Cuentan las crónicas parlamentarias que durante las Cortes Constituyentes el senador por designación real y premio Nobel de literatura D. Camilo José Cela comunicó su estado de animadversión hacia otro senador echando un sonoro pedo a su paso. Nada hablan las crónicas de si fue con o sin olor o si la calidad y textura del sonido fue suficiente como para despertar carcajadas o invitar al análisis y posterior tesis doctoral, que seguro que la hubo.
En este modesto artículo no repararé en tan ilustres personajes sino tan solo en la historia de un crío y una charla de amigos que fuera de horas de trabajo se reúnen para seguir hablando de pediatría.
Comenta uno de los contertulios que le ha llegado hoy a la consulta una señora con su hijo. Vienen remitidos por la escuela ya que la profesora no halla solución al problema del menor. Lo han intentado todo pero tras muchos días igual, el zagal se sigue tirando mil pedos en clase con el lógico alborozo y regocijo de los compañeros y la consiguiente alteración del orden público. El caso es que a diario termina arrestado en el despacho del director, que tampoco aguanta el hedor que el muchacho deja en tan digno lugar.
Tras las risas, carcajadas y chascarrillos propios de la reunión, que pudieron durar varios minutos, se oye la voz de la primera de la clase.
- "¿Y si es intolerante a la lactosa...?"
Se hace un silencio largo y profundo en el que los allí presentes empezamos a consumir materia gris y analizar todo lo que en nuestro disco duro cerebral podría haber al respecto.
-"¡Qué va! Jajajaja - se vuelven a oír más risas.
- "¡Pues vaya maestra, jaja!"
-"¿Y por qué no hacer unos análisis para descartar una celiaquía o alguna otra causa de malabsorción?"
Silencio.
- "¿Y si es una mala alimentación con abuso de azúcares?"
............
Esto puede ser una reunión de médicos normal, pero no os vayáis a pensar que somos raros, ¿habéis estado en una reunión de moteros, o de cazadores? ¿y de vendedores?
Lo que pretendo basándome en esta anécdota es analizar a los actores de este escatológico desatino.
La maestra y el director, la escuela: La escuela exige unos cánones y unos reglamentos donde a lo mejor no caben todos los críos, niños más lentos que los demás son relegados, niños más movidos, apartados y a lo mejor candidatos a medicación como vimos en mi anterior artículo, niños diferentes criticados y ridiculizados por el entorno, niños irreverentes condenados a los infiernos del castigo eterno como el del caso. ¿Qué opciones aporta la escuela? La expulsión y el castigo, o asumiendo su propia incapacidad, derivar a otro estamento que analice el problema, lo más fácil desde siempre y desde que se abolió la hoguera y el delito de brujería es la enfermedad. Si no es capaz de cumplir con las normas seguro que es un enfermo, que lo vea el médico.
Los padres: Incapaces de dar respuesta a las demandas de la escuela y del propio menor se limitan a desechar su papel y actuar como meros transmisores de información. Les han dicho que vayan y van, sin pararse a pensar en cuál es su papel o si pueden intervenir de alguna forma.
Los pediatras: Aquí llego a lo que realmente quería comentar. Sé que me meto mucho con la escuela y con los padres, pero los colegas no nos quedamos a un lado y también tenemos lo nuestro. Veamos los diferentes tipos de pediatras.
El primer tipo, o sea yo, nos limitamos a reírnos, criticar a la maestra por dejación de funciones, a los padres por el papelón, y sobre todo al director de la que escuela que sin comerlo ni beberlo se come el grueso de la peste. Lo siento, pero sigo riéndome mientras escribo este artículo y me imagino al serio profesor regañando al zagal mientras este incontinente sigue ventoseando cual mofeta acorralada.
La pediatra que plantea dudas, probablemente no actuará de inmediato, pero siempre se quedará con la sospecha de que podría haber algo más, una actitud académica y siempre espoleante para los compañeros, un lujo.
Los pediatras que se lanzan al juego e inician una vorágine de pruebas para detectar cualquier problema y colaborar en la buena evolución de la sociedad, correcta y ordenada, que no consiente la diferencia y si aparece será por algo: Helycobacter, celiaquía, intolerancias diversas, hongos o lupus que diría House. Prueba tras prueba hasta agotar todo el arsenal que se nos permita como medicina defensiva para evitar la reclamación en caso de error u omisión.
La pediatría moderna, que devuelve el poder a los padres haciéndoles responsables, que lo son, de la alimentación de su hijo, informando de que una alimentación inadecuada puede hacer obesos, pero también otros efectos colaterales, más o menos chuscos, como las ventosidades, pero que repercutirán para mal sobre el hijo.
Por último el pediatra que camina sobre algodones y que tira de receta sin plantear ninguna duda ni perder tiempo y escribe cualquier remedio, placebo homeopático o a veces incluso productos con efectos secundarios olvidando que lo importante no está en satisfacer a la profesora o al director para no discutir, ni siquiera a los padres para hacer caja, lo importante es el niño pedorro.
