El debate sobre si la recuperación económica estadounidense es más rápida que la europea porque su Banco Central ha inyectado más dinero en la economía lleva tiempo en escena. Dado que sacar conclusiones rápidas suele llevar a errores de valoración, es necesario analizar sus correspondientes políticas monetarias por separado.
Muchos economistas recomiendan seguir inundando de dinero la economía porque fomenta el crecimiento, y éstos mismos suelen defender además que como contrapartida solo tiene que provoca algo de inflación. Por ahora vamos bien pues ambos Bancos Centrales lo han hecho durante la crisis. Pero esa recomendación requiere de una revisión y para ello debemos tener en cuenta varios temas: las últimas inyecciones de liquidez ya ha quedado demostrado que no circulan por la economía real, que es el principal objetivo que perseguían. En España por ejemplo, este dinero se atesora en sectores concretos -banca, Estado, constructoras-, y no circula. Esa manguera que pretende regar la economía productiva no lo está consiguiendo: más de un billón y medio de euros inyectados a la economía en Europa desde 2007 para generar crecimiento del PIB negativo y un leve crecimiento más tarde.
El caso de España y Europa en general es peor que el estadounidense, pues la barra libre de dinero del BCE se ha malgastado en infraestructura inútil, más gasto político, más burocracia y más Estado acaparador de recursos, pensando siempre en mantener el gasto -derroche- público, y no en cómo conseguir incrementar los ingresos (el hecho de haber intentado más de 30 subidas fiscales en los últimos dos años no quiere decir que hayan estudiado bien cómo conseguirlo). A las pruebas me remito. Nuestro sobredimensionado estado del bienestar está abocado a la quiebra. Tomar más copas para olvidar que uno es alcohólico no parece la solución. Porque, estimado lector, ¿qué haría usted si debiera aproximadamente lo que ingresa en un año y además cada mes gastara más de lo que ingresara? Es por su respuesta por la que defiendo la austeridad -en su justa medida- para salir de la crisis. Estamos viviendo una gran oportunidad para realizar una purga de lo ineficiente, de lo improductivo, y de aprovechar la crisis para salir fortalecidos tras una correcta reasignación de recursos. O perdemos peso -tamaño- o el globo -país- no despega. Además, debemos recordar que lo que genera riqueza es la inversión productiva, tanto la pública como la privada, así que cada euro desperdiciado es una oportunidad perdida.
Sigamos analizando diferencias existentes entre ambos lados del atlántico. El gasto público por unidad de PIB es el doble en Europa, alcanzando un 50%. En Europa tenemos un Estado del Bienestar envidiable, pero a este ritmo me temo que nuestros hijos no van a poder decir lo mismo cuando reciban la factura. No sé si, como decía The Economist, "The party is over", pero sí puedo asegurar que la fiesta la hemos y seguimos financiando, y que como toda deuda, tiene que ser pagada. En Europa vivimos por encima de nuestras posibilidades, por eso el nivel de endeudamiento público es tan alarmante, ya que además de deber mucho los gastos corrientes superan a los ingresos. Ante esto ¿qué?, patada hacia delante y a criticar la austeridad y reclamar nuestro legítimo derecho a vivir endeudados. Verán como para ello sí que se consigue la mayoría necesaria en el parlamento para reformar nuestra Constitución.
Por otro lado, el dólar se utiliza en el 75% de las transacciones a nivel mundial. Es decir el dólar es utilizado en el mundo entero, así que cuando EEUU imprime el efecto inflación es exportado -amortiguado- por el mundo entero, mientras en Europa se queda en casa.
Sigamos. En poco más de 4 años el balance del BCE se ha duplicado. Tanto el balance de la FED como del BCE superan los 3 billones de dólares. Ambos Bancos Centrales han realizado agresivas expansiones monetarias durante la crisis. Eso sí, la del BCE ha ido directamente a financiar gasto público y deuda pública. ¿Deuda pública? Pero, ¿no se había inyectado liquidez a los bancos? Sí, se inyecta a los bancos para rescatarlos y que estos compren deuda pública, y no para que financien proyectos empresariales y se cree riqueza. Por eso no fluye el crédito, porque no existe demanda solvente de crédito en el sector privado y porque el Estado acapara los recursos financieros disponibles -el famoso crowding out-.
