El futuro es nuestro si sabemos construirlo. Tenemos todos los ingredientes: una población joven, educada y conectada; nuevos sistemas de organización que combinan la toma de decisiones participativa con un liderazgo meritocrático; plataformas tecnológicas accesibles para conspirar en público, pero también en privado (NSA free); recursos materiales suficientes y fuentes de energía sostenibles.
Es ahora, en medio de la crisis general, cuando tiene más sentido preguntarse en qué mundo nos gustaría vivir. A alguien, quizás, le gustaría volver al pasado, pero ya sabemos que nuestro presente se gestó en ese pasado glorioso y que volvería a hacerlo de nuevo. Estas son algunas de las direcciones en las que --al menos a mí-- me gustaría contribuir:
Más planetario que global. El planeta es uno, la especie humana también, los problemas que tenemos con aquel son los mismos que tenemos entre nosotros. Los países son una convención, cada año hay altas y bajas en la lista oficial.
Más ciudadano que político o comercial. Los ciudadanos tenemos derecho a saber y la capacidad para interpretar, organizarnos y actuar. A escala local y a escala planetaria. Por supuesto, nos harán falta instituciones políticas y empresas; por supuesto, al servicio y en diálogo con los ciudadanos, y bajo su control.
Generador de abundancia y responsable con la escasez. Podemos acelerar de manera extraordinaria la capacidad de aprovechar los recursos naturales si compartimos el conocimiento sobre cómo hacerlo. El objetivo es generar abundancia colectiva, autosuficiencia comunitaria y autonomía personal.
Más basado en derechos que en privilegios. Un mundo más simple, más transparente, más equitativo. Un sistema público orientado al apoyo más que al control de prestaciones de excepción. Renta básica universal en el horizonte.
Que reconozca la contribución por encima de la acumulación. Necesitamos siempre líderes sociales que practiquen los valores que queremos vivir. Escojámoslos entre aquellos que destaquen por su contribución a lo abierto, aquello que está disponible para todos, sin perdón ni permiso.
Más amable y menos violento. Podemos erradicar muchas de las causas objetivas de la violencia. Podemos también universalizar la educación emocional, aprender a gestionar conflictos, a meditar.
Más fluído, sin promesas lineales ni golpes cíclicos. Más conversaciones, más diálogos, más ajustes continuos mutuos de acuerdo con una retroalimentación permanente. Huyamos de las ilusiones del desarrollo lineal que llevan inexorablemente a la cíclica decepción.
Más europeo que eurocentrista. A medio plazo es imposible mantener el poder sin pujanza demográfica y económica. ¿Podemos ganar en influencia?
--
Este artículo se publicó originalmente en 'Yorokobu'.
Es ahora, en medio de la crisis general, cuando tiene más sentido preguntarse en qué mundo nos gustaría vivir. A alguien, quizás, le gustaría volver al pasado, pero ya sabemos que nuestro presente se gestó en ese pasado glorioso y que volvería a hacerlo de nuevo. Estas son algunas de las direcciones en las que --al menos a mí-- me gustaría contribuir:
Más planetario que global. El planeta es uno, la especie humana también, los problemas que tenemos con aquel son los mismos que tenemos entre nosotros. Los países son una convención, cada año hay altas y bajas en la lista oficial.
Más ciudadano que político o comercial. Los ciudadanos tenemos derecho a saber y la capacidad para interpretar, organizarnos y actuar. A escala local y a escala planetaria. Por supuesto, nos harán falta instituciones políticas y empresas; por supuesto, al servicio y en diálogo con los ciudadanos, y bajo su control.
Generador de abundancia y responsable con la escasez. Podemos acelerar de manera extraordinaria la capacidad de aprovechar los recursos naturales si compartimos el conocimiento sobre cómo hacerlo. El objetivo es generar abundancia colectiva, autosuficiencia comunitaria y autonomía personal.
Más basado en derechos que en privilegios. Un mundo más simple, más transparente, más equitativo. Un sistema público orientado al apoyo más que al control de prestaciones de excepción. Renta básica universal en el horizonte.
Que reconozca la contribución por encima de la acumulación. Necesitamos siempre líderes sociales que practiquen los valores que queremos vivir. Escojámoslos entre aquellos que destaquen por su contribución a lo abierto, aquello que está disponible para todos, sin perdón ni permiso.
Más amable y menos violento. Podemos erradicar muchas de las causas objetivas de la violencia. Podemos también universalizar la educación emocional, aprender a gestionar conflictos, a meditar.
Más fluído, sin promesas lineales ni golpes cíclicos. Más conversaciones, más diálogos, más ajustes continuos mutuos de acuerdo con una retroalimentación permanente. Huyamos de las ilusiones del desarrollo lineal que llevan inexorablemente a la cíclica decepción.
Más europeo que eurocentrista. A medio plazo es imposible mantener el poder sin pujanza demográfica y económica. ¿Podemos ganar en influencia?
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Este artículo se publicó originalmente en 'Yorokobu'.