Fue una frase repetida una y otra vez en la Asamblea que culminaba la jornada del Tren de la Libertad: "¡¡No pasarán!!", una voz llena de notas de un pasado no tan lejano, un clamor en defensa de la libertad.
El 1 de febrero de 2014, las mujeres y los hombres que viajamos y acompañamos el Tren de la Libertad probablemente compartimos la misma sensación que tuvo el pueblo de Madrid hace más de 60 años. Los motivos de nuestra movilización fueron claros, unánimes: el anteproyecto de ley del Gobierno del PP representa el fin de la libertad de las mujeres para decidir su maternidad y su vida, puesto que elimina nuestra condición de ciudadanas.
Después de años de lucha, tanto durante la dictadura como en la democracia, las españolas hemos conquistado derechos, entre ellos, el derecho a decidir sobre nuestra maternidad. Si bien esta pelea ha supuesto sacrificios, sufrimientos y dolor para muchas de nosotras, sin duda ha valido la pena, puesto que siempre fuimos conscientes de que estábamos cambiando este país y construyendo un futuro de igualdad y libertad para nuestras hijas, nietas, bisnietas... y con ello contribuíamos a edificar un gran proyecto para toda la ciudadanía de este país.
El feminismo nos enseñó a construir una utopía cuya conquista definitiva sabíamos difícil y costosa pero hacia la que avanzábamos. Sin embargo, en los últimos años estamos asistiendo a un retroceso de consecuencias desastrosas. Las políticas del PP están significando una verdadera usurpación de derechos y libertades, y no sólo me refiero a esta reforma de la ley del aborto, sino que, en la misma medida, otras leyes y políticas retroceden en igual dirección, indicándonos la sumisión del hogar que en otros tiempos ya nos mostrara la sección femenina.
Por eso nuestro clamor colectivo, ese "¡¡No Pasarán¡¡", era sobre todo, un no permitiremos que se nos arrebate nuestra libertad, una libertad por la que hemos peleado duro y, por lo tanto, no consentiremos que se tire por tierra nuestra lucha y nuestras conquistas. Pero además, el sábado pasado en Madrid, la multitud que llenaba las calles, tenía más significados: teníamos el sentimiento colectivo de estar parando a una extrema derecha que ha encontrado en el Gobierno del PP al gran defensor de su ideología integrista y autoritaria, una derecha que, con la reforma de la ley del aborto en España, pretende iniciar un camino que ponga fin a los avances de las mujeres de toda Europa.
España, hasta ahora una referencia en derechos civiles y libertades en todo el mundo, se convierte, como en otros momentos de su historia, en el país donde se manifiesta la reacción más autoritaria. Por lo tanto, no nos debe extrañar que en estos días junto a nosotras se movilicen muchas personas en Londres, París, Roma, Bruselas y otras ciudades europeas.
En definitiva, gracias a esa gran iniciativa que hemos denominado Tren de la Libertad, el pasado 1 de febrero, mujeres venidas de todos los rincones de la geografía española y de diversos lugares del mundo, personas de todas la edades, ideas, convicciones, étnias, capacidades, etc., nos abrazamos, nos besamos, nos reconocimos en una lucha histórica, nos recordamos la justicia de nuestras convicciones y nos conjuramos para no permitir que nadie vuelva a mandar ni decidir sobre nuestra vida. A quienes lo intentan con imposiciones y autoritarismo les respondemos, además de con muchas razones, con un ¡¡NO Pasarán!!
El 1 de febrero de 2014, las mujeres y los hombres que viajamos y acompañamos el Tren de la Libertad probablemente compartimos la misma sensación que tuvo el pueblo de Madrid hace más de 60 años. Los motivos de nuestra movilización fueron claros, unánimes: el anteproyecto de ley del Gobierno del PP representa el fin de la libertad de las mujeres para decidir su maternidad y su vida, puesto que elimina nuestra condición de ciudadanas.
Después de años de lucha, tanto durante la dictadura como en la democracia, las españolas hemos conquistado derechos, entre ellos, el derecho a decidir sobre nuestra maternidad. Si bien esta pelea ha supuesto sacrificios, sufrimientos y dolor para muchas de nosotras, sin duda ha valido la pena, puesto que siempre fuimos conscientes de que estábamos cambiando este país y construyendo un futuro de igualdad y libertad para nuestras hijas, nietas, bisnietas... y con ello contribuíamos a edificar un gran proyecto para toda la ciudadanía de este país.
El feminismo nos enseñó a construir una utopía cuya conquista definitiva sabíamos difícil y costosa pero hacia la que avanzábamos. Sin embargo, en los últimos años estamos asistiendo a un retroceso de consecuencias desastrosas. Las políticas del PP están significando una verdadera usurpación de derechos y libertades, y no sólo me refiero a esta reforma de la ley del aborto, sino que, en la misma medida, otras leyes y políticas retroceden en igual dirección, indicándonos la sumisión del hogar que en otros tiempos ya nos mostrara la sección femenina.
Por eso nuestro clamor colectivo, ese "¡¡No Pasarán¡¡", era sobre todo, un no permitiremos que se nos arrebate nuestra libertad, una libertad por la que hemos peleado duro y, por lo tanto, no consentiremos que se tire por tierra nuestra lucha y nuestras conquistas. Pero además, el sábado pasado en Madrid, la multitud que llenaba las calles, tenía más significados: teníamos el sentimiento colectivo de estar parando a una extrema derecha que ha encontrado en el Gobierno del PP al gran defensor de su ideología integrista y autoritaria, una derecha que, con la reforma de la ley del aborto en España, pretende iniciar un camino que ponga fin a los avances de las mujeres de toda Europa.
España, hasta ahora una referencia en derechos civiles y libertades en todo el mundo, se convierte, como en otros momentos de su historia, en el país donde se manifiesta la reacción más autoritaria. Por lo tanto, no nos debe extrañar que en estos días junto a nosotras se movilicen muchas personas en Londres, París, Roma, Bruselas y otras ciudades europeas.
En definitiva, gracias a esa gran iniciativa que hemos denominado Tren de la Libertad, el pasado 1 de febrero, mujeres venidas de todos los rincones de la geografía española y de diversos lugares del mundo, personas de todas la edades, ideas, convicciones, étnias, capacidades, etc., nos abrazamos, nos besamos, nos reconocimos en una lucha histórica, nos recordamos la justicia de nuestras convicciones y nos conjuramos para no permitir que nadie vuelva a mandar ni decidir sobre nuestra vida. A quienes lo intentan con imposiciones y autoritarismo les respondemos, además de con muchas razones, con un ¡¡NO Pasarán!!