Y aquí, hay que reconocer que si esas inyecciones de capital, no fueran a manos del Estado derrochador y lo hicieran directamente a financiar inversiones productivas generadoras de riqueza, sí que podrían ser beneficiosas estas medidas. Bueno, siempre y cuando esas inversiones generen más riqueza de la que sustrae la inflación provocada y el sostenimiento de un sistema con incentivos perversos. Cuando el Estado -sobre endeudado- emite más deuda, parece lógico que no encuentre quién se la financie. Por eso es tan peligrosa la financiación de los Bancos Centrales, que abren el grifo de liquidez que va directa a financiar la desmesurada deuda del Estado.
Este sistema no casa con el sentido común, a una empresa con gastos recurrentes muy superiores a sus ingresos y con un endeudamiento tan elevado nunca se le financiaría. Las inyecciones de liquidez solo sirven para alterar valores -subidas de la bolsa injustificadas, aumento del precio de las materias primas, aumento de la inversión en bonos basura por la caída de los bonos estatales-, mantener modelos ineficientes -estados hipertrofiados, empresas subvencionadas-, devolver la deuda con más deuda y, para darte cuenta que tras doblar tu deuda ni estás creando empleo, ni aumentando los ingresos. Y en esta alteración de valores es donde descansa la maldad de estas políticas, ya que pueden generar un caudal de malas inversiones en cadena. Si el sector inmobiliario sube (como en EEUU) porque la FED compra deuda del sector y sigue sosteniendo a Freddie y Fannie, por poner un ejemplo, es dinero que no va a otros sectores de la economía y por tanto no se produce una reasignación eficiente de los recursos disponibles. Esto es lo que se conoce como alteraciones en la estructura de precios relativos (no hay inflación, pero sí se alteran unos precios en comparación con otros). El problema de la misma es que puede resultar altamente insostenible en el tiempo al no estar respaldada por ahorro real en dicho plazo. Distorsiones que se expanden por toda la economía contagiándola y haciéndola, a la larga, reventar. ¿Les suena? Es lo mismo que ocurrió con la burbuja inmobiliaria.
Pero es que quien tiene el pie sobre el pedal de freno no es quien paga la factura. Si no, ya habríamos parado a repensar el modelo hace tiempo. Así que parece inevitable conseguir un incremento de la financiación privada, atraer capital y quitar obstáculos -burocracia, falta de seguridad jurídica- del camino. Necesitamos que España -y Europa- sean destinos rentables para el capital, y no el paraíso del estado del bienestar y donde todo el mundo quiere jubilarse. Lo hemos hecho todo al revés, primero se genera riqueza, y luego se vive bien. Aquí, primero se define un Estado del bienestar envidiable, y luego se piensa en cómo generar riqueza para pagarlo. En Europa vivimos bien porque no pagamos las facturas, no nos engañemos. Esta situación no es sostenible y cuando antes lo reconozcamos mejor. Sobre todo si queremos que perdure el modelo hasta próximas generaciones, debemos redefinirlo. Y lo más importante es recordar que las inyecciones de capital las financiamos los contribuyentes.
Cuando se emite DEUDA, quiere decir que tiene que ser devuelta, de ahí su nombre. No se emite ningún REGALO, así que cuando el Gobierno dice orgulloso que la deuda se coloca con éxito como escuchamos a menudo, significa que debemos más. Deberíamos celebrar que el tesoro no necesita tanta financiación, que no paga intereses con más deuda y que es capaz de pagar con sus ingresos el gasto corriente, pero no es así. Las barras libres y el despilfarro están bien, y quién las organiza puede disfrutar de una noche maravillosa si se apunta pero... muy a su pesar, al día siguiente, cuando se levante con resaca... le tocará pagar la factura. Lo malo en este caso es que quien paga la factura, no decide qué ni cuánto tomar.
