Me empujó al armario y cerró la puerta. Podía oír las voces de los niños llamándonos, pero los ignoramos.
Él susurraba: "Echo de menos Hawái. Te echo de menos".
El verano pasado, en el que experimentamos una forma despreocupada de amor, de vida y de unión en la que apenas nos reconocíamos, nos prometimos que no volveríamos a la rutina ni nos olvidaríamos el uno del otro. Mi marido ganó un viaje en su trabajo; ese descanso en el paraíso era una de las primeras veces en nuestros casi 19 años de matrimonio que viajábamos sin niños.
Es fácil hacer promesas cuando tienes estas vistas:
Y es fácil olvidarlas cuando tus vistas son estas:
Es mucho más difícil cumplir las promesas en días en los que te toca hacereldesayuno-hacerlacolada-pagarfacturas-trabajar. Creo que es a lo que suelen llamar monotonía. Esto es lo que puede matar tu matrimonio.
Después de casi dos décadas, mi marido sigue siendo mi persona favorita, y yo la suya (la mayoría de los días). Nos echamos de menos cuando estamos lejos y no nos cansamos de estar juntos (normalmente). Pero también dejamos que se interponga entre nosotros una casa desordenada, una cena incómoda, una discusión por nuestros hijos, una factura con la que no contábamos... En fin, cosas de la vida.
En esos momentos, nuestras promesas susurradas sobre la arena se pierden en mitad de la monotonía de nuestras vidas.
Con todo, nos sigue gustando mantener la llama. Lo veo por la ventana de la cocina cortando el césped, sin camiseta, sudoroso, con hierba y barro en su pecho, y pienso "hmmmm...". O cuando viene del trabajo con la corbata suelta, se sienta y se pone a leer con nuestra hija. Es tan sexy.
Pero luego, se me quema la cena o se vierte la leche, friego los cacharros, recojo el desorden, le pregunto la lección al niño, doblo la ropa y le pido a alguien que eche de comer al perro. Entre tanto, salgo al jardín para regar un poco las plantas y me topo con un olor insoportable que viene de las cañerías. Mi marido sale a comprar algún producto químico que elimine ese olor asqueroso. Yo me quedo bañando a los niños y, para cuando él llega, apenas puedo mantener los ojos abiertos. Mañana me toca más de lo mismo: una clase por aquí, catequesis por allá... de lunes a jueves, la vida se me pasa volando, sin darme tiempo para pensar en ese hombre sexy que corta el césped.
Puedo afirmar que la temperatura en una relación cambia, pues yo he experimentado varias fases: un matrimonio frío, lleno de ignorancia y de tristeza; un matrimonio tibio (quizás el peor), con días vacíos, cargados de afecto inmóvil e intimidad distante.
Hemos pasado por todas las estaciones, desde el desempleo hasta la enfermedad, desde la pena hasta la alegría. Pero, sin duda, nuestra favorita es la estación cálida. Aunque también es la más difícil de mantener.
El matrimonio es algo complejo; hay que esforzarse mucho por mantenerlo a flote. No consiste en llegar y ponerse a sortear las olas de una monogamia apasionada. Hay que llevar a cabo un trabajo diario que implique fidelidad y compromiso para evitar la aburrida rutina. Dicen que se necesitan 21 días o más para crear una rutina. Os animo a probar los siguientes seis hábitos durante el próximo mes, y veréis lo que ocurre.
Estos son los hábitos que nosotros intentamos repetir diariamente:
Tocar a la otra persona todos los días. Haz el esfuerzo consciente de sostener su mano, tocar su pelo, darle un beso largo. Propónte tocarle el brazo cuando le hables, abrázale y llévatelo al vestidor, tócale el culo.
Perdonarse. Quizás la clave de una relación está en el perdón. El matrimonio es la unión de dos personas con fallos y errores. No puedes controlar a tu pareja, pero puedes perdonarla. No hagas una montaña de un grano de arena y nunca cierres la puerta del perdón.
Hacer grandes las cosas pequeñas. El otro día, mi marido me regaló una tarjeta y una cartera nueva, porque sí. Era algo pequeño, pero para mí fue una sorpresa. Fue una señal de que piensa en mí cuando no está conmigo. Los detalles como este, que son muestras de amor, tienen mucha importancia en la pareja.
No dejar de pensar en la otra persona. Seamos honestos: vivimos en un mundo en el que es fácil dejarse influenciar por elementos externos. Hay muchas formas de obtener satisfacción fuera de la pareja: desde la chica mona de la oficina o de las revistas, hasta el chico guapo y romántico de la novela que estás leyendo o de la película que estáis viendo. El deseo se quema con una segunda mirada. Pero, si los pensamientos sobre nuestra pareja inundan nuestra mente, el matrimonio no solo será apasionado, sino que también será sagrado.
Irse a la cama a la vez. Aunque no sea posible hacerlo todas las noches, este hábito es importante, porque es un momento tranquilo para conectar. El teléfono puede ser un buen sustituto si tenéis que pasar la noche separados. Una separación continua no es sana, ni para el matrimonio ni para la familia, y puede provocar el caos en vuestra casa.
Decirse piropos. Puede parecer algo tonto, pero, aunque 500 personas me digan que les gusta mi nuevo corte de pelo, ninguno de los cumplidos significará tanto para mí como el de mi marido. Es increíble cuando me mira y veo la atracción en sus ojos. El otro día, cuando estábamos de compras, cogí una camiseta verde y le dije: "Te quedaría genial". Mi hija intentó convencerle para que se llevara la roja, pero él le dijo: "No, a mamá le gusta la verde". La influencia que tienes sobre tu pareja es impresionante. Utilízala bien.
Algunos días lo hacemos bien y otros, nos equivocamos. Pero, ante todo, nunca nos rendimos.
