Este artículo es un extracto del discurso de presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en la conferencia internacional Proyecto Europa, organizada por el Instituto Berggruen para la Gobernanza (BIG) y celebrada en Madrid el 27 y 28 de febrero. La intervención completa puede consultarse en la web de La Moncloa.
A la sombra de la pasada crisis económica algunos están alimentando el desapego hacia el proyecto europeo de manera, no sólo injusta, sino temeraria.
Hoy nos enfrentamos a una crisis de confianza de los ciudadanos en la Unión que tiene manifestaciones muy inquietantes. Podemos pensar que se trata todavía de una minoría, sí, pero es una minoría que crece cada día.
Como con la existencia del euro, el antieuropeísmo y la demagogia pretenden poner en cuestión principios básicos de la Unión Europea. Hoy lo estamos viendo con la libertad de circulación, otro de los pilares básicos de nuestra integración.
Si pusimos todos nuestros esfuerzos en salvar el euro, tenemos que estar dispuestos a salvaguardar con la misma convicción la libre circulación, que es la savia del mercado único y, por lo tanto, de nuestra prosperidad. Lo diré con claridad: la libre circulación de personas tiene la misma importancia que la de servicios, capitales y mercancías, y constituye un pilar básico de la Unión.
Y ante cuestiones primordiales como ésta, que forman parte de la esencia de la construcción europea, todos debemos ser consecuentes y defenderlas con firmeza y convicción. En este sentido, las elecciones europeas serán todo un reto para el europeísmo.
Las próximas elecciones serán, efectivamente, determinantes para el futuro de Europa y nos jugamos mucho. Y es mi deseo, y creo que así lo compartimos en este foro, que el resultado de las elecciones asegure la gobernabilidad de Europa. Para ello, es importante que en el próximo Parlamento Europeo alcancen una mayoría sólida las fuerzas que creen en la integración europea; fuerzas políticas que apuesten por la unidad de todos los europeos como pilar para nuestra prosperidad y cuya acción política aspira a una mayor solidaridad entre europeos y no a la disgregación, a la división o a levantar fronteras.
Para garantizar el crecimiento y el empleo debemos seguir avanzando en el camino de la integración, y yo confío en que sabremos convencer a los ciudadanos para que distingan entre la realidad que estamos construyendo entre todos, con dificultades sí, pero con resultados tangibles, frente a los espejismos que algunos pretenden hacernos creer.
Las fuerzas euroescépticas, disgregadoras y antieuropeas están al acecho para minar nuestro proyecto común y dinamitarlo desde dentro, porque son incapaces de construir y se basan sólo en alimentar la desconfianza. Frente a ellos, debemos poner todo nuestro esfuerzo en explicar esta realidad a los ciudadanos e implicarles más. Yo, desde luego, desde aquí me comprometo a ello.
La elección de candidatos electorales a la Presidencia de la Comisión por parte de los partidos políticos europeos es una buena noticia que va en la buena dirección, para que los ciudadanos sean cada vez más partícipes en el debate europeo, porque, más allá de la necesidad de continuar el proceso de integración en el que estamos inmersos, después del 25 de mayo Europa deberá tomar decisiones transcendentales para el futuro. En mi opinión, son las siguientes:
- Primera, necesitamos un Mercado Interior plenamente eficaz e integrado, que permita, tanto la europeización de nuestras Pymes, como su internacionalización. Para ello será imprescindible una política energética integrada, que asegure plenamente la interconexión del continente y que haga una apuesta firme por las nuevas formas de energía, además de desarrollar un entorno regulador simple y eficaz para nuestras empresas.
- Segunda, necesitamos una Unión Europea sin fronteras interiores, que gestione las fronteras de la Unión de manera integrada y solidaria. Es decir, una verdadera política de inmigración europea, más eficaz y más solidaria con los países que conformamos su frontera exterior, con más medios europeos y con una dimensión exterior que aúne el diálogo con los países de origen y tránsito, y la cooperación al desarrollo para contribuir a la construcción de un espacio de prosperidad compartido con nuestros vecinos. No se trata de hacer de Europa una fortaleza. Hoy resulta necesario atajar el problema en su raíz: la emigración debe ser una opción y no una obligación para subsistir. Y la inmigración irregular que se produce en un determinado punto geográfico de la Unión, sea al norte o al sur, no es un problema ni un desafío localizado en un punto geográfico, sino un problema integral de la Unión Europea. El irregular no sólo entra en España o en Italia, sino que al hacerlo en ese punto exacto de la frontera lo está haciendo en el conjunto de la Unión. Por ello, una visión integrada y solidaria de la política de inmigración es un imperativo para la Unión Europea del siglo XXI. Yo a este asunto le doy una importancia capital. Los temas económicos son muy importantes, pero este asunto creo que, además de tener también una trascendencia desde el punto de vista económico, lo es más de manera sustantiva.