Muchos economistas recomiendan seguir inundando de dinero la economía porque fomenta el crecimiento, y éstos mismos suelen defender además que como contrapartida solo tiene que provoca algo de inflación. Por ahora vamos bien pues ambos Bancos Centrales lo han hecho durante la crisis. Pero esa recomendación requiere de una revisión y para ello debemos tener en cuenta varios temas: las últimas inyecciones de liquidez ya ha quedado demostrado que no circulan por la economía real, que es el principal objetivo que perseguían. En España por ejemplo, este dinero se atesora en sectores concretos -banca, Estado, constructoras-, y no circula. Esa manguera que pretende regar la economía productiva no lo está consiguiendo: más de un billón y medio de euros inyectados a la economía en Europa desde 2007 para generar crecimiento del PIB negativo y un leve crecimiento más tarde.
El caso de España y Europa en general es peor que el estadounidense, pues la barra libre de dinero del BCE se ha malgastado en infraestructura inútil, más gasto político, más burocracia y más Estado acaparador de recursos, pensando siempre en mantener el gasto -derroche- público, y no en cómo conseguir incrementar los ingresos (el hecho de haber intentado más de 30 subidas fiscales en los últimos dos años no quiere decir que hayan estudiado bien cómo conseguirlo). A las pruebas me remito. Nuestro sobredimensionado estado del bienestar está abocado a la quiebra. Tomar más copas para olvidar que uno es alcohólico no parece la solución. Porque, estimado lector, ¿qué haría usted si debiera aproximadamente lo que ingresa en un año y además cada mes gastara más de lo que ingresara? Es por su respuesta por la que defiendo la austeridad -en su justa medida- para salir de la crisis. Estamos viviendo una gran oportunidad para realizar una purga de lo ineficiente, de lo improductivo, y de aprovechar la crisis para salir fortalecidos tras una correcta reasignación de recursos. O perdemos peso -tamaño- o el globo -país- no despega. Además, debemos recordar que lo que genera riqueza es la inversión productiva, tanto la pública como la privada, así que cada euro desperdiciado es una oportunidad perdida.
Sigamos analizando diferencias existentes entre ambos lados del atlántico. El gasto público por unidad de PIB es el doble en Europa, alcanzando un 50%. En Europa tenemos un Estado del Bienestar envidiable, pero a este ritmo me temo que nuestros hijos no van a poder decir lo mismo cuando reciban la factura. No sé si, como decía The Economist, "The party is over", pero sí puedo asegurar que la fiesta la hemos y seguimos financiando, y que como toda deuda, tiene que ser pagada. En Europa vivimos por encima de nuestras posibilidades, por eso el nivel de endeudamiento público es tan alarmante, ya que además de deber mucho los gastos corrientes superan a los ingresos. Ante esto ¿qué?, patada hacia delante y a criticar la austeridad y reclamar nuestro legítimo derecho a vivir endeudados. Verán como para ello sí que se consigue la mayoría necesaria en el parlamento para reformar nuestra Constitución.
Por otro lado, el dólar se utiliza en el 75% de las transacciones a nivel mundial. Es decir el dólar es utilizado en el mundo entero, así que cuando EEUU imprime el efecto inflación es exportado -amortiguado- por el mundo entero, mientras en Europa se queda en casa.
Sigamos. En poco más de 4 años el balance del BCE se ha duplicado. Tanto el balance de la FED como del BCE superan los 3 billones de dólares. Ambos Bancos Centrales han realizado agresivas expansiones monetarias durante la crisis. Eso sí, la del BCE ha ido directamente a financiar gasto público y deuda pública. ¿Deuda pública? Pero, ¿no se había inyectado liquidez a los bancos? Sí, se inyecta a los bancos para rescatarlos y que estos compren deuda pública, y no para que financien proyectos empresariales y se cree riqueza. Por eso no fluye el crédito, porque no existe demanda solvente de crédito en el sector privado y porque el Estado acapara los recursos financieros disponibles -el famoso crowding out-.
