En España hemos aprendido bien que para que muchas familias quedaran ahogadas en las corrientes del boom inmobiliario fueron perfectamente asistidas por otros actores estelares. Muchos ciudadanos fueron irresponsables contrayendo deudas desorbitadas conforme a sus ingresos... Pero no lo hubieran podido hacer sin un sector bancario especialista en el engaño, corto de miras, avaricioso e irresponsable. Y por supuesto con una desregulación como telón de fondo, adobada de intereses particulares de políticos corruptos.
Responsabilidades compartidas con distintos grados. Todas las familias tienen algunas miserias; la clave está en resolverlas con justicia y generosidad para poder salir juntos hacia delante.
Algo muy parecido le pasó a Grecia en sus años anteriores a la explosión de la crisis. La política europea está llena de matices. Imposible ventilar un asunto con tres ideas y media. Sin embargo la lectura oficial del asunto es conocida: los griegos se dedicaron a bailar y romper platos, propios y ajenos. Sus líderes manipularon las cuentas, la corrupción entró a formar parte de la vida cotidiana y así cavaron su propia tumba. Gastaron más de lo que tenían y podían. Fin del relato.
Antonis Kantas fue durante años un importante funcionario en el Ministerio de Defensa que se encuentra ahora bajo investigación por corrupción. Kantas ha confesado que en 2001 un representante de una empesa de armamento alemana le dejó un sobre en su oficina con 600.000 euros dentro. Poco después Grecia compró a Alemania 170 tanques de guerra por un importe de 2.300 millones de dólares. Lo más ridículo del asunto es que los expertos en Defensa reconocen que ni los tanques se han usado, ni Grecia los necesitaba. De hecho, Grecia ni siquiera compró munición para ellos.
El caso de los tanques sólo es uno entre muchos otros. Grecia compró también aviones de combate sin el sistema de guía, indispensable para su uso. También adquirió unos submarinos de fabricación alemana que todavía no han sido terminados y por los que Grecia pagó 4.000 millones de dólares. Curiosamente, en los momentos más difíciles de la crisis griega, cuando todavía se barajaba la salida de Grecia del euro, su Parlamento aprobó una partida de 407 millones de dólares para pagar los submarinos alemanes. Otras empresas francesas, suecas y rusas fueron parte del festín. Más detalles sobre estas prácticas se pueden leer en este excelente reportaje del International New York Times.
En efecto, Grecia no se hundió sola. Sus vecinos europeos fueron cooperadores necesarios en la mala gestión y corrupción en uno de los miembros del euro, que no sólo no denunciaron, sino que se aprovecharon de ella y se sumaron al festín de dinero fácil y rápido. Puede que las compañías de armamento fueran privadas, pero era bien sabido su forma de operar en Atenas. Y también que Grecia compraba armas que no necesitaba, lo que contribuyó a inflar una deuda con sus vecinos que Grecia va a estar pagando durante décadas.
Como en cualquier tragedia familiar, en la europea hay también responsabilidades compartidas. Es demasiado sencillo culpar sólo a Grecia y a sus irresponsables líderes de su hundimiento. Por eso resulta insultante la retórica del castigo moralizador con la que los países europeos, empezando por la Alemania de Merkel, han abordado la tragedia griega. Si hubieran reaccionado de otra manera en 2010, asumiendo las responsabilidades compartidas de la familia europea y explicándoselas a sus electores, la vida hoy sería algo más feliz para griegos, portugueses, chipriotas, irlandeses y españoles. Y también estaría mejor Europa en el mundo, que ahora es vista como incapaz de superar muchos retos por estar demasiado distraída en sus atormentados asuntos internos.
Responsabilidades compartidas con distintos grados. Todas las familias tienen algunas miserias; la clave está en resolverlas con justicia y generosidad para poder salir juntos hacia delante.
Algo muy parecido le pasó a Grecia en sus años anteriores a la explosión de la crisis. La política europea está llena de matices. Imposible ventilar un asunto con tres ideas y media. Sin embargo la lectura oficial del asunto es conocida: los griegos se dedicaron a bailar y romper platos, propios y ajenos. Sus líderes manipularon las cuentas, la corrupción entró a formar parte de la vida cotidiana y así cavaron su propia tumba. Gastaron más de lo que tenían y podían. Fin del relato.
Antonis Kantas fue durante años un importante funcionario en el Ministerio de Defensa que se encuentra ahora bajo investigación por corrupción. Kantas ha confesado que en 2001 un representante de una empesa de armamento alemana le dejó un sobre en su oficina con 600.000 euros dentro. Poco después Grecia compró a Alemania 170 tanques de guerra por un importe de 2.300 millones de dólares. Lo más ridículo del asunto es que los expertos en Defensa reconocen que ni los tanques se han usado, ni Grecia los necesitaba. De hecho, Grecia ni siquiera compró munición para ellos.
El caso de los tanques sólo es uno entre muchos otros. Grecia compró también aviones de combate sin el sistema de guía, indispensable para su uso. También adquirió unos submarinos de fabricación alemana que todavía no han sido terminados y por los que Grecia pagó 4.000 millones de dólares. Curiosamente, en los momentos más difíciles de la crisis griega, cuando todavía se barajaba la salida de Grecia del euro, su Parlamento aprobó una partida de 407 millones de dólares para pagar los submarinos alemanes. Otras empresas francesas, suecas y rusas fueron parte del festín. Más detalles sobre estas prácticas se pueden leer en este excelente reportaje del International New York Times.
En efecto, Grecia no se hundió sola. Sus vecinos europeos fueron cooperadores necesarios en la mala gestión y corrupción en uno de los miembros del euro, que no sólo no denunciaron, sino que se aprovecharon de ella y se sumaron al festín de dinero fácil y rápido. Puede que las compañías de armamento fueran privadas, pero era bien sabido su forma de operar en Atenas. Y también que Grecia compraba armas que no necesitaba, lo que contribuyó a inflar una deuda con sus vecinos que Grecia va a estar pagando durante décadas.
Como en cualquier tragedia familiar, en la europea hay también responsabilidades compartidas. Es demasiado sencillo culpar sólo a Grecia y a sus irresponsables líderes de su hundimiento. Por eso resulta insultante la retórica del castigo moralizador con la que los países europeos, empezando por la Alemania de Merkel, han abordado la tragedia griega. Si hubieran reaccionado de otra manera en 2010, asumiendo las responsabilidades compartidas de la familia europea y explicándoselas a sus electores, la vida hoy sería algo más feliz para griegos, portugueses, chipriotas, irlandeses y españoles. Y también estaría mejor Europa en el mundo, que ahora es vista como incapaz de superar muchos retos por estar demasiado distraída en sus atormentados asuntos internos.