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Por qué Alemania sufrirá un cambio radical este año

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No hace mucho, el mundo miraba con admiración a nuestra nación. Durante el Mundial de Fútbol de 2006, Alemania bullía como si fuera una residencia de estudiantes; como un lugar donde los forasteros eran bienvenidos, donde todo el mundo podía celebrar su alegría. En los años siguientes, Alemania se convirtió en un modelo a seguir. Mientras nuestros vecinos europeos caían en la recesión, aquí se creaban puestos de trabajo. Jóvenes de todo el mundo venían a Alemania porque el futuro aquí parecía más prometedor.

Pero entonces llegó el verano de 2015.

De repente había cócteles Molotov volando contra albergues de refugiados. Durante los primeros seis meses de este año, se han producido unos doscientos ataques contra centros para solicitantes de asilo. Sólo en julio y agosto, la Policía Judicial Federal informó de 131 ataques similares por parte de gente de extrema derecha. Además, se están incrementando los ataques verbales y físicos contra los extranjeros, y en un caso especialmente repugnante del que se informó en los medios, un grupo de nazis orinó en público sobre los niños de una familia de refugiados. Cientos de manifestantes nazis y de ultraderecha se reúnen delante de albergues para refugiados, como en Heidenau, Sajonia, e incluso abuchearon a Angela Merkel durante una visita a uno de los refugios, tachándola de "traidora a su pueblo", un término excepcionalmente infame de la propaganda nazi.

Resulta sorprendente que algo así pueda pasar en Alemania. Porque no tiene nada que ver con la nación en la que la mayoría de nosotros vive a diario. No encaja dentro de la atmósfera cosmopolita de las grandes ciudades de Hamburgo, Berlín, Colonia y Múnich.

Este odio manifiesto y cada vez más ruidoso contra los extranjeros es un fenómeno que se produce sobre todo en las ciudades pequeñas, lugares con una alta tasa de desempleo, con oportunidades limitadas y con una presencia peligrosa de la ultraderecha, donde los agresores se amparan en un entorno que les respalda. Recientemente se prendió fuego a un centro de refugiados. El sospechoso es nada menos que un bombero que, después del ataque, colaboró en la extinción de las llamas.

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Pañales apilados en el área de espera de la estación de trenes Munich Hauptbahnhof el 1 de septiembre de 2015 en Múnich, Alemania. (Lennart Preiss/Getty Images)

Durante años, la política y los medios de comunicación han ignorado y subestimado lo poderoso que ha llegado a ser el movimiento de extrema derecha en algunas partes de Alemania. Han pasado por alto el hecho de que las pequeñas ciudades de los länder del este alemán están bajo el control cultural casi absoluto de extremistas de derecha. Hay murales propios del periodo nazi, referencias al lugar de nacimiento de Hitler y una atmósfera de miedo recrudecida por la derecha más radical. En estas ciudades, la cultura de ultraderecha lo abarca todo, desde los institutos a las carpinterías.

Aunque también en el sur y el oeste de Alemania se producen ataques contra los centros de refugiados. Por tanto, la radicalización de una parte de la sociedad alemana no es un fenómeno exclusivo del este de Alemania. La Oficina Federal de Protección de la Constitución entiende el hecho como una amenaza, una nueva forma de terrorismo extremista de derechas.

A veces, lo único que quiero es despertar de esta pesadilla. ¿De verdad es este el país en el que quiero criar a mi hijo? Ciertamente es un país que no reconozco. Mi esposa viene de Gran Bretaña y tiene raíces indias. Al llegar aquí recibió una cálida bienvenida de todo el mundo, al igual que otros miles de inmigrantes. Hasta ahora, esta otra Alemania de horrible rostro nunca había existido en nuestras vidas.

Ahora, un pequeño grupo de insatisfechos ha echado por tierra la extendida concepción cultural de que, por ser uno de los países más ricos del mundo, Alemania está obligada a ayudar a las personas necesitadas.

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Una cola de personas espera para registrarse en el centro de acogida de refugiados y solicitantes de asilo en el centro de Berlín, el martes 1 de septiembre de 2015. (AP Photo/Markus Schreiber)

Es un tema del que tenemos que hablar. El cuarenta por ciento de los refugiados que entran en Europa viene a Alemania. Según cálculos recientes del Gobierno, serán 800.000 personas este año. El equivalente a la población de Fráncfort. Y esto aterroriza a muchos alemanes.