¿Por qué coexisten los cinco tipos de pediatras? ¿Conoces alguno más? ¿A qué grupo pertenece el médico de tus hijos?
En este modesto artículo no repararé en tan ilustres personajes sino tan solo en la historia de un crío y una charla de amigos que fuera de horas de trabajo se reúnen para seguir hablando de pediatría.
Comenta uno de los contertulios que le ha llegado hoy a la consulta una señora con su hijo. Vienen remitidos por la escuela ya que la profesora no halla solución al problema del menor. Lo han intentado todo pero tras muchos días igual, el zagal se sigue tirando mil pedos en clase con el lógico alborozo y regocijo de los compañeros y la consiguiente alteración del orden público. El caso es que a diario termina arrestado en el despacho del director, que tampoco aguanta el hedor que el muchacho deja en tan digno lugar.
Tras las risas, carcajadas y chascarrillos propios de la reunión, que pudieron durar varios minutos, se oye la voz de la primera de la clase.
- "¿Y si es intolerante a la lactosa...?"
Se hace un silencio largo y profundo en el que los allí presentes empezamos a consumir materia gris y analizar todo lo que en nuestro disco duro cerebral podría haber al respecto.
-"¡Qué va! Jajajaja - se vuelven a oír más risas.
- "¡Pues vaya maestra, jaja!"
-"¿Y por qué no hacer unos análisis para descartar una celiaquía o alguna otra causa de malabsorción?"
Silencio.
- "¿Y si es una mala alimentación con abuso de azúcares?"
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Esto puede ser una reunión de médicos normal, pero no os vayáis a pensar que somos raros, ¿habéis estado en una reunión de moteros, o de cazadores? ¿y de vendedores?
Lo que pretendo basándome en esta anécdota es analizar a los actores de este escatológico desatino.
La maestra y el director, la escuela: La escuela exige unos cánones y unos reglamentos donde a lo mejor no caben todos los críos, niños más lentos que los demás son relegados, niños más movidos, apartados y a lo mejor candidatos a medicación como vimos en mi anterior artículo, niños diferentes criticados y ridiculizados por el entorno, niños irreverentes condenados a los infiernos del castigo eterno como el del caso. ¿Qué opciones aporta la escuela? La expulsión y el castigo, o asumiendo su propia incapacidad, derivar a otro estamento que analice el problema, lo más fácil desde siempre y desde que se abolió la hoguera y el delito de brujería es la enfermedad. Si no es capaz de cumplir con las normas seguro que es un enfermo, que lo vea el médico.
Los padres: Incapaces de dar respuesta a las demandas de la escuela y del propio menor se limitan a desechar su papel y actuar como meros transmisores de información. Les han dicho que vayan y van, sin pararse a pensar en cuál es su papel o si pueden intervenir de alguna forma.
Los pediatras: Aquí llego a lo que realmente quería comentar. Sé que me meto mucho con la escuela y con los padres, pero los colegas no nos quedamos a un lado y también tenemos lo nuestro. Veamos los diferentes tipos de pediatras.
El primer tipo, o sea yo, nos limitamos a reírnos, criticar a la maestra por dejación de funciones, a los padres por el papelón, y sobre todo al director de la que escuela que sin comerlo ni beberlo se come el grueso de la peste. Lo siento, pero sigo riéndome mientras escribo este artículo y me imagino al serio profesor regañando al zagal mientras este incontinente sigue ventoseando cual mofeta acorralada.
La pediatra que plantea dudas, probablemente no actuará de inmediato, pero siempre se quedará con la sospecha de que podría haber algo más, una actitud académica y siempre espoleante para los compañeros, un lujo.
Los pediatras que se lanzan al juego e inician una vorágine de pruebas para detectar cualquier problema y colaborar en la buena evolución de la sociedad, correcta y ordenada, que no consiente la diferencia y si aparece será por algo: Helycobacter, celiaquía, intolerancias diversas, hongos o lupus que diría House. Prueba tras prueba hasta agotar todo el arsenal que se nos permita como medicina defensiva para evitar la reclamación en caso de error u omisión.
La pediatría moderna, que devuelve el poder a los padres haciéndoles responsables, que lo son, de la alimentación de su hijo, informando de que una alimentación inadecuada puede hacer obesos, pero también otros efectos colaterales, más o menos chuscos, como las ventosidades, pero que repercutirán para mal sobre el hijo.
Por último el pediatra que camina sobre algodones y que tira de receta sin plantear ninguna duda ni perder tiempo y escribe cualquier remedio, placebo homeopático o a veces incluso productos con efectos secundarios olvidando que lo importante no está en satisfacer a la profesora o al director para no discutir, ni siquiera a los padres para hacer caja, lo importante es el niño pedorro.
¿Por qué coexisten los cinco tipos de pediatras? ¿Conoces alguno más? ¿A qué grupo pertenece el médico de tus hijos?