La homosexualidad no es extraña a la política, entre otras razones porque ha sido siempre la política la que ha prohibido, estigmatizado o normalizado la homosexualidad.
Afortunadamente, ya no es noticia que un político o cualquier otra persona se declare gay, tampoco es tabú, y nuestra Constitución defiende el derecho democrático a no sufrir discriminación alguna por razón de sexo.
No obstante, a pesar de los importantes avances que se han producido en los años de democracia, el proceso de normalización de la homosexualidad en nuestro país no ha concluido. Aún son muchas las personas que no asumen de forma abierta su sexualidad, porque sigue habiendo prejuicios sociales, sobre todo en el mundo rural. La homosexualidad sigue estando estigmatizada, si bien es cierto que por minorías intolerantes que no respetan a los demás, y que no tienen asumidos los valores democráticos. Pero esta realidad puede retroceder si no estamos expectantes frente a cualquier intento de revisión o retroceso en derechos, porque ninguno está a salvo de impulsos reaccionarios. Quienes nos dedicamos a la política tenemos una especial responsabilidad en ello. La sociedad, a quien representamos, ha puesto en nuestras manos la defensa de sus derechos. Cuando la política no responde a los intereses generales y no consigue legitimidad y aceptación social es cuando surgen los conflictos.
Somos homosexuales algunos de los que nos dedicamos a la política en las democracias modernas, en partidos progresistas o conservadores, y desempeñando cargos públicos que van desde presidentes de Gobierno, ministros y ministras, alcaldes y alcaldesas, parlamentarios o concejales. Si el porcentaje de la población gay, según los sociólogos, es en torno al 10% de la población, sin disponer de datos oficiales me atrevería a decir que en política puede superarse.
No obstante, es mayoritaria la respetable discreción e incluso el secretismo de la homosexualidad. Esta discreción es una opción libre, porque tampoco es razonable que tengamos que estar publicitando, justificando y pidiendo perdón por nuestro ser y naturaleza. Esta presencia de la homosexualidad en la política creo que obedece a importantes razones vitales. Una de ellas es que el colectivo homosexual ha sufrido siempre y de forma directa la injusticia social, con burlas, ironía e incluso violencia. El sometimiento, la ocultación, la persecución se ha padecido por muchas generaciones, igual que se sigue sufriendo por desgracia en muchos países del mundo.
El espíritu de lucha frente a la injusticia, frente a la desigualdad y la búsqueda de espacios de libertad, han llevado a muchos hombres y mujeres homosexuales a la política. Libertad, igualdad y justicia son tres objetivos prioritarios de las sociedades democráticas y coincide con las necesidades y reivindicaciones vitales de los homosexuales, frente a la asfixia y la ocultación social. Por ello, la democracia ha sido un objetivo decisivo y determinante para quienes han luchado por esta causa.
Vivimos momentos donde se están cuestionando, por quienes nos gobiernan, muchos derechos sociales conseguidos en nuestra joven democracia: el aborto o el derecho a manifestarse, entre otros. El Gobierno de Rajoy puede estar planteándose también, contentar a la parte más radical de la Iglesia y de su partido, dando pasos hacia atrás en la igualdad y en la protección de los derechos de los homosexuales.
Este claro interés por volver a la caverna, puede llevar también a una posible revisión de los derechos de gais y lesbianas. Por si acaso, no debemos bajar la guardia.
No debemos permitir ninguna merma en los derechos sociales, tampoco para los homosexuales. Los derechos no requieren de recursos o fondos, y no deben verse afectados por la crisis. No se puede admitir ningún paso atrás. Quedan muchos que dar hacia delante.
En esta causa hay que reconocer la contribución, entre otros, de Pedro Zerolo, un socialista y político defensor de los derechos de gais y lesbianas en este país. Pedro Zerolo ha sido uno de los grandes impulsores de los avances y cambios legislativos que se produjeron con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, como fue el matrimonio entre homosexuales o el derecho de adopción. Nuestro país ha sido referente para muchos homosexuales de otros países, que han visto esperanza en nuestros avances democráticos. Tenemos que seguir siendo una linterna para crear sociedades justas e igualitarias.
