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Anticonsejos para la vuelta al trabajo

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Según el calendario gregoriano el año comienza el día 1 de enero. Pero el tal Gregorio, que se lo curró, no estuvo muy avispado. La autentica catarsis, el reto de un nuevo comienzo, la génesis de una nueva etapa, tiene lugar a la vuelta de las vacaciones de verano. Con la muda de la piel tras las largas horas de exposición indiscriminada al aire libre, sirva como metáfora, se quedan atrás los felices días de vacaciones.

A la tortura de recuperar todas las rutinas guionizadas de nuestra vida hay que añadir el bombardeo con consejos sobre cómo superar el síndrome postvacacional. Esa manida y recurrente frase que en estas fechas empieza a aparecer en una especie de eco infinito en periódicos, blogs, radio, televisión, etc. No hay un solo espacio dedicado a la información que no esté lleno de consejos de coachers, psicólogos, psiquiatras, directivos de recursos humanos, incluso astrólogos, quienes, en el proceso de superación de su propia depresión postvacacional (les imagino derramando lágrimas sobre sus teclados mientras redactan esas listas atiborrándose a Prozac) nos dan consejos para superar la vuelta al trabajo. Que no -como dicen algunos- a la rutina; porque a mí, mis rutinas vacacionales me encanta vivirlas en un bucle infinito.

Nos cuentan los síntomas una y otra vez: agotamiento, ansiedad, falta de concentración, tristeza y un largo etcétera que solo de oírlos te entra una desazón que te duele el alma. No hablan del efecto velcro de las sábanas con tu cuerpo, del lanzamiento de despertador, de la lucha contra el armario por intentar vestirnos después de semanas en las que nuestra mayor preocupación ha sido combinar las dos partes del biquini, del dolorosísimo momento de quitar del correo el autoresponder de "fuera de la oficina" y otro largo etcétera.

No es suficiente con tener que sufrir la vuelta a la rutina como para que, además, nos la estén recordando durante un mes (claro, la salida de vacaciones ha sido escalonada, meter el dedo en la herida también tiene que hacerse de manera escalonada).

Me hacen gracia (por ser políticamente correcta y no decir que me dan por saco) los consejos que los gurúes del buenrollismo comparten estos días. Valgan unos ejemplos:

  • Vuelve unos días antes para ir familiarizándote. Unos días antes solo pienso en comprar un billete a un país donde comience la temporada de monzón, a ver si me pilla por allí y tengo excusa para no volver en otros 15 días hasta que las infraestructuras del país permitan acceder a un aeropuerto, básicamente.


  • Haz una entrada progresiva: venga, vale. El primer día me paso una horita a desayunar. El segundo ya intento meter la contraseña en el ordenador (que, por supuesto, tendré que pedir que me reseteen porque la he borrado matando neuronas a base de mojitos). El tercero me doy una vuelta saludando a los compañeros, y el cuarto me llaman para darme el finiquito.


  • Comparte tus experiencias con tus compañeros. Esto es lo más parecido a rociarse con gasolina y prenderse fuego voluntariamente. NO hay que mantener contacto visual durante la primera semana con nadie o nos arriesgamos a una sesión de fotos de las vacaciones en las que terminaremos viendo imágenes que jamás podremos borrar de nuestro inconsciente, como ese compañero con cuerpo escombro en bañador en primera linea de playa, camiseta sin mangas, gorra cortesía del taller donde repara el coche y riñonera.


  • Mantente positivo. Claro, tanto como si fuera una virgen india y me fueran a tirar a un volcán en erupción.


  • Redecora tu espacio de trabajo. Esta es muy buena. Claro, ya si eso quito las fotos de la empresa y pongo las mías en bikini en un barco en Formentera o catando whisky en una destilería de las Highlands.


  • Haz deporte. El que me parece más sugerente en estas fechas es el tiro al pichón. Entiéndase por pichón todo lo que se mueva.


¡Dejadme en paz con los consejos!. !Dejadme vivir mi depresión postvacacional dignamente!. !Dejad que me regodee en mi dolor echando vistazos fugaces a las fotos de mi Instagram!

El antídoto contra la depresión postvacacional está claro: un décimo de la primitiva premiado con una cifra obscena.

Os dejo mis propias recomendaciones para llevar mejor la vuelta al trabajo.

  • Llevad un bote de crema solar y aspirad. Os evocará momentos placenteros.


  • Huid del compañero entusiasta. Una persona que vuelve al trabajo con alegría no es de fiar.


  • Fundíos la tarjeta de crédito. Si es que queda algo después de las clavadas vacacionales. Ese placer efímero de estrenar cosas nuevas de forma compulsiva alivia temporalmente (pensad que estáis contribuyendo a dinamizar la economía).


  • Sondaos a la maquina de café. Con esto evitamos el desmayo por sueño y el tener que interactuar con otros seres en ese punto de encuentro.


  • No hagáis listas con buenos propósitos. Es una farsa. Sabéis que en diciembre estaréis redactándolo de nuevo.


  • Utilizad sustancias naturales a modo de psicotrópicos. Me refiero a chupar setas alucinógenas (aptas para veganos), cantidades ingentes de chocolate y grasas polisaturadas que atonten el cerebro.


  • Inyectaos litros de botox que borren vuestra expresión y que paralicen vuestros músculos faciales en una eterna mueca de felicidad.


  • Jugad a la primitiva, bonoloto, euromillón, cuponazo. Jugad mucho.


  • No habléis de las vacaciones en el trabajo. Es más, no habléis. Es un error de principiantes sacar este tema y arriesgarse a tener que escuchar las vacaciones de los demás.


Ánimo con el jet lag emocional, feliz retorno (y dando gracias, que tenemos dónde volver). Siempre nos quedará Madrid y todo el año escolar por delante para seguir descubriéndola.

Debería sonar con este post: wake me up when september ends.

Post publicado con anterioridad en el blog de la autora.

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