- Tercera, necesitamos desarrollar todo el potencial que la política comercial común nos ofrece y que debe servir para reforzar el liderazgo comercial de la Unión Europea en el mundo. El Acuerdo de Libre Comercio e Inversiones con los Estados Unidos de América es una oportunidad que no podemos dejar pasar y que supondrá una garantía de crecimiento económico extraordinario para ambos. Lo mismo es aplicable en las relaciones entre la Unión Europea y América Latina. Un ambicioso acuerdo de asociación con MERCOSUR, o con los miembros de esta organización que estén dispuestos a ello, impulsaría, sin duda, el crecimiento de ambas orillas del Atlántico. España está dispuesta a apoyarlo, sin duda.
- Cuarta, necesitamos que la Unión Europea siga liderando la lucha contra el cambio climático y que ésta involucre plenamente a nuestras empresas, para que puedan explotar todas las posibilidades que una transición realista hacia una economía baja en emisiones de carbono supone, tanto para reforzar el Mercado Interior, como para robustecer a nuestra industria en el mundo.
- Quinta, necesitamos acompañar nuestra mayor integración con mecanismos de control democrático que doten de la imprescindible legitimidad al ejercicio de las importantes competencias que estamos transfiriendo a las instituciones europeas. En otras palabras, el camino hacia la Unión Bancaria, la Unión Fiscal y la Unión Económica debe ir acompañado por avances en la Unión Política, y por reformas que hagan nuestras instituciones más rápidas y eficaces.
- Finalmente, necesitamos una Unión Europea comprometida con el importantísimo papel que debe jugar como actor relevante en la escena internacional. Los recientes acontecimientos, por ejemplo, en Ucrania así lo demuestran.
Europa no puede, bajo ningún concepto, conformarse con un papel secundario en la escena internacional del siglo XXI. Debe desplegar una acción exterior ambiciosa, coherente con sus objetivos y principios fundamentales; una acción exterior que impulse nuestra presencia en el mundo, defienda nuestros intereses y también proyecte nuestros valores, porque Europa, no debemos olvidarlo tampoco, es una comunidad de valores.
Europa debe asumir necesariamente un papel de fuerte liderazgo internacional; debe constituirse en un actor clave, con voz y voto determinantes en la efectiva resolución de los múltiples conflictos que marcan a la sociedad internacional actual.
Este artículo se publicó también en inglés en The World Post, la sección internacional de The Huffington Post y el Instituto Berggruen.
A la sombra de la pasada crisis económica algunos están alimentando el desapego hacia el proyecto europeo de manera, no sólo injusta, sino temeraria.
Hoy nos enfrentamos a una crisis de confianza de los ciudadanos en la Unión que tiene manifestaciones muy inquietantes. Podemos pensar que se trata todavía de una minoría, sí, pero es una minoría que crece cada día.
Como con la existencia del euro, el antieuropeísmo y la demagogia pretenden poner en cuestión principios básicos de la Unión Europea. Hoy lo estamos viendo con la libertad de circulación, otro de los pilares básicos de nuestra integración.
Si pusimos todos nuestros esfuerzos en salvar el euro, tenemos que estar dispuestos a salvaguardar con la misma convicción la libre circulación, que es la savia del mercado único y, por lo tanto, de nuestra prosperidad. Lo diré con claridad: la libre circulación de personas tiene la misma importancia que la de servicios, capitales y mercancías, y constituye un pilar básico de la Unión.
Y ante cuestiones primordiales como ésta, que forman parte de la esencia de la construcción europea, todos debemos ser consecuentes y defenderlas con firmeza y convicción. En este sentido, las elecciones europeas serán todo un reto para el europeísmo.
Las próximas elecciones serán, efectivamente, determinantes para el futuro de Europa y nos jugamos mucho. Y es mi deseo, y creo que así lo compartimos en este foro, que el resultado de las elecciones asegure la gobernabilidad de Europa. Para ello, es importante que en el próximo Parlamento Europeo alcancen una mayoría sólida las fuerzas que creen en la integración europea; fuerzas políticas que apuesten por la unidad de todos los europeos como pilar para nuestra prosperidad y cuya acción política aspira a una mayor solidaridad entre europeos y no a la disgregación, a la división o a levantar fronteras.
Para garantizar el crecimiento y el empleo debemos seguir avanzando en el camino de la integración, y yo confío en que sabremos convencer a los ciudadanos para que distingan entre la realidad que estamos construyendo entre todos, con dificultades sí, pero con resultados tangibles, frente a los espejismos que algunos pretenden hacernos creer.