Los derechos sociales son en sí mismos determinantes para la libertad, el bienestar y la felicidad.
Afortunadamente, ya no es noticia que un político o cualquier otra persona se declare gay, tampoco es tabú, y nuestra Constitución defiende el derecho democrático a no sufrir discriminación alguna por razón de sexo.
No obstante, a pesar de los importantes avances que se han producido en los años de democracia, el proceso de normalización de la homosexualidad en nuestro país no ha concluido. Aún son muchas las personas que no asumen de forma abierta su sexualidad, porque sigue habiendo prejuicios sociales, sobre todo en el mundo rural. La homosexualidad sigue estando estigmatizada, si bien es cierto que por minorías intolerantes que no respetan a los demás, y que no tienen asumidos los valores democráticos. Pero esta realidad puede retroceder si no estamos expectantes frente a cualquier intento de revisión o retroceso en derechos, porque ninguno está a salvo de impulsos reaccionarios. Quienes nos dedicamos a la política tenemos una especial responsabilidad en ello. La sociedad, a quien representamos, ha puesto en nuestras manos la defensa de sus derechos. Cuando la política no responde a los intereses generales y no consigue legitimidad y aceptación social es cuando surgen los conflictos.
Somos homosexuales algunos de los que nos dedicamos a la política en las democracias modernas, en partidos progresistas o conservadores, y desempeñando cargos públicos que van desde presidentes de Gobierno, ministros y ministras, alcaldes y alcaldesas, parlamentarios o concejales. Si el porcentaje de la población gay, según los sociólogos, es en torno al 10% de la población, sin disponer de datos oficiales me atrevería a decir que en política puede superarse.
No obstante, es mayoritaria la respetable discreción e incluso el secretismo de la homosexualidad. Esta discreción es una opción libre, porque tampoco es razonable que tengamos que estar publicitando, justificando y pidiendo perdón por nuestro ser y naturaleza. Esta presencia de la homosexualidad en la política creo que obedece a importantes razones vitales. Una de ellas es que el colectivo homosexual ha sufrido siempre y de forma directa la injusticia social, con burlas, ironía e incluso violencia. El sometimiento, la ocultación, la persecución se ha padecido por muchas generaciones, igual que se sigue sufriendo por desgracia en muchos países del mundo.
El espíritu de lucha frente a la injusticia, frente a la desigualdad y la búsqueda de espacios de libertad, han llevado a muchos hombres y mujeres homosexuales a la política. Libertad, igualdad y justicia son tres objetivos prioritarios de las sociedades democráticas y coincide con las necesidades y reivindicaciones vitales de los homosexuales, frente a la asfixia y la ocultación social. Por ello, la democracia ha sido un objetivo decisivo y determinante para quienes han luchado por esta causa.
Vivimos momentos donde se están cuestionando, por quienes nos gobiernan, muchos derechos sociales conseguidos en nuestra joven democracia: el aborto o el derecho a manifestarse, entre otros. El Gobierno de Rajoy puede estar planteándose también, contentar a la parte más radical de la Iglesia y de su partido, dando pasos hacia atrás en la igualdad y en la protección de los derechos de los homosexuales.
Este claro interés por volver a la caverna, puede llevar también a una posible revisión de los derechos de gais y lesbianas. Por si acaso, no debemos bajar la guardia.
No debemos permitir ninguna merma en los derechos sociales, tampoco para los homosexuales. Los derechos no requieren de recursos o fondos, y no deben verse afectados por la crisis. No se puede admitir ningún paso atrás. Quedan muchos que dar hacia delante.
En esta causa hay que reconocer la contribución, entre otros, de Pedro Zerolo, un socialista y político defensor de los derechos de gais y lesbianas en este país. Pedro Zerolo ha sido uno de los grandes impulsores de los avances y cambios legislativos que se produjeron con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, como fue el matrimonio entre homosexuales o el derecho de adopción. Nuestro país ha sido referente para muchos homosexuales de otros países, que han visto esperanza en nuestros avances democráticos. Tenemos que seguir siendo una linterna para crear sociedades justas e igualitarias.
Los derechos sociales son en sí mismos determinantes para la libertad, el bienestar y la felicidad.