dicho Rosa Díez de una forma impecable: "¿Se imagina usted a un ministro de EEUU recibiendo en la Casa Blanca a Madoff?". Ya respondo yo por él: evidentemente, no.

"No podemos desprendernos de la responsabilidad de la seguridad de una persona si se deriva de la notoriedad del ejercicio de su responsabilidad pública", ha dicho Fernández Díaz. Y tiene toda la razón. Pero eso no justifica el encuentro. Existen otros cauces y cargos de menor rango: el director de la Policía, por ejemplo.



5.- Las amenazas. De ser ciertas, las pruebas que presentó Rodrigo Rato al ministro del Interior y que le hicieron temer por su seguridad personal son muy endebles y, en todo caso, insuficientes como para justificar la reunión: si recibir 400 tuits ofensivos fuera justificación, miles de españoles deberían tener escolta.

6.- La pura lógica. Nadie con dos dedos de frente, nadie, puede creerse que en la "casi una hora de reunión" entre Fernández Díaz y Rato no se mencionase ni una sola vez la situación procesal del expresidente de Bankia. Fernández Díaz dice que fue así. Rato señala que se habló "de todo lo que me está pasando". El primero sostiene algo ilógico. El segundo, no.

7.- Dimisión. La política no es sólo legalidad. También tiene un componente ético. Y Jorge Fernández Díaz ha actuado con una notable falta de ética por reunirse con un imputado y de irresponsabilidad al reconocer que no sabe "a ciencia cierta" si se ha citado en el pasado con otros imputados. Puede que no fuera consciente del error que estaba cometiendo al aceptar el encuentro con Rato (preocupante); puede que sí fuera consciente (más preocupante). Da igual: la dimisión del ministro de Interior es inexcusable. Todo lo que no pase por renunciar a su cargo es una mayúscula falta de respeto a los ciudadanos.

P.D: Los tuiteros han lanzado centenares de mensajes señalando la contradicción entre los "400 tuits" amenazantes recibidos por Rato con el hecho de que el imputado no tenga cuenta en Twitter. Una amenaza no es menos peligrosa en función de que se haga de forma directa o no. Puede ser tan amenazante una pintada en un muro como una carta recibida en el domicilio.

Y, por cierto, para leer mensajes en Twitter no es imprescindible tener una cuenta.


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