Sí, tú, el mismo. Ahora lo que se lleva es ser un incongruente de estatus, muy por delante de ser hipster o cualquier otra modernidad. Formas parte de esos millones de abstencionistas (un 56% = abstención+no sabe no contesta+blanco+voto nulo), según destaca Belén Barreiro, exdirectora del CIS, del último barómetro, que ya no creen ni en partidos grandes, ni en nacionalistas, ni en radicales. Ahora a lo que te sientes más cercano es la reinterpretación de las dos Españas de Machado a las que nos han abocado los decretazos y demás políticas de desigualdad, una de ricos y otra de pobres, con una antigua clase media que ha perdido su lugar en el mundo. Es ahí donde surge una nueva masa de gente que se caracteriza por su descoloque, finamente llamado incongruencia de estatus. Así es como política y sociológicamente te definen los estudiosos si eres una persona que pertenecía a la clase media allá por el 2007 y ahora eres un desclasado. Pero no te resignas a haber perdido tu situación y tienes desconcertados a los sabios para los que eres objeto de estudio. Bienvenido a la cada día más nutrida tribu de los incongruentes.
La recuperación económica avanza, a paso de tortuga y endémica, pero avanza. "Las cifras del paro que acabamos de conocer no son malas, los cotizantes a la seguridad social y el empleo no son buenos, pero las series desestacionalizadas (que es lo que cuenta a efectos de PIB) demuestran que en los últimos cinco meses ha habido crecimiento del empleo y que puede haber crecimiento neto de empleo a finales de este año, e incluso que la economía va a crecer por encima del 1%. Ahora bien, el empleo de baja calidad que se está creando, más las condiciones económicas y sociales que arrastramos por estos cinco años de crisis, hacen que las perspectivas a medio plazo sean malas o muy malas", apunta el economista Jonás Fernández, director del servicio de estudios de Solchaga Recio&Asociados.
Lo que se deja detrás de un lusto es una situación social tan brutal como apasionante, repleta de incógnitas. Ejemplo, pareja de profesionales cuyos ingresos han descendido mucho más del 10% que señalan los estudios: han tenido que vender su casa en la sierra, su segundo coche, han refinanciado la hipoteca de su vivienda y están tan cabreados... con la recuperación endémica de Rajoy que les ha dejado fuera, que ya no saben contra quien cargar. "En la encuesta de presupuestos familiares, un 40% de familias asegura poder llegar a fin de mes, esos han sufrido una recesión y están saliendo de ella. El resto han padecido una crisis, y para muchos de estos lo peor aun no ha llegado", apunta el economista y exministro Jordi Sevilla que abunda en los riesgos de "una sociedad que se está dualizando". Puede que el índice de acojono que tenía paralizado el consumo se esté recuperando, aunque no para todos.
Ahora en España hay una clase media (esos profesionales que han vendido lo que han podido) que ha aguantado la crisis tirando de la hucha de sus ahorros, de cuando eran clase media alta. Se les ha acabado esa hucha y ya no tienen de dónde sacar. Han liquidado lo que tenían pero no logran integrarse en la parte alta que era antes su sitio. Son los que han mantenido su puesto pese a los recortes salariales frente a los antiguos compañeros despedidos que han pasado a ser lumpen y a cobrar dos duros por su trabajo. Por poner un ejemplo cercano, lo que ha pasado en la mayoría de empresas periodísticas.
Mantiene Fernando Vallespín, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma, que la gran incógnita es "hacia dónde se dirige esa gente que ya no recuperará posiciones, porque tampoco se van a ir a votar con los del 15-M, pues no son antisistema y aunque con el corazón les pueda gustar el discurso de IU, piensan que no tiene fórmulas realistas para sacarles de esa situación. Por otra parte, están formados y saben que la salvación dentro de un sólo país no existe, que no pueden salirse del euro. Existe un vacío ideológico para ellos y caminan hacia el nihilismo político. La experiencia demuestra que estos incongruentes de estado son los que más se movilizan, frente a los obreros o pobres, que están más acostumbrados a bregar con situaciones paupérrimas. Son los abstencionistas que a principios del XX se inclinaron por el nacionalismo o el bolchevismo en un afán de no desclasarse de la alta burguesía que había sido su lugar. No es lo mismo, pero sí parecido".
