Escucho la voz melodiosa de Ella Fitzgerald recordándome que es verano y la vida es fácil, así que aprovecho para repasar alguna vieja película y me reencuentro con La historia interminable. No sé si porque ya al principio aparece Bastian huyendo de unos compañeros abusones del colegio, o porque se esconde en un ático para evitar un examen de matemáticas, el caso es que no he podido evitar relacionar la trama y los personajes con nuestro sistema educativo (y que me perdone Michael Ende por quedarme con la versión cinematográfica que nada le agradaba).
Como él mismo proponía, viajaríamos en sentido contrario, de la ficción a la realidad, para alcanzar nuestro objetivo: mejorar. Así, por ejemplo, empezaríamos por relacionar la Torre de Marfil con la Educación en mayúsculas. Delicadas, brillantes, frágiles, bonitas... Podríamos también establecer equivalencias a nivel global entre el reino de Fantasía y lo que son hoy en día nuestras escuelas. Ambas están amenazadas por la falta de sueños y la pérdida de esperanzas, por eso la Nada (sistema educativo actual) avanza inexorable. La Emperatriz que cambia de nombre bien podría ser la ley de turno, aunque a diferencia del personaje literario, la nuestra es caprichosa, y está falta de creatividad y de creencia en las posibilidades de sus súbditos.
Planteada la situación, es lógico que nuestros alumnos, habitantes del reino, busquen un héroe a la desesperada que encuentre la solución a todos los problemas. ¿Quién sería Atreyu en nuestra realidad? No encuentro correspondencia posible. ¿Tal vez los que tienen el poder en sus manos para cambiarlo todo? Pero, ¿tienen nuestros políticos suficiente imaginación como para entrar en el juego e iniciar la gran búsqueda? ¿Se comportarían como verdaderos guerreros peleando hasta la muerte (sin incentivos económicos de por medio) ante Gmork, la criatura de la oscuridad? Más bien los veo interpretando el papel del lobo negro, servidor del poder que surge tras la Nada, esperando quedarse con la autoridad y dominar a los que han perdido toda esperanza.
¿Quién, entonces, recorrería kilómetros y kilómetros para hablar con la vieja Morla? La tortuga cansada, apática, triste y solitaria es el ser más sabio del reino, aunque en esta ocasión no conoce la respuesta a la pregunta fundamental, y no parece importarle. Sus frases y su alergia a la juventud me hacen pensar en una identidad dolorosa en el planteamiento: "Nada tiene importancia". "Todo da igual". "Olvídalo".
Ante este planteamiento un tanto desolador, necesitamos urgentemente un Bastian para que el reino no desaparezca, un niño humano que crea en lo importante que puede llegar a ser, que alcance las estrellas, sueñe sin parar y encuentre, como dice Limahl en la canción que compuso para la banda sonora, la respuesta a una historia sin fin. Y no le vendría nada mal hacerse acompañar de Fúyur para garantizar el éxito en la búsqueda, un dragón de la suerte que le recuerde cuando los ánimos desfallezcan que no debe rendirse nunca.
La respuesta a la Nada es un cambio radical en el sistema. Repasando textos escritos por alumnos encuentro plasmada la desazón que les produce memorizar hora tras hora. Necesitamos conectar la educación a la realidad, y para eso también necesitamos el apoyo de las instituciones. Fantasía puede levantarse a partir de un grano de arena, sólo necesita de los deseos de Bastian. A cambio de cada uno de ellos perderá un recuerdo, pero supongo que en nuestro caso, no importará tanto olvidar.