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¿Dónde está la piel, Mariano?

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Corría enero de 2015. La escena transcurría en torno a un cuenco de manzanas, una taza de leche y una jarra de agua. Mariano Rajoy, Dolores de Cospedal, Carlos Floriano, Javier Arenas y Esteban González Pons charlaban relajados sobre el pasado y el futuro de su Gobierno. Y la conversación -guionizada, of course- transcurría en estos términos:

-Mariano Rajoy: "Lo que da fuerza y lo que te da equilibrio es hacer aquello que crees que debe hacer". (Mariano's things)

- "Para recuperar el empleo hemos tenido que hacer muchas cosas. Algunas que no era grato hacerlas, que eran muy complicadas. Cosas distintas de las que habíamos hecho o dicho que íbamos a hacer" (two things more)

- "Entiendo perfectamente que haya mucha gente que se haya sentido molesta, que haya estado fastidiada y tienen toda la razón" (Thanks, president)

- "Nos hemos equivocado mil veces. Pero las líneas generales de lo que había que hacer en política económica, las hemos aplicado ¿no?" (True, true)

- "Deberíamos bajar más los impuestos" (When?)

- "Pues tendremos que esforzarnos, ¿no?" (Of course)

Interrumpe al presidente el entonces director de la campaña para las elecciones municipales, Carlos Floriano, para subrayar la falta de sensibilidad del Gobierno con los ciudadanos:

-"Nos ha faltado darle un poco de piel a cada cifra positiva"

-"¿No crees, María Dolores, que nos ha faltado un poco de piel, un poco de sensibilidad? Me refiero a cómo hemos contado las cosas"

-"Hay que hacer un esfuerzo por darle piel".



Han pasado siete meses de aquél dialogo nada improvisado para la grabación de un vídeo promocional del PP, tres de sus protagonistas han sido defenestrados (Cospedal es ya sólo un fantasma de lo que fue y a Pons y Floriano les dieron boleto tras la hecatombe de las municipales) y la sensibilidad de este Gobierno con aquellos que más han padecido las consecuencias de la crisis económica brilla por su ausencia. ¡Pobre Floriano! No será que no lo advirtiera: "Nos falta piel, nos falta piel".

Pues las cosas de la dermis no se arreglan con fotos del presidente bañándose en el río Umia, ni con mensajes por Twitter, ni con selfies en los aledaños del Congreso, ni mucho menos con un café de Jorge Fernández Díaz y el imputado Rato en la mismísima sede de Interior. De los peregrinos argumentos esgrimidos por el ministro para justificar la cita, mejor ni hablamos. ¡Que le perdone Nuestra Señora María Santísima del Amor!, que para eso le otorgó la Medalla al Mérito Policial.

No hay mejor ocasión que demostrar el compromiso de un Gobierno con los sectores más castigados por la crisis económica que la elaboración de los Presupuestos Generales del Estado. Y, a juzgar por el proyecto que se debatirá en el Congreso esta semana, no parece que la voluntad del Ejecutivo sea la de reparar el daño causado entre los más vulnerables. Dependientes, jóvenes, mujeres, niños en riesgo de pobreza o exclusión social o parados no están entre las prioridades de las cuentas públicas para 2016. Una ley que ni siquiera el presidente Rajoy tendrá el coraje de defender desde la tribuna del Parlamento, a pesar de la anomalía democrática que supone tramitarla en pleno mes de agosto.

La piel en la que piensa el PP no es otra más que la de la gaviota de su emblema. Los presupuestos se han redactado con la mirada puesta en las urnas y no en los ciudadanos, al menos no en aquellos que siguen en situación de desamparo. El año pasado uno de cada cinco dependientes murió sin recibir la ayuda que le correspondía y el 40 por ciento de las casi 1.300.000 personas en situación de dependencia reconocida no recibió ningún tipo de prestación. La Coordinadora Estatal de Plataformas en Defensa de la Ley de Dependencia ya ha advertido que el aumento en un 6,4 por ciento de la partida reservada en 2016 para atender a los beneficiarios de sistema no llegará para atender a todas las personas que tiene reconocido el derecho a la ayuda.

Y qué decir de los planes gubernamentales para reducir la tasa de pobreza infantil situada en un 31,9 por ciento, una realidad creciente y con especial incidencia en los hogares monoparentales con al menos un menor a cargo. Sus mayores no pueden hacer frente a gastos vitales y esenciales como la compra de alimentos, medicamentos, ropa, alquiler o material escolar. Y, según el último informe de Save the Children, la situación de estos menores tiene que ver con que el 52 por ciento de las madres de familias monoparentales están excluidas del mercado laboral o trabajan en condiciones de precariedad o inestabilidad. Las cifras hablan por sí solas, pero el Gobierno calla. Ni una línea, ni una partida presupuestaria.

Los "gurús" de La Moncloa han convencido a Mariano Rajoy de que si consigue ser un presidente más cercano, pasea por la calle, se hace fotos tomando cañas y despeja a corner cualquier pregunta sobre corrupción aumentará sus posibilidades de mantener el Gobierno tras las generales. Pero nadie le ha explicado que la impostura es mala consejera en política y que a los ciudadanos ya poco les importa dónde se bañe el presidente, si cruza a pie o en coche la carrera de San Jerónimo o qué atuendo deportivo gasta. La piel de la que hablaba Floriano no era esa, sino la de los dependientes, los menores, los jóvenes y los más de 5 millones de desempleados que aún quedan en España y de los cuales 3.700.000 no cobran ninguna ayuda pública. No habrá seguro uno de ellos entre los 30 y los 55 años que pueda esperar hasta mediados de 2016 -como establecen los Presupuestos- parra cobrar los 408 euros de los 129 millones que el Gobierno ha reservado para parados de larga duración, previo diagnóstico individualizado de empleabilidad del que el Ejecutivo no ha tenido a bien hacer públicos los requisitos, claro.

¿Dónde está la piel, Mariano?

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