Traducción de Marina Velasco Serrano
Él susurraba: "Echo de menos Hawái. Te echo de menos".
El verano pasado, en el que experimentamos una forma despreocupada de amor, de vida y de unión en la que apenas nos reconocíamos, nos prometimos que no volveríamos a la rutina ni nos olvidaríamos el uno del otro. Mi marido ganó un viaje en su trabajo; ese descanso en el paraíso era una de las primeras veces en nuestros casi 19 años de matrimonio que viajábamos sin niños.
Es fácil hacer promesas cuando tienes estas vistas:
Y es fácil olvidarlas cuando tus vistas son estas:
Es mucho más difícil cumplir las promesas en días en los que te toca hacereldesayuno-hacerlacolada-pagarfacturas-trabajar. Creo que es a lo que suelen llamar monotonía. Esto es lo que puede matar tu matrimonio.
Después de casi dos décadas, mi marido sigue siendo mi persona favorita, y yo la suya (la mayoría de los días). Nos echamos de menos cuando estamos lejos y no nos cansamos de estar juntos (normalmente). Pero también dejamos que se interponga entre nosotros una casa desordenada, una cena incómoda, una discusión por nuestros hijos, una factura con la que no contábamos... En fin, cosas de la vida.
En esos momentos, nuestras promesas susurradas sobre la arena se pierden en mitad de la monotonía de nuestras vidas.
Con todo, nos sigue gustando mantener la llama. Lo veo por la ventana de la cocina cortando el césped, sin camiseta, sudoroso, con hierba y barro en su pecho, y pienso "hmmmm...". O cuando viene del trabajo con la corbata suelta, se sienta y se pone a leer con nuestra hija. Es tan sexy.
Pero luego, se me quema la cena o se vierte la leche, friego los cacharros, recojo el desorden, le pregunto la lección al niño, doblo la ropa y le pido a alguien que eche de comer al perro. Entre tanto, salgo al jardín para regar un poco las plantas y me topo con un olor insoportable que viene de las cañerías. Mi marido sale a comprar algún producto químico que elimine ese olor asqueroso. Yo me quedo bañando a los niños y, para cuando él llega, apenas puedo mantener los ojos abiertos. Mañana me toca más de lo mismo: una clase por aquí, catequesis por allá... de lunes a jueves, la vida se me pasa volando, sin darme tiempo para pensar en ese hombre sexy que corta el césped.
Puedo afirmar que la temperatura en una relación cambia, pues yo he experimentado varias fases: un matrimonio frío, lleno de ignorancia y de tristeza; un matrimonio tibio (quizás el peor), con días vacíos, cargados de afecto inmóvil e intimidad distante.
Hemos pasado por todas las estaciones, desde el desempleo hasta la enfermedad, desde la pena hasta la alegría. Pero, sin duda, nuestra favorita es la estación cálida. Aunque también es la más difícil de mantener.
El matrimonio es algo complejo; hay que esforzarse mucho por mantenerlo a flote. No consiste en llegar y ponerse a sortear las olas de una monogamia apasionada. Hay que llevar a cabo un trabajo diario que implique fidelidad y compromiso para evitar la aburrida rutina. Dicen que se necesitan 21 días o más para crear una rutina. Os animo a probar los siguientes seis hábitos durante el próximo mes, y veréis lo que ocurre.
Estos son los hábitos que nosotros intentamos repetir diariamente:
Tocar a la otra persona todos los días. Haz el esfuerzo consciente de sostener su mano, tocar su pelo, darle un beso largo. Propónte tocarle el brazo cuando le hables, abrázale y llévatelo al vestidor, tócale el culo.
Perdonarse. Quizás la clave de una relación está en el perdón. El matrimonio es la unión de dos personas con fallos y errores. No puedes controlar a tu pareja, pero puedes perdonarla. No hagas una montaña de un grano de arena y nunca cierres la puerta del perdón.
Hacer grandes las cosas pequeñas. El otro día, mi marido me regaló una tarjeta y una cartera nueva, porque sí. Era algo pequeño, pero para mí fue una sorpresa. Fue una señal de que piensa en mí cuando no está conmigo. Los detalles como este, que son muestras de amor, tienen mucha importancia en la pareja.
No dejar de pensar en la otra persona. Seamos honestos: vivimos en un mundo en el que es fácil dejarse influenciar por elementos externos. Hay muchas formas de obtener satisfacción fuera de la pareja: desde la chica mona de la oficina o de las revistas, hasta el chico guapo y romántico de la novela que estás leyendo o de la película que estáis viendo. El deseo se quema con una segunda mirada. Pero, si los pensamientos sobre nuestra pareja inundan nuestra mente, el matrimonio no solo será apasionado, sino que también será sagrado.
Irse a la cama a la vez. Aunque no sea posible hacerlo todas las noches, este hábito es importante, porque es un momento tranquilo para conectar. El teléfono puede ser un buen sustituto si tenéis que pasar la noche separados. Una separación continua no es sana, ni para el matrimonio ni para la familia, y puede provocar el caos en vuestra casa.
Decirse piropos. Puede parecer algo tonto, pero, aunque 500 personas me digan que les gusta mi nuevo corte de pelo, ninguno de los cumplidos significará tanto para mí como el de mi marido. Es increíble cuando me mira y veo la atracción en sus ojos. El otro día, cuando estábamos de compras, cogí una camiseta verde y le dije: "Te quedaría genial". Mi hija intentó convencerle para que se llevara la roja, pero él le dijo: "No, a mamá le gusta la verde". La influencia que tienes sobre tu pareja es impresionante. Utilízala bien.
Algunos días lo hacemos bien y otros, nos equivocamos. Pero, ante todo, nunca nos rendimos.
Traducción de Marina Velasco Serrano
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