Muchos de estos "ciudadanos preocupados", como les gusta llamarse a sí mismos, no están preocupados por los refugiados. Se preocupan por sí mismos. Les inquieta el declive económico, temen los antiguos tiempos de pobreza. Tienen miedo de que se les arrebate algo.

Y ahora han encontrado una razón para justificar su miedo: los refugiados que vienen a Alemania a quitarles los pocos euros y beneficios sociales que les quedan.

Los predicadores del odio y los partidos de extrema derecha, que hasta ahora habían pasado bastante desapercibidos, hacen uso de este miedo. Han encontrado a su público. Usan internet para incitar a las masas asustadas. Hacen circular artículos falsos sobre refugiados que, supuestamente, se abalanzan sobre las colegialas alemanas para luego aprovecharse de nuestro sistema social. De acuerdo con estos agitadores, los políticos y la prensa mienten, así que construyen su propia realidad. Siguiendo su enfermiza lógica, hay una voluntad del pueblo que justifica el uso de la violencia contra los ciudadanos extranjeros. Por tanto, no estamos experimentando únicamente una de las peores olas de terror de ultraderecha desde la Segunda Guerra Mundial, sino también uno de los más horripilantes índices de propaganda xenófoba.

Pero hay que ser claros: estas personas son una minoría. En Alemania no hay ningún partido anti-inmigrantes poderoso -del estilo a los que hay en Dinamarca o Suecia-. Sin embargo, la situación podría cambiar si esta peligrosa voz minoritaria ganara fuerza a causa de la falta de oposición. Durante mucho tiempo, la mayoría de alemanes contemplaban con incredulidad el fenómeno. Muchos confiaban en que el odio pasaría igual que pasa una terrible tormenta, como esperaba la canciller Angela Merkel, que ha permanecido en silencio demasiado tiempo con respecto a los ataques contra los solicitantes de asilo. Todo lo contrario. El silencio de la mayoría ha funcionado como un agente combustible. De repente, la minoría se percibía como la mayoría. Al principio, muy pocos dieron un paso al frente para pronunciarse sobre este acalorado debate. El Huffington Post Alemania fue uno de los primeros medios de comunicación en adoptar una postura clara. En un destacado artículo de fondo, doscientos políticos, actores, profesores, estudiantes y jubilados proclamaron: "Bienvenidos, queridos refugiados. Nos alegra que estéis aquí.."

Cualquiera que se atreva a ponerse del lado de los refugiados, conseguirá conocer la cara horrenda de este país. Nos bombardearon a emails, mensajes de Facebook y llamadas telefónicas. En ellos se sugerían "cámaras de gas" para solucionar el problema de esa "sucia chusma" de refugiados, y sostenían que los refugiados no traerán a Alemania más que "violencia y enfermedades".

Pero ahora, por fin, se está formando un movimiento de respuesta.

Estudiantes, actores, empresarios, blogueros y políticos están recogiendo donativos de ropa, participan en el abastecimiento de los centros refugiados y usan los medios para oponerse a la estupidez nazi con argumentos sólidos.

Su visión de la situación es realista: es un enorme desafío para todos nosotros.


"BIENVENIDOS REFUGIADOS". Pancartas decoran todos los estadios de fútbol de Alemania este fin de semana.


Incluso la prensa sensacionalista se dedica ahora a derrumbar mitos sobre los refugiados, cuando hace pocos años envenenaban la atmósfera mediática con sus supuestas verdades sobre inmigrantes.

Pero esto sólo puede ser el principio. El siguiente paso será afrontar el enorme reto de la integración. A estas alturas, el hecho también resulta evidente para Angela Merkel. En una conferencia de prensa el pasado lunes, comparó los esfuerzos que hay que hacer en los próximos años para esta integración con los que se hicieron para "reconstruir el Este" después de la reunificación alemana.

En los próximos meses y años, tenemos que integrar a dos minorías a la vez: por un lado, están los refugiados que se quedarán con nosotros a largo plazo y, por otro lado, están los ciudadanos preocupados, representantes de la cultura del miedo.

Es muy probable que el segundo grupo requiera más trabajo.

Estamos ante un desafío histórico. La forma en que lo afrontemos decidirá el futuro de este país. Todo se reduce a una sencilla pregunta: ¿Quiere o no Alemania seguir siendo ese tipo de país entusiasta y acogedor en el que la mayoría queremos vivir, como aquel de la Copa del Mundo?

Este blog fue publicado originalmente en HuffPost Alemania y ha sido traducido de The WorldPost por Diego Jurado Moruno.

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