En el inicio de 2014 se han intensificado
algunas de las tendencias observadas
en la parte final de 2013. Por un lado,
la mejora de las perspectivas sobre el
Área euro en su conjunto, en esta ocasión
gracias a los países de la periferia.
El saldo de los indicadores, por encima
de lo esperado y que confirman que el
final de la caída del PIB quedó atrás,
han sido capitalizados por los mercados
financieros, tanto los de renta fija
como los de renta variable.
En el primero, las primas por riesgo
han caído de forma intensa y, dado que
coexisten con una notable estabilidad de
la curva alemana (a pesar el inicio del
tapering de la Fed), los tipos de interés se
han reducido hasta mínimos. En el caso
del Tesoro español, las rentabilidades de
la deuda se han situado en mínimos históricos,
lo que sin duda tiene un efecto
positivo sobre el coste financiero y, por
tanto, sobre el esfuerzo que se debe hacer
para la reducción del déficit público
en este 2014. Porque conviene recordar
que aunque la economía española haya
podido entrar en una fase de avance de
su PIB, se producirá a una tasa reducida
(inferior al 1,0%), insuficiente para reducir
automáticamente el todavía excesivo
desequilibrio entre ingresos y
gastos públicos. Y con un ratio de deuda/
PIB en la zona del 100% el margen
temporal para regresar a un déficit del
3% se acorta.
La mejora de la percepción de los
países periféricos (no sólo de España,
sino también de Portugal, Irlanda e Italia
y, en menor medida, Grecia) contrasta
con las señales procedentes desde los
países emergentes. La pérdida de dinamismo
en su crecimiento es clara, así
como la incapacidad de reactivación vía
demanda interna (al menos, sin generar
desequilibrios). El foco de atención sigue
siendo China. La desaceleración cíclica
y la inestabilidad financiera de
esta economía han sido algunos de los
principales centros de preocupación de los mercados financieros en 2013 y seguirán siendo
riesgos para la recuperación mundial en 2014.
El último
registro de PIB (+7,7% interanual en 4T13)
vuelve a confirmar la tendencia esperada de gradual
desaceleración de la economía, a pesar de la
ausencia de señales claras de recomposición y cambio
de su esquema de crecimiento. Y es que en el
conjunto del año, el elevado peso de la inversión y
del crédito ha seguido siendo la clave. De hecho, la
inversión como porcentaje de PIB pasó del 47,0% al
54,4% en el último año, al mismo tiempo que el
consumo se redujo cinco puntos porcentuales hasta
representar el 50% de la economía china. En nuestra
opinión, mientras la estrategia de crecimiento
siga siendo tan dependiente de este componente,
los desequilibrios económicos de China seguirán estando
muy presentes. Hoy día, una de las principales
preocupaciones es el rápido crecimiento de la
deuda a consecuencia del elevado recurso al crédito,
con un volumen significativo del mismo canalizado
a través del sistema bancario en la sombra. A
finales de 2013, el endeudamiento total de China se
situó por encima del 200% del PIB, tras una década
de estabilidad en niveles próximos al 130%.
Este artículo se publicó originalmente en la revista 'Empresa Global.'