¿Qué va a hacer esa mitad de la España que tanto ha perdido con la crisis y que no tiene dónde elegir? Nadie les ofrece voz y han optado por una descalificación generalizada propiciada por una corrupción política que no solo no cesa, sino que consideran que no está castigada. Así que la abstención se convierte en el aglutinador, tal y como se podrá comprobar en las europeas, las municipales y también las generales.
"Ellos preferirían ir a votar a un partido de orden, PP o PSOE, pero no creen en ellos naturalmente, porque han sido los que les han conducido a esta situación, algunos miran a UPyD, pero no basta. ¿Quién los representa? Ese es un desafío para los estudiosos, porque no sabemos por quién se van a inclinar los incongruentes de estatus, que es como les definimos. Ya que no tienen ese partido de orden que buscarían, a no ser que aparezca alguien que demuestre eficacia para romper con el estatu quo que les ha dejado tirados. Debería ser un partido de izquierda, socialdemócrata y fuerte, pero no está. Paradójicamente, eso sí que ha sucedido en Alemania con la alianza de Merkel y la socialdemocracia, pero eso aquí es impensable", sigue analizando Vallespín.
Vamos, apreciado lector, que solo tú tienes la respuesta que más incógnitas suscita y por la que muchos matarían. Los partidos políticos, sin ir más lejos, aunque también a la banca y a las grandes empresas les gustaría saber qué pueden esperar de ti.
"No es que vayamos hacia una sociedad divida en dos, sino en tres. Por un lado se quedarán los seis millones de parados y desempleados de larga duración que tardarán muchísimo en reabsorberse; por otro, los empleados a tiempo parcial o temporal, en precario, a los que la reforma laboral ha dejado sin negociación colectiva y con unos sindicatos de clase que ya no tienen fuerza para defenderlos por lo que no podrán luchar contra la precariedad; y luego están los de los contratos indefinidos, más estables. Lo que conforma una sociedad muy dividida", explica Jonás Fernández.
Las urnas, sin duda, desvelarán el misterio. Ten claro que la abstención no perjudica a los grandes partidos tanto como crees. Pueden perder votantes, pero seguir gobernando los mismos. En Estados Unidos la participación electoral ronda el 50%, es decir, que medio país se queda en casa en lugar de ir a votar.
La recuperación económica avanza, a paso de tortuga y endémica, pero avanza. "Las cifras del paro que acabamos de conocer no son malas, los cotizantes a la seguridad social y el empleo no son buenos, pero las series desestacionalizadas (que es lo que cuenta a efectos de PIB) demuestran que en los últimos cinco meses ha habido crecimiento del empleo y que puede haber crecimiento neto de empleo a finales de este año, e incluso que la economía va a crecer por encima del 1%. Ahora bien, el empleo de baja calidad que se está creando, más las condiciones económicas y sociales que arrastramos por estos cinco años de crisis, hacen que las perspectivas a medio plazo sean malas o muy malas", apunta el economista Jonás Fernández, director del servicio de estudios de Solchaga Recio&Asociados.
Lo que se deja detrás de un lusto es una situación social tan brutal como apasionante, repleta de incógnitas. Ejemplo, pareja de profesionales cuyos ingresos han descendido mucho más del 10% que señalan los estudios: han tenido que vender su casa en la sierra, su segundo coche, han refinanciado la hipoteca de su vivienda y están tan cabreados... con la recuperación endémica de Rajoy que les ha dejado fuera, que ya no saben contra quien cargar. "En la encuesta de presupuestos familiares, un 40% de familias asegura poder llegar a fin de mes, esos han sufrido una recesión y están saliendo de ella. El resto han padecido una crisis, y para muchos de estos lo peor aun no ha llegado", apunta el economista y exministro Jordi Sevilla que abunda en los riesgos de "una sociedad que se está dualizando". Puede que el índice de acojono que tenía paralizado el consumo se esté recuperando, aunque no para todos.