Las fuerzas euroescépticas, disgregadoras y antieuropeas están al acecho para minar nuestro proyecto común y dinamitarlo desde dentro, porque son incapaces de construir y se basan sólo en alimentar la desconfianza. Frente a ellos, debemos poner todo nuestro esfuerzo en explicar esta realidad a los ciudadanos e implicarles más. Yo, desde luego, desde aquí me comprometo a ello.
La elección de candidatos electorales a la Presidencia de la Comisión por parte de los partidos políticos europeos es una buena noticia que va en la buena dirección, para que los ciudadanos sean cada vez más partícipes en el debate europeo, porque, más allá de la necesidad de continuar el proceso de integración en el que estamos inmersos, después del 25 de mayo Europa deberá tomar decisiones transcendentales para el futuro. En mi opinión, son las siguientes:
- Primera, necesitamos un Mercado Interior plenamente eficaz e integrado, que permita, tanto la europeización de nuestras Pymes, como su internacionalización. Para ello será imprescindible una política energética integrada, que asegure plenamente la interconexión del continente y que haga una apuesta firme por las nuevas formas de energía, además de desarrollar un entorno regulador simple y eficaz para nuestras empresas.
- Segunda, necesitamos una Unión Europea sin fronteras interiores, que gestione las fronteras de la Unión de manera integrada y solidaria. Es decir, una verdadera política de inmigración europea, más eficaz y más solidaria con los países que conformamos su frontera exterior, con más medios europeos y con una dimensión exterior que aúne el diálogo con los países de origen y tránsito, y la cooperación al desarrollo para contribuir a la construcción de un espacio de prosperidad compartido con nuestros vecinos. No se trata de hacer de Europa una fortaleza. Hoy resulta necesario atajar el problema en su raíz: la emigración debe ser una opción y no una obligación para subsistir. Y la inmigración irregular que se produce en un determinado punto geográfico de la Unión, sea al norte o al sur, no es un problema ni un desafío localizado en un punto geográfico, sino un problema integral de la Unión Europea. El irregular no sólo entra en España o en Italia, sino que al hacerlo en ese punto exacto de la frontera lo está haciendo en el conjunto de la Unión. Por ello, una visión integrada y solidaria de la política de inmigración es un imperativo para la Unión Europea del siglo XXI. Yo a este asunto le doy una importancia capital. Los temas económicos son muy importantes, pero este asunto creo que, además de tener también una trascendencia desde el punto de vista económico, lo es más de manera sustantiva.
- Tercera, necesitamos desarrollar todo el potencial que la política comercial común nos ofrece y que debe servir para reforzar el liderazgo comercial de la Unión Europea en el mundo. El Acuerdo de Libre Comercio e Inversiones con los Estados Unidos de América es una oportunidad que no podemos dejar pasar y que supondrá una garantía de crecimiento económico extraordinario para ambos. Lo mismo es aplicable en las relaciones entre la Unión Europea y América Latina. Un ambicioso acuerdo de asociación con MERCOSUR, o con los miembros de esta organización que estén dispuestos a ello, impulsaría, sin duda, el crecimiento de ambas orillas del Atlántico. España está dispuesta a apoyarlo, sin duda.
- Cuarta, necesitamos que la Unión Europea siga liderando la lucha contra el cambio climático y que ésta involucre plenamente a nuestras empresas, para que puedan explotar todas las posibilidades que una transición realista hacia una economía baja en emisiones de carbono supone, tanto para reforzar el Mercado Interior, como para robustecer a nuestra industria en el mundo.
- Quinta, necesitamos acompañar nuestra mayor integración con mecanismos de control democrático que doten de la imprescindible legitimidad al ejercicio de las importantes competencias que estamos transfiriendo a las instituciones europeas. En otras palabras, el camino hacia la Unión Bancaria, la Unión Fiscal y la Unión Económica debe ir acompañado por avances en la Unión Política, y por reformas que hagan nuestras instituciones más rápidas y eficaces.
- Finalmente, necesitamos una Unión Europea comprometida con el importantísimo papel que debe jugar como actor relevante en la escena internacional. Los recientes acontecimientos, por ejemplo, en Ucrania así lo demuestran.
Europa no puede, bajo ningún concepto, conformarse con un papel secundario en la escena internacional del siglo XXI. Debe desplegar una acción exterior ambiciosa, coherente con sus objetivos y principios fundamentales; una acción exterior que impulse nuestra presencia en el mundo, defienda nuestros intereses y también proyecte nuestros valores, porque Europa, no debemos olvidarlo tampoco, es una comunidad de valores.
Europa debe asumir necesariamente un papel de fuerte liderazgo internacional; debe constituirse en un actor clave, con voz y voto determinantes en la efectiva resolución de los múltiples conflictos que marcan a la sociedad internacional actual.
Este artículo se publicó también en inglés en The World Post, la sección internacional de The Huffington Post y el Instituto Berggruen.
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