Y aquí, hay que reconocer que si esas inyecciones de capital, no fueran a manos del Estado derrochador y lo hicieran directamente a financiar inversiones productivas generadoras de riqueza, sí que podrían ser beneficiosas estas medidas. Bueno, siempre y cuando esas inversiones generen más riqueza de la que sustrae la inflación provocada y el sostenimiento de un sistema con incentivos perversos. Cuando el Estado -sobre endeudado- emite más deuda, parece lógico que no encuentre quién se la financie. Por eso es tan peligrosa la financiación de los Bancos Centrales, que abren el grifo de liquidez que va directa a financiar la desmesurada deuda del Estado.
Este sistema no casa con el sentido común, a una empresa con gastos recurrentes muy superiores a sus ingresos y con un endeudamiento tan elevado nunca se le financiaría. Las inyecciones de liquidez solo sirven para alterar valores -subidas de la bolsa injustificadas, aumento del precio de las materias primas, aumento de la inversión en bonos basura por la caída de los bonos estatales-, mantener modelos ineficientes -estados hipertrofiados, empresas subvencionadas-, devolver la deuda con más deuda y, para darte cuenta que tras doblar tu deuda ni estás creando empleo, ni aumentando los ingresos. Y en esta alteración de valores es donde descansa la maldad de estas políticas, ya que pueden generar un caudal de malas inversiones en cadena. Si el sector inmobiliario sube (como en EEUU) porque la FED compra deuda del sector y sigue sosteniendo a Freddie y Fannie, por poner un ejemplo, es dinero que no va a otros sectores de la economía y por tanto no se produce una reasignación eficiente de los recursos disponibles. Esto es lo que se conoce como alteraciones en la estructura de precios relativos (no hay inflación, pero sí se alteran unos precios en comparación con otros). El problema de la misma es que puede resultar altamente insostenible en el tiempo al no estar respaldada por ahorro real en dicho plazo. Distorsiones que se expanden por toda la economía contagiándola y haciéndola, a la larga, reventar. ¿Les suena? Es lo mismo que ocurrió con la burbuja inmobiliaria.
Pero es que quien tiene el pie sobre el pedal de freno no es quien paga la factura. Si no, ya habríamos parado a repensar el modelo hace tiempo. Así que parece inevitable conseguir un incremento de la financiación privada, atraer capital y quitar obstáculos -burocracia, falta de seguridad jurídica- del camino. Necesitamos que España -y Europa- sean destinos rentables para el capital, y no el paraíso del estado del bienestar y donde todo el mundo quiere jubilarse. Lo hemos hecho todo al revés, primero se genera riqueza, y luego se vive bien. Aquí, primero se define un Estado del bienestar envidiable, y luego se piensa en cómo generar riqueza para pagarlo. En Europa vivimos bien porque no pagamos las facturas, no nos engañemos. Esta situación no es sostenible y cuando antes lo reconozcamos mejor. Sobre todo si queremos que perdure el modelo hasta próximas generaciones, debemos redefinirlo. Y lo más importante es recordar que las inyecciones de capital las financiamos los contribuyentes.
Cuando se emite DEUDA, quiere decir que tiene que ser devuelta, de ahí su nombre. No se emite ningún REGALO, así que cuando el Gobierno dice orgulloso que la deuda se coloca con éxito como escuchamos a menudo, significa que debemos más. Deberíamos celebrar que el tesoro no necesita tanta financiación, que no paga intereses con más deuda y que es capaz de pagar con sus ingresos el gasto corriente, pero no es así. Las barras libres y el despilfarro están bien, y quién las organiza puede disfrutar de una noche maravillosa si se apunta pero... muy a su pesar, al día siguiente, cuando se levante con resaca... le tocará pagar la factura. Lo malo en este caso es que quien paga la factura, no decide qué ni cuánto tomar.