Ahora en España hay una clase media (esos profesionales que han vendido lo que han podido) que ha aguantado la crisis tirando de la hucha de sus ahorros, de cuando eran clase media alta. Se les ha acabado esa hucha y ya no tienen de dónde sacar. Han liquidado lo que tenían pero no logran integrarse en la parte alta que era antes su sitio. Son los que han mantenido su puesto pese a los recortes salariales frente a los antiguos compañeros despedidos que han pasado a ser lumpen y a cobrar dos duros por su trabajo. Por poner un ejemplo cercano, lo que ha pasado en la mayoría de empresas periodísticas.
Mantiene Fernando Vallespín, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma, que la gran incógnita es "hacia dónde se dirige esa gente que ya no recuperará posiciones, porque tampoco se van a ir a votar con los del 15-M, pues no son antisistema y aunque con el corazón les pueda gustar el discurso de IU, piensan que no tiene fórmulas realistas para sacarles de esa situación. Por otra parte, están formados y saben que la salvación dentro de un sólo país no existe, que no pueden salirse del euro. Existe un vacío ideológico para ellos y caminan hacia el nihilismo político. La experiencia demuestra que estos incongruentes de estado son los que más se movilizan, frente a los obreros o pobres, que están más acostumbrados a bregar con situaciones paupérrimas. Son los abstencionistas que a principios del XX se inclinaron por el nacionalismo o el bolchevismo en un afán de no desclasarse de la alta burguesía que había sido su lugar. No es lo mismo, pero sí parecido".
¿Qué va a hacer esa mitad de la España que tanto ha perdido con la crisis y que no tiene dónde elegir? Nadie les ofrece voz y han optado por una descalificación generalizada propiciada por una corrupción política que no solo no cesa, sino que consideran que no está castigada. Así que la abstención se convierte en el aglutinador, tal y como se podrá comprobar en las europeas, las municipales y también las generales.
"Ellos preferirían ir a votar a un partido de orden, PP o PSOE, pero no creen en ellos naturalmente, porque han sido los que les han conducido a esta situación, algunos miran a UPyD, pero no basta. ¿Quién los representa? Ese es un desafío para los estudiosos, porque no sabemos por quién se van a inclinar los incongruentes de estatus, que es como les definimos. Ya que no tienen ese partido de orden que buscarían, a no ser que aparezca alguien que demuestre eficacia para romper con el estatu quo que les ha dejado tirados. Debería ser un partido de izquierda, socialdemócrata y fuerte, pero no está. Paradójicamente, eso sí que ha sucedido en Alemania con la alianza de Merkel y la socialdemocracia, pero eso aquí es impensable", sigue analizando Vallespín.
Vamos, apreciado lector, que solo tú tienes la respuesta que más incógnitas suscita y por la que muchos matarían. Los partidos políticos, sin ir más lejos, aunque también a la banca y a las grandes empresas les gustaría saber qué pueden esperar de ti.
"No es que vayamos hacia una sociedad divida en dos, sino en tres. Por un lado se quedarán los seis millones de parados y desempleados de larga duración que tardarán muchísimo en reabsorberse; por otro, los empleados a tiempo parcial o temporal, en precario, a los que la reforma laboral ha dejado sin negociación colectiva y con unos sindicatos de clase que ya no tienen fuerza para defenderlos por lo que no podrán luchar contra la precariedad; y luego están los de los contratos indefinidos, más estables. Lo que conforma una sociedad muy dividida", explica Jonás Fernández.
Las urnas, sin duda, desvelarán el misterio. Ten claro que la abstención no perjudica a los grandes partidos tanto como crees. Pueden perder votantes, pero seguir gobernando los mismos. En Estados Unidos la participación electoral ronda el 50%, es decir, que medio país se queda en casa en lugar de ir a votar.