¿Cómo es posible que durante tanto tiempo haya mirado a otros cuerpos con unos ojos de tolerancia y adoración, mientras que a mi cuerpo le dirijo una mirada llena de crítica y reproche?
Tal vez tú, al igual que yo, también estés comenzando tu propio proceso aceptación corporal. Por suerte, el destino ha guiado mi transformación a través de Fattitude, un documental que pone al descubierto los prejuicios contra la gordura y plantea una forma de pensar alternativa. Sin duda, el mundo que sugiere es diferente, liberador, repleto de ideas enriquecedoras, de apoyo recíproco y de solidaridad. Pero me suena demasiado bueno para ser cierto, sigo desconfiando, así que me pregunto: ¿de verdad puedo amar a mi cuerpo tal y como es? ¿De verdad ya no tengo que disculparme más por ser gorda? ¿Seguro que soy digna de amor, aun cuando no soy agradable para los demás?
Ser gorda ha definido siempre mi identidad y siempre me ha hecho sentir mal por ser quien soy. Me hacía avergonzarme de mi cuerpo, como si sólo por tenerlo yo ya no sirviera para nada, y me invadía un miedo paralizador: no ser digna de ser querida. "¡Pero si tienes unos ojos muy bonitos!"; "Lo llevas muy bien"; "¿Has perdido peso?"; "¿Has oído hablar de esa nueva dieta?"; "Sé que debe de ser duro perder peso, pero si intentas con..."
La sociedad me dice constantemente que, ya que he decidido mantener este tamaño y esta forma, inaceptables, debo compensar a los que me rodean por la desgracia de tener que mirarme. Después de años de ataques contra mi ego, mi moral terminó dándose por vencida y me ha dominado el odio contra mí misma.
Creo que mientras atravesamos las refrescantes aguas del amor propio y la superación, hay que pasar también por un periodo de duelo por la muerte de nuestros viejos prejuicios y por el daño que nos infligieron. Siento remordimientos por cada vez que criticaba sin piedad mi propio cuerpo y me decía que no era suficientemente buena. Siento pena por cada vez que permitía que alguien fuera irrespetuoso conmigo, porque yo misma pensaba que no merecía su respeto. Siento dolor por cada nefasta dieta a la que me sometí y que me arrebataba mi dignidad. Siento vergüenza por cada vez que me derrumbé en un probador, invadida por la desesperación.
Tengo que volver a enfrentarme a esos sentimientos, desde una actitud compasiva y paciente, y luego dejar que se esfumen como una ola que se aleja de la orilla para perderse en el mar. Me repito a mí misma que esos sentimientos ya no tienen cabida en mi forma de ser. Pero claro, a medida que mi consciencia despierta, tengo que afrontar también el hecho de que esas verdades que creí durante tiempo, en especial en lo que respecta a ser una mujer gorda, no son ciertas en absoluto. Los cimientos de mi autoestima descansan sobre mentiras. Como muchas otras mujeres, en algún lugar del camino elaboré una lista de normas no escritas para ser gorda. Tenía la sensación de que, si seguía esas normas, la sociedad podría considerarme aceptable.
Las reglas no escritas:
Ahora, cuando releo esta lista con mis nuevos ojos de optimismo, de respeto por mi cuerpo, puedo ver lo cruel que son estas normas y cuánto me limitaban. A estas alturas de mi vida,quiero, necesito reescribirlas. Me merezco reescribirlas. Sí, estoy gorda, pero eso es asunto mío. Mi salud no es un tema de debate público y, a no ser que estés dispuesto a vivir mi vida, no tienes derecho a juzgarme. No voy a permitir que la percepción que los demás tengan sobre mí controle mi vida. Así que... reescribamos esas reglas, ¿vale?
Las nuevas reglas:
Hay días en los que aún me siento encadenada a las viejas normas. Pero, poco a poco, voy aceptando que son normas falsas, mentiras, y que no pueden volver a limitarme. Cada día que pasa tenemos la oportunidad de decidir cómo sentirnos con nosotras mismas y este es un poder que no siempre sabemos valorar. Cada día es un poco más fácil que el anterior, a base de reflexión, de aceptación y de energía positiva. Cada día, poco a poco, podemos decidir juntas vivir según estas nuevas reglas, ¿vale? Recuerda que debes ser tan agradable y cariñosa contigo misma como lo serías con un amigo; y por si acaso nadie te lo ha dicho hoy: ¡ERES PRECIOSA, ENCANTADORA, LISTA Y ADORABLE! ¡Tu poder no tiene límites y te mereces lo mejor!
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Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Diego Jurado Moruno
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Tal vez tú, al igual que yo, también estés comenzando tu propio proceso aceptación corporal. Por suerte, el destino ha guiado mi transformación a través de Fattitude, un documental que pone al descubierto los prejuicios contra la gordura y plantea una forma de pensar alternativa. Sin duda, el mundo que sugiere es diferente, liberador, repleto de ideas enriquecedoras, de apoyo recíproco y de solidaridad. Pero me suena demasiado bueno para ser cierto, sigo desconfiando, así que me pregunto: ¿de verdad puedo amar a mi cuerpo tal y como es? ¿De verdad ya no tengo que disculparme más por ser gorda? ¿Seguro que soy digna de amor, aun cuando no soy agradable para los demás?
