Podía haber sido de otra forma. El torbellino que ha arrollado los sueños, las casas, los trabajos, las pensiones y las neveras de millones de ciudadanos del sur de Europa podría haber sido más atemperado. La mano del hombre europeo, más severa que muchas catástrofes naturales, ha aplicado con absoluta crudeza y poca eficacia la medicina de la austeridad en el sur de Europa. Quienes han patrocinado estas políticas profundamente insolidarias siempre dicen lo mismo: no había alternativa; había que actuar rápido; no había mecanismos para responder y había que inventarlos. Los mayores errores de la humanidad siempre van acompañados de las explicaciones autocomplacientes de quienes los han protagonizado. Salvar el cuello es poco digno pero muy humano.
Ya sabíamos que las crisis duelen y que la austeridad puede resultar mortífera. Lo cuentan en detalle David Stucker y Sanjay Basu en su libro The body economic: Why austerity kills. También que a los países endeudados del sur se les ha dado mucho palo y poca zanahoria, a pesar de que para llegar a su situación límite hubo responsabilidades compartidas de otros países europeos del norte. Lo que es más novedoso es que el Parlamento Europeo, única institución europea elegida directamente por los ciudadanos, acaba de aprobar un informe en el que da cuenta de las desastrosas consecuencias sociales que ha tenido la actuación de los hombres de negro, la troika (compuesta por la Comisión Europea, FMI y Banco Central Europeo) en los países que han sufrido sus particulares rescates.
El informe de la Comisión de Empleo, del que ha sido ponente el eurodiputado socialista Alejandro Cercas, refleja la masiva destrucción de empleo en los países afectados, que supera el 50% entre los jóvenes en algunos casos, el brutal aumento de la pobreza y el deterioro de los servicios públicos fundamentales, entre otros asuntos. Cercas pide a la Comisión Europea que actúe urgentemente para paliar la grave situación social en la que se encuentran estos países. ¿Si hubo un plan de emergencia para aliviar los balances de los bancos no debería haberlo también para rescatar a los jóvenes sin futuro?
Implacable capitalismo para los débiles y asistencia social para los tiburones de la city es una ecuación arriesgada para una Unión Europea que no tiene futuro si no es capaz de mantener a sus ciudadanos a bordo. El populismo eurófobo sale de las alcantarillas y coquetea con ganar elecciones en Francia, Reino Unido y Países Bajos. Debe ser dulce la transición desde el frikismo marginal a la mayoría novedosa y encandiladora de la juventud (Marine Le Pen es la líder favorita de los jóvenes en Francia). Parece que el riesgo sistémico en esta Unión Europea renacionalizada no eran las primas de riesgo sino la quiebra de su modelo social.
Uno de los banderines de enganche de los populistas es la mala salud democrática de la Unión Europea. Es verdad que se equivocan con su receta nacional, pero aciertan en señalar al enfermo. Los hombres de negro han actuado sin escrutinio democrático. Los paquetes de rescate no se han discutido ni en los parlamentos nacionales de los países afectados ni en el Parlamento Europeo. ¿Cómo puede este Parlamento que es poderoso sobre los tratados haber sido marginado de las decisiones económicas clave que han afectado la vida de millones de europeos? Es una pregunta fundamental a la que debe responder con una solución creíble para movilizar en las elecciones de mayo a los cada vez más escépticos ciudadanos europeos.
Ya sabíamos que las crisis duelen y que la austeridad puede resultar mortífera. Lo cuentan en detalle David Stucker y Sanjay Basu en su libro The body economic: Why austerity kills. También que a los países endeudados del sur se les ha dado mucho palo y poca zanahoria, a pesar de que para llegar a su situación límite hubo responsabilidades compartidas de otros países europeos del norte. Lo que es más novedoso es que el Parlamento Europeo, única institución europea elegida directamente por los ciudadanos, acaba de aprobar un informe en el que da cuenta de las desastrosas consecuencias sociales que ha tenido la actuación de los hombres de negro, la troika (compuesta por la Comisión Europea, FMI y Banco Central Europeo) en los países que han sufrido sus particulares rescates.
El informe de la Comisión de Empleo, del que ha sido ponente el eurodiputado socialista Alejandro Cercas, refleja la masiva destrucción de empleo en los países afectados, que supera el 50% entre los jóvenes en algunos casos, el brutal aumento de la pobreza y el deterioro de los servicios públicos fundamentales, entre otros asuntos. Cercas pide a la Comisión Europea que actúe urgentemente para paliar la grave situación social en la que se encuentran estos países. ¿Si hubo un plan de emergencia para aliviar los balances de los bancos no debería haberlo también para rescatar a los jóvenes sin futuro?
Implacable capitalismo para los débiles y asistencia social para los tiburones de la city es una ecuación arriesgada para una Unión Europea que no tiene futuro si no es capaz de mantener a sus ciudadanos a bordo. El populismo eurófobo sale de las alcantarillas y coquetea con ganar elecciones en Francia, Reino Unido y Países Bajos. Debe ser dulce la transición desde el frikismo marginal a la mayoría novedosa y encandiladora de la juventud (Marine Le Pen es la líder favorita de los jóvenes en Francia). Parece que el riesgo sistémico en esta Unión Europea renacionalizada no eran las primas de riesgo sino la quiebra de su modelo social.
Uno de los banderines de enganche de los populistas es la mala salud democrática de la Unión Europea. Es verdad que se equivocan con su receta nacional, pero aciertan en señalar al enfermo. Los hombres de negro han actuado sin escrutinio democrático. Los paquetes de rescate no se han discutido ni en los parlamentos nacionales de los países afectados ni en el Parlamento Europeo. ¿Cómo puede este Parlamento que es poderoso sobre los tratados haber sido marginado de las decisiones económicas clave que han afectado la vida de millones de europeos? Es una pregunta fundamental a la que debe responder con una solución creíble para movilizar en las elecciones de mayo a los cada vez más escépticos ciudadanos europeos.