Ser gorda ha definido siempre mi identidad y siempre me ha hecho sentir mal por ser quien soy. Me hacía avergonzarme de mi cuerpo, como si sólo por tenerlo yo ya no sirviera para nada, y me invadía un miedo paralizador: no ser digna de ser querida. "¡Pero si tienes unos ojos muy bonitos!"; "Lo llevas muy bien"; "¿Has perdido peso?"; "¿Has oído hablar de esa nueva dieta?"; "Sé que debe de ser duro perder peso, pero si intentas con..."
La sociedad me dice constantemente que, ya que he decidido mantener este tamaño y esta forma, inaceptables, debo compensar a los que me rodean por la desgracia de tener que mirarme. Después de años de ataques contra mi ego, mi moral terminó dándose por vencida y me ha dominado el odio contra mí misma.
Creo que mientras atravesamos las refrescantes aguas del amor propio y la superación, hay que pasar también por un periodo de duelo por la muerte de nuestros viejos prejuicios y por el daño que nos infligieron. Siento remordimientos por cada vez que criticaba sin piedad mi propio cuerpo y me decía que no era suficientemente buena. Siento pena por cada vez que permitía que alguien fuera irrespetuoso conmigo, porque yo misma pensaba que no merecía su respeto. Siento dolor por cada nefasta dieta a la que me sometí y que me arrebataba mi dignidad. Siento vergüenza por cada vez que me derrumbé en un probador, invadida por la desesperación.
Tengo que volver a enfrentarme a esos sentimientos, desde una actitud compasiva y paciente, y luego dejar que se esfumen como una ola que se aleja de la orilla para perderse en el mar. Me repito a mí misma que esos sentimientos ya no tienen cabida en mi forma de ser. Pero claro, a medida que mi consciencia despierta, tengo que afrontar también el hecho de que esas verdades que creí durante tiempo, en especial en lo que respecta a ser una mujer gorda, no son ciertas en absoluto. Los cimientos de mi autoestima descansan sobre mentiras. Como muchas otras mujeres, en algún lugar del camino elaboré una lista de normas no escritas para ser gorda. Tenía la sensación de que, si seguía esas normas, la sociedad podría considerarme aceptable.
Las reglas no escritas:
- Tu cuerpo no puede llamar la atención, bajo ninguna circunstancia; cúbrete y piérdete entre el paisaje.
- Que no se vea la carne por encima de la rodilla o del codo. Nada de rayas horizontales. Nada de shorts. Y por el amor de Dios, nada de ponerse un bikini.
- Sé agradable y complaciente; así acabarás gustando a los demás. Di "sí" cuando quieras decir "no", y "no, gracias" cuando quieras decir "sí".
- Sé graciosa y dicharachera. Siempre, como Papá Noel. Él es gordo y gusta a la gente, ¿no?
- Haz chistes sobre tu sobrepeso para romper el hielo y evitar que los demás se sientan incómodos.
- Asegúrate de que los demás saben que tú sabes que eres gorda. Si creen que no eres consciente de tu aflicción, se verán obligados a sentir lástima de ti y querrán abrirte los ojos y ayudarte.
- Sonríe y asiente cuando los demás te den consejos sobre dietas y ejercicio. Eres gorda. Obviamente no sabes nada sobre nutrición, deporte ni tu propio cuerpo.
- Baja la cabeza y asiente arrepentida cuando los demás te den lecciones sobre los peligros de la gordura. Debería darte vergüenza por no cuidar tu salud.
- No flirtees con los hombres. Nunca podrían verte atractiva, así que no te pongas más en evidencia.
- Eres glotona y ansiosa y no se puede confiar en ti. Es probable que tú solita seas culpable de todas las hambrunas del mundo.
Ahora, cuando releo esta lista con mis nuevos ojos de optimismo, de respeto por mi cuerpo, puedo ver lo cruel que son estas normas y cuánto me limitaban. A estas alturas de mi vida,
Las nuevas reglas:
- No pasa nada por no sentirte estupenda contigo misma y con tu cuerpo a cada momento del día. Pero esto es sólo el comienzo.
- Mereces sentirte cómoda en tu propia piel y con la ropa que decidas ponerte. Usa la ropa que te guste, no la ropa que te esconda.
- ¡No le debes nada a nadie! Sé consecuente con lo que es mejor para ti cuando digas "sí" o "no".
- Es bueno disponer de una buena paleta de emociones y reacciones --malhumor, tristeza, euforia-- y tienes derecho a usarlas todas.
- TÚ y tu CUERPO no sois tema de burla o de opinión de nadie.
- Díselo a los demás cuando te hagan sentir incómoda o cuando hablen de forma ofensiva. NADIE tiene derecho a hacerte sentir mal.
- Solo por ser TÚ eres merecedora de amor, respeto y de igualdad de oportunidades. La cualidades humanas de cada persona no pueden estar condicionadas por el peso, la raza, la orientación sexual, la educación ni nada por el estilo.
Hay días en los que aún me siento encadenada a las viejas normas. Pero, poco a poco, voy aceptando que son normas falsas, mentiras, y que no pueden volver a limitarme. Cada día que pasa tenemos la oportunidad de decidir cómo sentirnos con nosotras mismas y este es un poder que no siempre sabemos valorar. Cada día es un poco más fácil que el anterior, a base de reflexión, de aceptación y de energía positiva. Cada día, poco a poco, podemos decidir juntas vivir según estas nuevas reglas, ¿vale? Recuerda que debes ser tan agradable y cariñosa contigo misma como lo serías con un amigo; y por si acaso nadie te lo ha dicho hoy: ¡ERES PRECIOSA, ENCANTADORA, LISTA Y ADORABLE! ¡Tu poder no tiene límites y te mereces lo mejor!
Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Diego Jurado Moruno
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